miércoles, 21 de diciembre de 2011

ESTACION DE SERVICIO

       
 
Conforme me alejaba de la civilización,  la amenaza de la epidemia quedaba diluida en la distancia, sin embargo otros nuevos peligros empezaban a acecharme.  Estaba en pleno desierto, sin agua viajando en un viejo automóvil robado que en cualquier momento podría dejarme tirado.    Si quería llegar a algún sitio, tenia que aprovisionarme bien y llenar el carro de gasolina.

Las estaciones de servicio en el desierto están muy desperdigadas y es habitual pasar cientos de Km. sin toparse con alguna.   Cuando vi el cartel que informaba que la próxima estación estaba a tan solo unos kilómetros sentí un  gran alivio,  llevaba rato pensando lo irónico que seria escapar de un Apocalipsis zombi en la ciudad para morir de sed o de hambre en mitad del desierto.

Avance despacio hasta colocarme en paralelo al surtidor, monte la escopeta y le quite el seguro a la glock, todo parecía tranquilo. Eran varios edificios unidos, motel, gasolinera, taller y restaurante, vamos todo lo que podías necesitar si  viajabas por el desierto.   Detuve el motor y mire hacia  la oficina y el restaurante,  todo parecía desierto.  Quizá lo abandonaron  cuando empezó el desastre o quizá estén aquí todos los zombis en 200 Km. a la redonda.

Deje la manguera llenando el depósito y aproveche para echar un vistazo más exhaustivo.  Frente al motel había dos coches aparcados, uno era un BMW 4x4 de gama alta (ya me veía conduciéndolo), el otro un viejo Ford descolorido, llamaba la atención el contraste de los dos coches.  Mas a la derecha, el taller con una grúa aparcada, cerrado y aparentemente desierto.   
Mi intención era repostar y marcharme, pero caí en la cuenta que llevaba mas de 36 h sin dormir, eso me dejaba dos opciones, continuar camino y dormir en la cuneta cuando no pudiera mas o hacer un alto, buscar comida, bebida y si estaba limpio de podridos como parecía, meterme en una de esas habitaciones a sobar, una única noche, en una cama decente, presentía que iba a ser la ultima cama que se cruzara en mi camino en bastante tiempo, quien sabe, puede que incluso funcionasen las duchas. Una oferta demasiado tentadora como para dejarla pasar.

Pase varios minutos frente al motel antes de tomar la decisión de quedarme a pasar la noche, podría encontrar cualquier cosa dentro, pero que si hubiera podridos ya habrían dado señales de vida.  Decidí ser riguroso y hacer una inspección más minuciosa de todos los edificios, no quería sorpresas.  Acompañado de la Maglite, (una linterna negra y robusta de unos 50 cm, que con un solo golpe podía abrirle la cabeza a cualquiera) y la escopeta, de mayor efectividad aunque muy ruidosa, que en caso de tener que usarla tendría que salir pitando de la estación, ya que todo podrido que estuviera en los alrededores acudiría como las moscas a la miel. 

 Empecé a curiosear por el taller.    Estaba abierto, por lo que entraba mucha luz al interior, con la grúa parada en la puerta, parecía que estuviera esperando una llamada para salir al rescate.  A primera vista se veían muchas herramientas que podían serme útiles.  Más tarde, cuando terminara de inspeccionar los otros edificios volvería a surtirme.  

 El restaurante estaba cerrado, no me costo forzar la puerta, estaba vacío, oscuro y un fuerte olor a descomposición escapo por la puerta, después de unos segundos esperando un ataque que no se produjo, pase al interior.  El origen del hedor apareció, con las prisas no se habían molestado en tirar la comida y se estaba pudriendo. La buena noticia era que quedaba agua y comida enlatada para mucho tiempo.  

Ya solo me quedaba examinar el motel. La puerta también estaba cerrada, tampoco me costo forzarla,  el recibidor limpio y bien iluminado por las ventanas.  En la distancia, se oían pequeños ruidos, avance hacia ellos, parecían gritos y golpes que desgraciadamente me eran muy familiares.
-          Así que al final, aquí también había podridos – pensé.
Estaba frustrado, ya me había imaginado durmiendo en una cama limpia a pierna suelta, no pensaba dar media vuelta, así que apague la linterna y avance a oscuras en dirección a los ruidos.   Llegue a una habitación, aparentemente interior, la puerta de la cual parecía brindada, estaba cerrada desde el exterior, dentro los zombies golpeaban la puerta incansables, por los golpes deduje que debía de haber al menos 3 o 4 encerrados.  Estaba a punto de tocar la puerta  para asegurarme que estaba bien cerrada y no había de que preocuparse, cuando una voz a mi espalda me detuvo.
-     No abra esa puerta!!! -  era una voz dulce, femenina a la par que firme.
-          No pensaba abrirla – conteste tranquilizandola.
Cuando me di la vuelta,  temeroso, en la oscuridad,  aprecie la silueta de una mujer,  “debía estar un poco paranoico, esperaba que me estuvieran apuntando con un arma”, encendí la linterna y me quede boquiabierto unos segundos, era una mujer espectacular, morena, de pelo largo, liso, sujeto por una coleta. Vestida elegante, de buena ropa muy ajustada a su cuerpo, dibujándola una figura perfecta, ¿Quién seria?, no era una simple trabajadora de estación de servicio, obviamente,  debía de ser la dueña del 4x4 que estaba aparcado fuera, ¿Que hacia en este confin del mundo?
-          Lo siento, si le he asustado, es muy peligroso abrir esa puerta, se lo aseguro.  Son como bestias, no reconocen a nadie y atacan a todo ser vivo que se encuentran a su paso. - se excuso.
-          Lo se -  respondí condescendientemente, ya he tenido algún encuentro con estas cosas, mi nombre es Iván.
-          Yo soy Ana, y estos son mis hijos Pol y Luis. - dijo, señalando dos niños de unos 4 años detrás de ella, eran como dos gotas de agua, gemelos.
-          ¿Qué ha pasado aquí? - Pregunte intrigado.
-          Llegamos hace una semana, íbamos camino a la costa y paramos a recoger a mi padrino, es el dueño de todo esto. Aquí todo el mundo estaba muy nervioso cuando llegamos, sabían lo que había pasado en la ciudad y nadie se fiaba de nadie.  Entonces llego un coche, con una familia que parecía enferma, infectada y todo el mundo escapo de este sitio, asustados, solo mi padrino se quedo y le  pidió ayuda a mi marido para encerrarlos, solo hasta que llegara ayuda, la policía o una ambulancia.  Con los primeros que encerramos no hubo problema, pero el cuarto se resistió, y le clavo un cuchillo a Fred, mi padrino en el estomago.    No encontramos ni ambulancia, ni ayuda alguna y Fran estaba cada vez peor, mi marido tuvo que llevarlo al hospital.  Yo no quería quedarme aquí sola con los niños, pero dicen que el hospital estos días es  muy peligroso,  decidimos que los niños y yo esperáramos aquí su regreso,  era mas seguro.  Ahora llevamos dos días solos y usted es la primera persona que hemos visto en este tiempo.
-          Pues créame, hizo bien en no ir al hospital, son muy pelibrosos, están llenos de infectados y el ejército primero dispara y luego pregunta, acertó quedándose aquí a esperar.
-          Luego continuaremos hablando, los niños tienen que cenar y acostarse.  En el primer piso tiene una habitación para asearse y descansar,  nosotros prepararemos algo de cenar y así usted podrá contarnos las ultimas noticias de la ciudad.

Mientras me duchaba, pensaba en la cara que había puesto Ana cuando le conté la situación en la que se encontraba el hospital, su bonito rostro había pasado de la seriedad y la indiferencia al pánico. Era una mujer preparada, pero los últimos acontecimientos la habían superado, seguramente su vida había sido fácil y cómoda hasta ahora. De buena familia, exquisita educación, guapa de cara, joven y simpática, pero en el lugar y epoca equivocada.

Mas tarde, durante la cena,  ella lucia impresionante, con el pelo suelto y un sencillo vestido negro hasta las rodillas, luciendo su belleza natural. Era ese tipo de mujer que todo le sentaba bien, me imaginaba como seria desnudarla, un lujo que estaba fuera de mi alcance. 
A mitad de una conversación en la que me hablaba y contaba cosas intranscendentes para mi,  me soltó que quería ir al hospital a buscar a su marido, pero que ella no sabia conducir.  Yo la verdad no quería jugármela por una desconocida y sus hijos, tenia muy claro que no seria yo quien cargara con el marrón.  Lo único que quería de ella, era follarmela y eso era imposible, así que continúe escuchando por educación, sin hacerla mucho caso.   Hasta que un ruido en el exterior del motel nos interrumpio, estaban aporreando la puerta.

-         Silencio – grite, mientras apagaba la luz.

-         Quizá sean Alex y Fran que vuelven. Voy a abrir - dijo Ana levantandose de sus silla subitamente.
-         Quizá si y quizá no, coge a los niños y meteros en vuestra habitación, no encendáis ninguna luz, ni hagáis ningún ruido, esperar que yo os avise -La interrumpí agarrándola de la mano.

Los cuatros subimos rápidamente al piso superior.  Yo me dirigí a la habitacion situada encima de los golpes, me acerqué a la ventana en silencio y me asomé para confirmar lo que ya sospechaba. Un podrido golpeando la puerta del motel, con la ropa echa harapos y el cuerpo ensangrentado aporreaba la puerta frenético.   Iba a levantarme, cuando oí como chirriaba la puerta a mi espalda, apunte con la pistola, era Ana y los niños, ella también había visto desde su habitación al podrido.

-         ¿que vamos a hacer? pregunto preocupada susurrándome al oido.

No la conteste, simplemente me quede observando, solo era uno, no merecía la pena tomar ningún tipo de medida especial,  me levante, baje al piso inferior, fui a la cocina y busque,  - esto servirá -  era un gran cuchillo de despiece, camine tranquilamente hasta la puerta, el podrido me presintió y acelero sus golpes, gritaba como un poseso.  Abrí la puerta, dejando entrar al podrido, era como cuando abres la puerta de chiqueros a un toro bravo, él  se abalanzó sobre mi con los brazos por delante intentando agarrarme, con un rápido movimiento lo esquive y el desgraciado cayo de bruces en el suelo, aproveche para saltar sobre su espalda y le clave el cuchillo en mitad del cráneo, quedando inmóvil al instante y chorreando un liquido negro y denso de su cráneo. 

  Levante la vista y me tope con Ana mirándome atónita.

-  Voy a deshacerme de esto, luego inspeccionare el exterior,  que los niños no salgan de la habitación hasta que regrese -  Asintió con la cabeza y volvió al piso superior.

Arrastre el cuerpo lejos del motel, lo enterré en un hoyo que encontré  y lo cubrí con arena y piedras.   Hoy en día, es un entierro que pocos podían permitirse, pensé irónicamente.  Cuando volví al motel, ella me estaba esperando en la puerta.

-          Gracias, si no hubieras estado aquí, no se que hubiera hecho.
-          Me considero pagado con la cena y la compañía - respondí educadamente. 
Ella sonrío y me abrazó.  Yo senti su cuerpo rozandose con el mio y mi temperatura subio varios grados.  La separé de mí y la dije que era mejor que ahora fuéramos a buscar a los niños y a dormir.  Yo tenía pensado continuar mi camino al día siguiente y olvidarme de ellos para siempre.   Cuanto menos roce, mejor.
- No puedes marchate y dejarnos - me dijo con cara disgustada y muy contrariada. -  Pero si aquí tenemos muchos víveres, podemos aguantar hasta que llegue la ayuda, los niños te adoran. - Sonó a falsa y desesperada intentando convencerme. 
-         Me temo que no es posible, vosotros necesitais que me quede hasta que vuelva tu marido, pero tu marido no volvera  nunca.  Aunque sea duro decirlo, en estos momentos llevar de equipaje a una mujer y dos niños es un riesgo que no tengo porque asumir. - la dije mirándola a los ojos con cara de poker. 


Ella se giro  y sin decir nada mas subió a  su habitación sollozando, enfadada y contrariada, no estaba acostumbrada a que nadie la dijera que no.    Fuera como fuera yo tenía claro que no estaba dispuesto a jugármela por una mujer y unos niños que apenas conocía y que hace dos semanas me hubieran escupido a la cara, así que enfile hacia mi habitación, maldiciendo y luchando contra mi conciencia.

No se cuanto tiempo habría pasado, estaba oscuro aun cuando el chirrido de la puerta me despertó.  Instintivamente metí la mano debajo de la almohada buscando la pistola,  apunte al intruso esperando hallar un podrido.  Me frote los ojos incrédulo de lo que veía, era Ana vestida con una bata se raso negra, ¿No se daba por vencida?, antes de que pudiera abrir la boca, abrió la bata y la dejo caer al suelo a sus pies, mostrandome un conjunto de lenceria negra compuesto por un tanguilla y un sujetador de encaje.  Yo intente disimular y comportarme con normalidad a pesar de estar teniendo una erección de caballo, no me podía creer lo que estaba viendo, una mujer de bandera, un objeto intocable para mi hace apenas dos semanas estaba de pie ante mi, semidesnuda.

-         He pensado que quizá podamos negociar una solución que nos satisfaga a ambos -  dijo en tono provocador, mientras subía a la cama y gateaba hacia mí.

Muy desesperada tenia que estar si la única salida que veía era negociar con su cuerpo.   Yo debia decidir si la echaba de mi habitación de una patada, “nunca me lo hubiera perdonado”, o si me la follaba y cargaba con ella y los niños, “con lo cual casi me condenaba yo también”, también se me paso por la cabeza, follarmela y luego pasar de ella, pero lo descarte, no era mi estilo, podía ser capaz de hacer grandes putadas, pero a esta frontera no pensaba traspasarla. 

  Ella avanzo hasta que su cabeza quedo a la altura de mi miembro, se detuvo y me quito la poca ropa que llevaba, cogio mi polla con sus manos y empezó a lamérmela y mosdisquearla,  era increíble la habilidad que tenia, había estado con putas que no la chupaban ni la mitad de bien que ella.  

Ya lo tenía claro, no iba a poder negarme a nada de lo que me pidiera.   Continuo trabajándome con una habilidad y dedicación me volvían loco, era como si leyera mis pensamientos mas sucios y antes de abrir la boca, ella los hacia realidad, era una diosa del sexo, el sueño erótico de cualquier tío,  yo lo estaba disfrutando. 

Fue entonces cuando me pregunto si la llevaría a ella y a los niños al hospital a buscar a su marido y  yo le tuve que responder que si, era tal mi estado de excitación, que me podía pedir lo que quisiera que lo iba a obtener.


Por la mañana me levante temprano con una sonrisa tonta en la cara, salí de la habitación y observé que la puerta de Ana y los niños estaba abierta, me asome y no vi a nadie, baje a la cocina y me encontré el desayuno preparado.

-         Buenos días - sonó la voz de Ana desde la cocina, -  ya tenemos todo preparado, cuando termines de desayunar nos podemos marchar -
-         ¿Todo preparado? - Pero que diablos había preparado esta mujer, pensé aturdido.
-         Si, los niños me han ayudado a pasar todas tus cosas a nuestro 4x4, lo hemos llenado de gasolina y hemos cargado nuestras maletas - se apresuro a responder mientras me daba un beso de buenos días.

Me tranquilicé, del golpe y porrazo habia vuelto a la vida marital, tomé el café, no quería que nada me estropeara el desayuno.  Luego me acerque al 4x4.   Ana y los niños me esperaban como si los fuera a pasar revista, pase por delante de ellos y abrí el portón trasero del coche, como me lo imaginaba habían cargado todas sus maletas e incluso los juguetes de los niños.

-         Si queréis que os lleve, tendréis que despediros de todo lo que no sea necesario - no había terminado la frase cuando ya estaban casi todas sus cosas en el suelo, ellos miraban enfadados pero resignados.

-         Y ahora si queréis sobrevivir, tenéis que traer todas las botellas de agua que encontréis, llenar esos bidones de combustible y hacer acopio de todas las conservas y alimentos no perecederos del restaurante.  Vamos en marcha, no  os quedéis mirándome - Los tres salieron corriendo al unísono.

Media hora después teníamos el 4x4 cargados y listo para salir.

-         Te lo preguntare por ultima vez, ¿seguro que quieres que vayamos al hospital? Puede que encontremos un infierno allí - la dije mirando a los niños.

-         Si, -   respondió segura - tengo que saber que ha pasado con mi marido -

Quizás yo fuera un poco irresponsable, por dejar que una mujer me liara en esta locura de viaje, quizás me había enamorando de ella. Ana era perfecta y el capullo del marido los había abandonado en mitad del desierto y si yo no los llevaba conmigo no  sobrevivieran.

Llevábamos un par de horas conduciendo por el desierto en el mas absoluto silencio, cuando ella lo rompió.


-         ¿Estas cansado?, ¿Quieres que paremos? - me pregunto.

-         Si, pero es mejor seguir, me conformo con hablar un rato para distraerme -  le dije sonriendo.

-         Quizá pueda hacer algo mejor que darte conversación -  dijo mientras yo me preguntaba a que coño se refería.

Entonces para mi sorpresa, alargo su mano y la introdujo dentro de mi pantalón, yo en un movimiento instintivo gire la cabeza pensando en los niños.  Vi que ellos dormían profundamente por el agotamiento, así que simplemente la sonreí y la deje que me pajeara.  Ese debía ser uno de los motivos por los que el marido que seguramente estaba podrido de dinero, viajaba en coche, je je.  Después de unos minutos demostrando sus habilidades con la mano,  me desabrocho el pantalón y la saco, yo volví a mirar a los niños, aunque la verdad llegado a ese punto, ya me daba igual que estuvieran dormidos o despiertos.  Agacho la cabeza para terminar con la boca, yo estaba excitadísimo  y no iba a detenerla,  después de todo, que diablos, si tenía que peder la vida, por lo menos hacerlo con una sonrisa en la cara y una boca en la polla.

Estaba disfrutando tanto que cuando me di cuenta  estábamos dentro de una aldea pequeña, de unos 500 habitantes aproximadamente, ella en su postura felatoria no veía el espectáculo desolador que ofrecía la aldea, la gente convertida en zombis deambulando por todas partes en estado de descomposición,  afortunadamente era una aldea pequeña y la atravesaríamos rápido, mejor no exponerse mucho.   

A las afueras de la aldea, a unos 300 metros de nosotros, habia un coche parado y rodeado por unos 50 zombis, no hacía falta ser muy listo para darse cuenta que en ese coche había una persona viva y los zombis estaban como locos por pillarlo.  En ese momento Ana levanto la cabeza y pregunto.

            -              ¿Qué pasa? ¿Por qué nos detenemos? -

-         En ese coche hay algún tostado que se ha quedado encerrado, seguramente sin gasolina – pronostique.

-         ¿Qué vas ha hacer, no pensaras dejarlo abandonado? -  Estaba a punto de decirla que callara y siguiera chupando, pero me contuve.

-         Seguramente esa persona esta moribunda, sería una carga mas, es mejor seguir - la conteste con pocas esperanzas de tener éxito.


Ana cambio de cara, puso su expresión mas seria y se sentó muy digna en su asiento, sin mirarme.

- esta bien – dije, hay que joderse lo fácil y manipulable que soy, pero, que cojones, Ana merece la pena.

Me fui acercando poco a poco al vehiculo.  Yo contaba con la ventaja de que el 4x4 era blindado y aguantaría cualquier embestida.   Cuando estábamos a unos pocos metros, parte de la horda se abalanzo sobre nuestro coche como posesos.  Ana se paso a la parte de atrás y abrazo a los niños que se despertaron con los primeros golpes.  Dentro del otro coche había un hombre, nos había visto acércanos y hacia aspavientos con las manos, parecía muy desesperado, no se el tiempo que llevaría metido en ese vehiculo, pero estaba claro que para el éramos un milagro. 

Analicé la situación, eran demasiados podridos como para liarme a tiros. Cargármelos uno a uno me hubiera llevado mucho tiempo y riesgo,  decidí que lo mejor era utilizar el ingenio.   Coloque el  4x4 lentamente paralelo al coche, empujando con suavidad a los zombis  hasta que pude pegar los dos coches y poner ventana con ventana, antes de que terminara la maniobra un grito de Ana me sobresalto.

-         Frannnn¡¡¡¡, -  El destino había querido que fuese su marido la persona encerrada en el coche, manda cojones. 

En los labios del hombre también se podía leer como la llamaba y la miraba taciturno, el coche se había convertido en una sinfonía de ruidos de todo tipo.  Llantos de Ana, gritos de los niños, golpes de los podridos en el chasis y en el otro vehiculo el tipo llorando como un bebe, era sobrecogedor ver a un hombre hecho y derecho llorar, imagino que esta familia tenia asumido que no volverían a encontrarse con vida.


Le di la señal a Ana para que bajara la ventanilla trasera, tenía que pasar de su coche al nuestro, nada mas bajarla nos inundo un hedor insoportable.  Fran llevaba varios días metido en el coche y había hecho sus necesidades en el interior, también los podridos desprendían un hedor repugnante que provoco las arcadas de Ana y los niños.   El hombre intentaba atravesar las ventanillas pero como estaba agarrotado lo hacia torpemente lo que dio oportunidad a un podrido de agarrarlo de la pierna, afortunadamente lo vi a tiempo y antes de que pudiera morderle le destroce la cabeza de un disparo a bocajarro con la escopeta, una simple herida hubiera sido el fin.   Los pocos segundos que tardo en zafarse y terminar de pasar de un coche a otro se hicieron eternos.  Cuando lo consiguió subí la ventanilla y arranque. Ana y los niños le abrazaron emocionados.  Era curioso como una mujer que hace 10 minutos me estaba chupando la polla, ahora le daba besos a otro hombre y le decía cuanto lo quería y añoraba.

 Acelere al principio lentamente, para empujar, no impactar con los zombis, luego frustrado por la imagen de Ana y su marido juntos, pise a fondo y me lleve a unos cuantos podridos por delante, todo el parabrisas se lleno del liquido negro y restos humanos.   Volví a mirar por el retrovisor, unos pocos nos seguían,  no se si los zombis podían seguir nuestro rastro, ¿y si podían?, ¿hasta donde? me daba igual.

En ese momento yo tenía sentimientos encontrados, por un lado estaba disgustado, pues Ana me provocaba una atracción sexual difícil de controlar y por otro me sentía realmente aliviado, pues este rescate me liberaba de mi promesa de cuidarlos.   Ana y los niños ya no eran responsabilidad mía.

Conduje de vuelta a la estación de servicio, hice el camino inverso, pensando, dando vueltas a la cabeza, casi volviéndome loco, menos mal que al final llegamos, allí estaba mi viejo coche, seguía parado fiel, esperando mi regreso.

Para la cena, Fran estaba limpio y recuperado, seguramente habría hasta follado con Ana.  Yo sabia que allí ya no pintaba nada, sobraba.

-         Bueno yo tengo que seguir mi camino -  les dije a ambos, que me miraban con ojos atónitos.
-         Pero, no nos puedes dejar así, juntos tenemos mas posibilidades de sobrevivir, ¿Dónde iras? - Estaban contrariados por mi marcha.
-         No lo se, simplemente me moveré e intentare sobrevivir y tengo muchas mas posibilidades estando solo - Dije yo mientras pensaba para mi, - si, claro, tu te la follas y mientras yo cuidando niños con cara de tonto.
-         Podria pagarte mucho dinero, quédate con nosotros protegiéndonos y  te recompensaré - dijo Fran
-         No trabajo de matón, ni de niñera, mañana cuando amanezca partiré - dije dándolos la espalda y abandonando el motel.


El muy memo, no se había dado cuenta que en la actual situación del mundo, el dinero ya no servia para nada, el único motivo que tenia para quedarme, era Ana y ella había tomado su decisión, el se la quedaba, yo me iba.  No quería que su marido se enterara de nada de lo que había pasado y yo lo comprendía, pensándolo fríamente, estaba convencido que era lo mejor para mí.  Esa mujer tarde o temprano me traería problemas.

Esa noche no pude dormir,  repasaba mentalmente mis últimas 24 h y me preguntaba como me había enganchado a ella de esa manera, enamorado cual quinceañero.   Pasaron por mi cabeza todo tipo de entupidas ideas, raptarla, matar al marido.  Entonces la puerta volvió a chirriar, allí estaba ella, con su bata de raso negro, se llevo el dedo índice a la boca para indicarme que guardara silencio y que la siguiera, me llevo hasta el taller y cerro la puerta,  los dos sabíamos que ese era un regalo de despedida. 

Esta vez debajo de la bata no llevaba nada, cuando cayo, solo su esbelto cuerpo desnudo quedo delante mía, sin palabras ella me hizo el amor por ultima vez.   Esa imagen suficiente para no olvidarla nunca y además me convenció de que les dejara la escopeta, "que buena estaba", era imposible decirle que no.  Ahora en la lejanía me pregunto si lo que quería, era despedirme o mi escopeta, nunca lo sabre.


Al día siguiente les recomendé que evitaran las ciudades grandes, y que no se fiaran de nadie, me despedí de los niños, de Fran y de Ana, luego me marche en mi tartana.  Ha ellos nunca mas volví a verlos, pero gracias a los recuerdos de Ana no fueron tan solitarias las noches a partir de entonces.

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