miércoles, 11 de julio de 2012

VIAJE HOSPITALARIO

Aquel lugar era lo más parecido a una fortaleza que había visto nunca,  rodeado de agua y solo accesible en barca, perdido en un bosque y jalonado de trampas.  Si algún podrido llegaba lo haría solo, era imposible que un grupo numeroso se acercara sin caer en las múltiples trampas tanto naturales como artificiales que lo protegían.

El recibimiento fue frío, con desconfianza, no era una buena época para apelar al altruismo y la buena fe de las personas.   Luego, fueron pasando los días y como dice la canción, el roce hace el cariño.  Casi llegue a considerarme uno más.

Una mañana la paz y la tranquilidad que se respiraban habitualmente en la comunidad se transformo en revuelo.   Un niño de ocho años llamado Pipe, estaba muy enfermo, me sorprendió bastante, pues lo conocía, era un niño pelirrojo que llamaba mucho la atención por lo inquieto, a menudo se le veía corriendo y era el protagonista de casi todas las gamberradas de la chiquillería local.    Conforme pasaban los días Pipe fue empeorando su situación, a pesar de estar atendido por un médico y una enfermera.

Un día se me acerco cojeando un hombre de unos 50 años, era pelirrojo y barrigudo, se identifico como el padre de Pipe, me informo que su hijo tenia Diabetes y que para vivir necesitaba insulina.    Estaba organizando una incursión hasta un hospital provincial, un macro hospital situado a unos 50 km de donde estábamos y que seguramente seria el epicentro de la actividad zombi.   Ir hasta allí, sin poco mas que un ejercito era un suicidio, fue el primer sitio en caer cuando empezó la pandemia y miles de zombis deambulaban por la zona.   Mi contestación fue negativa.

Dos días después habían organizado una expedición de cuatro voluntarios, con la intención de llegar al hospital y encontrar la insulina, así como otros medicamentos y vacunas que necesitaban.   Solo con ver al grupo compuesto por el padre cojo del chaval, un joven imberbe y sin experiencia, una paranoica enfermera que había trabajado en el hospital (aunque muy guapa por cierto) y un colgado que solo pensaba en destrozar cráneos de podridos, te dabas cuenta que no iban a llegar muy lejos.

El día antes de partir recibí la visita de casi todos los que conocía en aquel lugar, todas las visitas tenían el propósito de convencerme para que me uniera a la expedición, eso era presionar y lo demás tontería.   Pero si realmente me hubieran conocido, sabrían que eso generaba el efecto inverso en mí.  No me gustaba que me obligaran, presionaran o manipularan, las cosas debían salir de mi.   Ese fue el motivo por el que decidí marcharme.   A la mañana siguiente partiría, seguiría mi camino y aquel lugar solo seria un agradable recuerdo.

Aunque partimos en el mismo momento, los dejé claro que estaría con ellos hasta que saliéramos del bosque, luego ellos seguirían su camino y yo el mío.   La cojera del padre de Pipe  retraso mucho el paso,  se suponía que debíamos llegar sobre el mediodía a un pueblo situado en la linde del bosque, en ese pueblo encontraríamos vehículos con los que seguir nuestro camino.   Cuando por fin visualizamos el pueblo ya apenas quedaba luz del día, estaba a punto de anochecer.   Antes de acercarnos, saque los prismáticos para no llevarnos sorpresas.   Como me temía,  en el pueblo había podridos, no muchos aparentemente, pero no dejaban de ser un peligro, también pude ver varios coches.  Informé a los miembros del grupo de lo que había visto en el pueblo.  Les dije que lo mejor era esquivar a los podridos y dormir en una de las casas situada a las afueras del pueblo.   No se si por llevarme la contraria o por que no tenían nada dentro de la cabeza, los tres hombres, incluido el cojo decidieron bajar al pueblo y acabar a tiro limpio con los podridos.  

Yo y la enfermera decidimos quedamos escondidos en una loma desde la que divisábamos todo el pueblo, cubriendolos durante su bravuconada en el pueblo.   Al principio fue coser y cantar, solo un puñado de podridos desperdigados salían a su paso, ellos les volaban la cabeza y se felicitaban mutuamente.    En la euforia no se daban cuenta que a cada momento el número de podridos crecía.     Al cabo de un rato los cazadores se habían convertido en presas, corrían por las calles del pueblo perseguidos por una horda de zombis sedientos de sangre.   Cargué el rifle y empecé a abrirles paso, con disparos a todos los podridos que se cruzaban en su huida.  Rebeca que así se llamaba la enfermera me aviso de que el padre de Pipo se estaba quedando rezagado e iba a ser alcanzado por la horda.   Tuve que tomar una dificil decisión, seguir disparando a los que estaban por delante y les cerraban el camino o disparar a los que iban a atrapar al pobre cojo.     Opte por disparar a los perseguidores, eso le dio unos segundos al cojo que le salvaron la vida.   Por suerte entraron en una casa y atrancaron la puerta para refugiarse, atrapados en el interior, los podridos se iban acumulando en el exterior sedientos de sangre.

Mediante la utilización de espejos, nos pudimos comunicar con ellos.  En un principio estaban bien y tenían alimentos para aguantar unos días.   Me ofrecí a volver al refugio a por refuerzos para rescatarlos, pero se negaron, ellos estaban bien y el factor tiempo era primordial para salvar a Pipo.   Querían que siguiéramos nosotros dos hasta el hospital, al final me habían liado, pensé.  Aunque, si desde el principio yo hubiera planificado la incursión, lo hubiera hecho para una o dos personas como mucho.  


Así que Rebeca y yo buscamos un vehículo que arrancara y tuviera batería y tomamos rumbo al hospital dejando a los tres hombres sitiados por los zombies en la casa.   Advertí a Rebeca que estuviera atenta,  si encontrábamos un camión o un vehículo lo suficientemente alto, podríamos rescatarlos a la vuelta, por el balcón de la casa.

En el trayecto al hospital tuve la ocasión de hablar y conocer mejor a Rebeca.  Me contó que las primeras horas de infección la pillaron en el hospital, nadie sabía nada del virus, como se propagaba o como nos afectaba y vio como muchos de sus compañeros se contagiaban y “morían” ante ella, sin poder hacer nada.    Luego un ataque de ansiedad y la baja por depresión salvaron su vida.  Ahora, como muchos de nosotros, por la noche tiene pesadillas en las cuales,  sus compañeros la persiguen y la llaman para que se reúna con ellos.   Me doy cuenta de lo duro que para ella a tenido que suponer decir que si a esta misión y volver al hospital donde murieron sus compañeros.

Conforme nos acercábamos al hospital, el numero de podridos aumenta exponencialmente, constantemente maniobraba con el coche esquivándolos, temía que si atropellaba a alguno, se averiase el coche y eso seria nuestro fin.   A unos Kilómetros del hospital, distinguímos  su figura, una enorme mole de 5 pisos en mitad de un paramo.   Los muertos, las ambulancias abandonadas, los coches de policía y los camiones del ejercito se contaban por docenas, aquí hubo una auténtica batalla campal, y la ganaron ellos.   Rebeca me guió hacia un parking en el sótano, exclusivo para el personal del hospital.  No se como me  dejé convencer, pues allí podíamos encontrar cualquier cosa.   

Continúe esquivando podridos, que se iban sumando a una siniestra procesión tras nuestro coche.    Ya no había marcha atrás, no podría atravesar esa cantidad de infectados.    Rebeca me indicó que párese junto a una pequeña puerta, detrás estaba la escalera que llevaba a los vestuarios del personal.   Dejamos el coche atravesado delante de la puerta y entramos, eso los entretendría un rato.

Empezamos a subir las escaleras, conforme subiamos encontramos muchos cuerpos, no habia forma de saber quien estaba realmente muerto y quien no, muchos de ellos se activaban conforme pasabamos a su lado.   En el segundo piso encontramos una barricada taponando la escalera, debieron ponerla para refugiarse en los pisos superiores, debiamos encontrar otro camino para llegar a la cuarta planta.   Cuando descendimos de nuevo, nos topamos con un grupo de zombis que subian torpemente y que nos cerraban el camino.    Entramos por la puerta de acceso a la planta primera.  A priori, al menos dos zombis deambulaban por los pasillos.   Nuestra presencia los alerto y empezaron a acercarse, no me quedaba otra opción que disparar.    Espere a que se pusieran a tiro, pero antes de que pudiera disparar, Rebeca me agarró el brazo y tiró de mi hacía una puerta de la planta, conforme entrabamos en el area, pude leer “Psiquiatría”.

-    Aquí estaremos seguros, esta es un área restringida y podemos cerrar desde el interior – me dijo mientras cerrabamos la puerta con llave.

Me dió el tiempo justo de girarme y dispararle en la cabeza a un medico podrido que estaba a nuestra espalda, la cabeza le reventó y el disparo se escuchó en todo el hospital, la cosa se ponia fea.   Inspeccioné la zona y encontré otros dos podridos que apenas podían moverse, semi mutilados, acabe con ellos sin problemas.  Cuando acabé la inspección confirmé mis temores, la única salida era la puerta por la que habíamos entrado y a estas alturas era inviable utilizarla, docenas de zombis esperaban al otro lado golpeando violentamente la puerta.

-    Perdóname, por mi culpa estamos atrapados – me dijo Rebeca llorando.
-    Me temo que si – confirme, me hubiera gustado darle alguna esperanza, pero no la había.

Yo tenía claro que iba a morir matando, pero a ella la ofrecí mi ayuda para quitarse la vida, en caso de que no se atrevíera a hacerlo ella misma o tampoco quisiera luchar.   Me contesto que no hacia falta,  ella tenía sus propios medios.  Rebeca me pidió ayuda para abrir un mueble cerrado con candado.  Lo reventé, como me esperaba estaba lleno de medicamentos, la mayoría opiáceos, tranquilizantes, algún alucinógeno.   No había ni insulina, ni vacunas, ni penicilina, que era lo que habíamos venido a buscar.

-    Si no te importa, voy a terminar con un viaje ¿te apuntas? . – me pregunto Rebeca extendiendo su mano llena de pastillas de colores.
-    Pues tendrá que ser un viaje rápido, esos cabrones no van a parar hasta que no tiren la puerta abajo -  Respondí extendiendo la mano para recoger las pildoras que Rebeca me ofrecia.
-    Adios Ivan, a sido un placer – me dijo y acto seguido se introdujo un puñado de pastillas en la boca.

Tenia en la mano un puñado de pastillas, ella las habia separado y era la unica que sabia cual era cual.   Cuando levante la vista para preguntarle, un fuerte golpe en la puerta desvio mi atencion.   Mire hacia la puerta de psiquiatría, estaba a punto de ceder, cada vez se oían mas golpes y gritos, si tomaba las pastillas era muy posible que ni siquiera me enterara como había terminado todo.    Por un momento dude si tomarlas o liarme a tiros, de repente un grito a mi espalda me saco de mis pensamientos, me gire y vi a Rebeca desnuda agitando las manos como si de un pájaro se tratara, su cuerpo era escultural, de proporciones perfectas, se acerco a mi y me beso, era feliz.     Me tragué un puñado de pastillas y guarde el resto, queria sentirme como ella, rapidamente empecé a sentir calor,  la ropa me molestaba, tenia que líbrame de ella,  todo daba vueltas, alucinabá, mis manos se estaban convirtiendo en alas, era un pájaro y podía volar, estaba volando, era maravilloso, luego me encontré con Rebeca, nos besamos, nos abrazamos, hicimos el amor, éramos dos espíritus libres de nuestras ataduras corporales volando, acariciándonos, no se cuanto tiempo pasaría, horas, dias años.  

De repente Rebeca me abandono, camino hacia la puerta de psiquiatría, quería salir al exterior, abrió la puerta  y los demonios entraron, pasaron a nuestro lado, pero no nos tocaron, Rebeca salió y yo la perseguí entre  espíritus que vagaban de uno a otro lado.   Quizás estábamos muertos y nuestro espíritu vagaba libre o puede que  estuviéramos contagiados y muertos, por lo que  solo vagábamos eternamente por el hospital como dos podridos más, siempre quise saber que sentian.   Todo daba igual sentía felicidad y sosiego por primera vez en mucho tiempo.

Durante mucho tiempo perseguí a Rebeca através de los pasillos del hospital, entre los muertos y los no muertos, estábamos nosotros, en un limbo intermedio, al final la alcancé y la abracé, no me queria separar de ella.

Los rayos del sol que entraban por una ventana me despertaron, habia pasado toda la noche en una pequeña habitación, un terrible dolor de cabeza no me dejaba pensar, a mi lado Rebeca dormía en posición fetal, totalmente desnuda, tenía un cuerpo precioso, unas tetas redondas y un culo respingón.  No había ni rastro de podridos por ningún lado.

-    ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estamos? ¿Que fue lo que tomamos? – le pregunte a Rebeca que despertaba en ese momento.
-    ¿No estamos muertos? ¿Qué hacemos en nefrología? -  fue lo primero que dijo cuando abrió lo ojos.
-    ¿Nefrología? Que dices, ¿esto no es Psiquiatría? – pensé que aun seguíamos bajo los efectos de alguno de los alucinogenos.
-    Nada de eso, este era mi departamento, estamos en Nefrología -  se levanto y abrió uno de los armarios. – ves, aquí tenemos insulina y penicilina -  me dijo enseñándome los medicamentos.
-    No entiendo nada – la dije mientras la ofrecía una bata de medico para cubrirse y que la hacia parecer mas sexy si cabe.
-    Alguno de los medicamentos es el responsable.  Cuando estaba en el hospital teníamos claro que la infección afectaba al cerebro, eliminaba casi todas las conexiones neuronales dejando únicamente activo algún sentimiento primario.   Mi teoría es que las pastillas que tomamos, simularon un estado mental muy parecido en nosotros y los infectados no nos percibieron como humanos, sino como dos zombis mas. – Rebeca estaba entusiasmada por la repercusión de su descubrimiento.
-    Pues vamos a tener ocasión de probar de nuevo tu teoría, tendremos que tomar otro puñado de pastillas si queremos salir de aquí. – la dije sacando las pastillas que me quedaban en el bolsillo.

Recogimos todos los medicamentos que pudimos y los metí en una bolsa, luego con esparadrapo me los pegue  al cuerpo, para que no pudiera quitármelos de encima, cuando empezaran a actuar los alucinógenos.     Repartimos las pastillas que me quedaban a partes iguales y ambos las tomamos al mismo tiempo.    Los efectos eran los mismos, calor, alucinaciones, sexo y luego como la primera vez, zombis que caminaban entre nosotros, incluso alguno de ellos abrazaba a Rebeca, pero no la atacaban, eran como abrazos de despedida de viejos amigos.

Cuando despertamos, ambos estábamos abrazados, desnudos con la bolsa pegada a mi cuerpo entre nosotros.  El Hospital Provincial se veía lejano sobre los árboles, los efectos de la medicación se habían pasado y volvíamos a estar en peligro.    Mis temores se confirmaron cuando un podrido con uniforme de militar salió de la espesura.  Recogí una piedra del suelo y le golpee en la frente. 


  Rebeca y yo corrimos através del  bosque, no mirábamos atrás pero sabíamos que nos perseguían.    Por un momento pensé que seguíamos alucinando, ambos corriendo de la mano, desnudos por un bosque, perseguidos por una horda de zombis, era surrealista.     Llegamos a una carretera, allí miraras donde miraras había podridos, aun no habían detectado nuestra presencia, lo que nos daba unos segundos.  Rebeca y yo nos la jugamos entrando en una ambulancia que había en la cuneta.  Si esa ambulancia no arrancaba, estábamos jodidos.   Ese debió de ser el día de los milagros, la ambulancia arranco y nos alejamos tan rápido como pudimos sanos y salvos.

Unos kilómetros después paré en el arcén, estábamos milagrosamente salvados. Rebeca y yo nos abrazamos, luego nos besamos, seguíamos desnudos.     Pasamos a la parte trasera de la ambulancia y por primera vez hicimos el amor conscientemente, recorrimos la anatomía de nuestros cuerpos disfrutando como si fuera la primera vez que hacíamos el amor, como quinceañeros, como muertos que regresan a la vida, como solo nosotros comprendíamos.

EPILOGO

Cuando llegamos al pueblo con la ambulancia, nuestros tres compañeros de aventuras seguían en la casa donde los habíamos dejado, rodeados de podridos y muertos de miedo.  Aparcamos debajo del balcón y pudimos rescatarlos.   Al final los cinco volvimos sanos y salvos.  A ellos los recibieron como héroes y nadie se entero de lo que les había pasado realmente.

Pipo empezó a tomar insulina y hasta donde yo se, llevó una vida normal como cualquier muchacho de su edad.

Rebeca dejo de tener pesadillas
por las noches.