viernes, 21 de septiembre de 2012

FLASHBACK DE MARTOS

Allí estábamos los cuatro, en mitad de la noche, alrededor de una pequeña hoguera, esperando pacientes a que el conejo pudiera comerse.   Era tal el hambre y la desesperación, que cada segundo que pasaba parecía una eternidad. 

- Cada vez que pienso que en el momento que empezó todo,  derrochábamos comida y bebida en aquel barco - dijo Martos y acto seguido empezo a contarnos sus historia.

VALENCIA (SPAIN) 2 AÑOS ANTES

Este crucero por el mediterráneo llegaba en el mejor momento.  Desde que empezaron a aparecer noticias en los telediarios de ese nuevo virus todo el mundo estaba muy nervioso.  Al principio eran noticias esporádicas y en países lejanos, que con el paso de los días, se convirtieron en noticias locales y frecuentes.      Yo ya conocía la mayoría de las ciudades que visitaría el crucero y no me llamaban especialmente la atención, pero Iker había conseguido una buena oferta de última hora en su agencia de viajes y no se me ocurría mejor sitio para evadirnos de las noticias de la enfermedad, que tirados en una hamaca en la piscina de un trasatlántico, ligando con francesas e italianas.

Este era mi tercer crucero, pero a priori no se parecía en nada a los dos primeros.  Lo normal era ver gente disfrutando alegre y despreocupada de un lado a otro, personas divirtiéndose, allá donde fueras sin embargo el ambiente era tenso y la gente sobria, solo algún que otro niño ajeno a la situación del mundo jugaba despreocupado por el barco.

El primer día de navegación Iker y yo lo pasamos conociendo el barco, recorriendo los salones y restaurantes, tomando copas y fichando a las chicas con las que nos cruzábamos.   Para cenar nos acercamos a comer algo en un buffet abierto las 24h.    Estábamos prácticamente solos y recuerdo como comentamos la cantidad inmensa de comida que teníamos a nuestra disposición y que probablemente acabarían tirando a la basura.

Decidimos que al día siguiente desembarcaríamos en Túnez y nos daríamos una vuelta por su Medina, Iker tenía varios encargos de cachimbas y tabaco.   Antes de acostarnos nos pasamos por la discoteca del barco, tan solo un grupo de teenagers bailaba y daba algo de vida al sitio.  Decidimos tomarnos un gin tonic y marcharnos a la cama en cuanto los  acabásemos.    Apurábamos los últimos sorbos a nuestras copas cuando aparecieron cuatro chicas guapísimas en la disco.    Todas eran guapas, morenas y llevaban unas minifaldas que quitaban el hipo.   La ausencia casi total de hombres maduros las empujo hacia nosotros dos, que creo debíamos ser los únicos adultos y solteros de la discoteca del barco.   

La más extrovertida de las cuatro se acerco a nosotros y entablo conversación sobre nuestra procedencia,  ellas eran mexicanas habían terminado de estudiar la carrera y estaban de crucero por el mediterráneo celebrándolo.     Durante unas horas estuvimos hablando, bailando y bebiendo juntos.  Luego las invitamos a tomar la última copa a nuestro camarote, y aceptaron.    La borrachera derivó en tonteo y a continuación en orgía.  Todos acabamos desnudos y las cuatro chicas fueron pasando de mi cama a la de Iker y viceversa,  hasta que el cansancio hizo mecha en ellas y una a una fueron quedándose dormidas.   Estaba claro que no habían venido a Europa a ver piedras.

La mañana siguiente llegamos al puerto de Túnez,  pero ante nuestra sorpresa el barco no atraco, las autoridades aconsejaron que nos quedáramos abordo del barco,  problemas con la maldita epidemia provocaron que el barco diera media vuelta sin tocar puerto.  Ahora si, desde el barco se veían numerosos fuegos en diversos puntos de la ciudad, lo cual nos extraño mucho.  Durante el resto del día fue el tema de conversación, con cualquiera que te cruzaras en el barco te comentaba lo de Túnez.   Y para alimentar los cotilleos la televisión tunecina había dejado de emitir y se había establecido toque de queda, todo era muy confuso, quizá un golpe de estado, pensé.

Afortunadamente en el barco estaban las chicas, decidimos buscarlas, no porque estuviéramos preocupados por ellas, sino porque se habían convertido en la única diversión del barco, con ellas nos lo pasaríamos bien y nos olvidaríamos del tema de la epidemia y de Túnez.   Además al día siguiente llegaríamos a Nápoles y ya en Europa no tendríamos motivos para preocuparnos por la epidemia, salvo casos aislados, como habíamos dejado en Alicante.   Cuando las encontramos, me di cuenta que de la epidemia era imposible evadirse, lo de Túnez las había asustado y llevaban toda la tarde al teléfono intentando contactar con sus familiares en México y les era imposible.   Estaba claro que no estaban para fiestas.  Así que después de un rato intentando tranquilizarlas y viéndome el percal de la noche que me esperaba, deje a Iker con ellas y decidí marcharme al casino a echar unas manos de póker, a ver si podía relajarme.    Al final mi habilidad con el póker fructifico con varios miles de euros, habitualmente jugaba en Internet y se me daba bien, pero en vivo nunca había ganado tanto.     Cuando termine de jugar se me acerco una despampanante mujer llamada Claudia, con un escote y una minifalda falda que parecían un cinturón.    En un italiano perfectamente legible para mi, me ofreció sus servicios sexuales a cambio de dinero, yo lógicamente acepte y nos fuimos al camarote.    Por fin había conseguido pasar un buen rato sin que la epidemia me lo fastidiara.

Por la mañana atracamos en Nápoles, había planificadas varias excursiones por la zona, yo escogí la de Pompeya, recordaba varios documentales que contaban cómo una erupción volcánica del Vesubio había sepultado la ciudad y ahora podíamos disfrutar de una ciudad de la antigua Roma, tal cual fue hace 2000 años.   Aunque en principio se retrasaron y llegamos a pensar que las iban a cancelar todas, finalmente la gente monto en los autocares y salió hacia sus excursiones.  También hubo muchas gente que se bajo del barco, pero para abandonarlo, habían puesto un par de autocares para todo el que quiera trasladarse al aeropuerto y abandonar el crucero.     Yo me preguntaba para qué coño se habrían embarcado, la cosa estaba igual de mal, que una semana antes.

El autobús a Pompeya estaba semivacío, apenas quince personas en todo el autobús, que mientras recorríamos los pocos kilómetros que separaban Nápoles de Pompeya, mirábamos atónitos por las ventanillas como continuamente los coches de policía, bomberos y ambulancias pasaban a nuestro lado y se cruzaban continuamente.

  La guía local nos puso al día de la epidemia y la situación de la zona era mucho peor de lo que yo me pensaba, Iker había acertado al quedarse durmiendo en el barco.   Aparcamos en una zona habilitada para autobuses y la guía nos llevo a la carrera hacia las taquillas, allí todo el mundo estaba nervioso y hacia corrillos, cuando nuestra guía se dispuso a sacar las entradas, la indicaron que pasara directamente, que hoy no estaban cobrando a nadie.

Una pareja de recién casados empezó a discutir a mi lado, nerviosos, echándose en cara la idea de venir a Pompeya. Ella era muy llamativa, era rubia con el pelo largo y vestía un vestido blanco que no ocultaba ninguno de sus preciosos atributos, me pareció madura y muy sexual, el sin embargo daba la impresión de ser un imberbe hijo de papa, no me explico que había visto semejante bollazo en  el.   Al final comenzamos la visita a la carrera, sugiriendo a la guía que fuera breve  todos queríamos terminarla y volvernos al barco cuanto antes.   

La visita transcurría con normalidad hasta que llegamos al foro,  allí vimos nuestros primeros infectados, atacando a gente, al principio me pareció increíble que hubiera alguien atacando, mordiendo a una persona y nadie interviniera para detenerlo.    Me separe de mi grupo y corrí hacia el agresor, la gente con la que me cruzaba me decía que no lo tocara, que podía contagiarme.    Yo continúe corriendo hacia ellos sin hacer caso, pero antes de que yo los alcanzara, otros dos infectados se tiraron a por el pobre diablo mordiéndole la cara y la pierna.  Me detuve en seco, no era lo mismo enfrentarme a uno, que a tres infectados.  Me gire esperando encontrar ayuda, pero todo el mundo corría despavorido.

 Sin Saber de donde, aparecieron mas infectados que perseguían a los turistas por las ruinas de Pompeya.      En ese momento fui consciente de que si quería salvar la vida tenia que escapar.   Corrí por las calles de Pompeya sin rumbo, por instinto, huyendo de la jauría, buscando la salida, en ese momento maldije el momento en que me apunte a la excursión.   
Cuando pensaba que había encontrado la salida, la  franqueaba un puñado de infectados, frente a ellos, la pareja de recién casados.    El corrió hacia la puerta y cuando el primer infectado intento agarrarlo, cambio súbitamente de dirección y lo esquivo con facilidad, (al menos los infectados parecían no coordinar bien sus movimientos),  corrió 20 metros mas esquivando con habilidad los que intentaban atraparlo, luego se detuvo para gritarle a su novia que hiciera lo mismo que el.  Obviamente la chica no lo hizo, esta paralizada, aterrada y no podía ni moverse.   El tío cobarde la grito que iba a buscar ayuda y que volvería a buscarla, pero conforme se giraba para huir, se topaba de frente con un infectado que le mordía el cuello.

     La cosa se ponía fea, esa puerta era demasiado peligrosa. Agarre a la chica de la mano y tire de ella hacia las ruinas, ella cayo desmayada y no me quedo otra opción que llevarla a cuestas.   Me introduje en el laberinto de ruinas, hasta que el cansancio me obligo a parar, entre en una casa casi intacta y deje a la chica tumbada en un rincón, oculta.    Mire a mi alrededor, las paredes estaban decoradas con motivos sexuales, habíamos entrado en un lupanar romano, me hizo gracia.

Cuando la chica despertó, le explique cual era nuestra situación, soltó a llorar y yo la consolé como pude.  En el exterior periódicamente se escuchaba algún grito desgarrador de las personas que eran presa de los infectados.   Me dijo que se llamaba Heidi, tenía 24 años y se caso ayer en Paris, ahora era viuda.   Cuando dejamos de escuchar ruidos salimos y anduvimos por las ruinas buscando otra salida de Pompeya.   Entonces el destino nos jugo una mala pasada, Heidi vio a su novio y lo llamo,  cuando se acerco vimos  aterrados que ahora era un infectado,  nos ataco, pero afortunadamente tropezó con una columna y cayo al suelo.   Corrimos lo mas rápido que pudimos, esto origino que montáramos un escándalo que atrajo a mas infectados.  

Subimos por la vía que llevaba al foro, como hicimos unas horas antes con la guía, esperando un golpe de suerte y hallar una salida.     Al entrar en el foro nos topamos de frente con un grupo de soldados fuertemente armados que nos hacían señas para que nos tiráramos al suelo.    Me lance sobre Heidi y caímos rodando al suelo, levante la cabeza y asombrado presencie como uno de los soldados disparaba en la cabeza de un infectado, sin mas, caía muerto en el suelo. Luego baje la cabeza y escuche el ruido de sus armas automáticas escupiendo balas sobre el grupo de infectados que nos perseguía.    Abrace a Heidi, cubriéndola con mi cuerpo para que no viera la matanza, a su novio lo acababan de reventar la cabeza, antes de que nos dieran permiso para levantarnos remataron a los infectados con un tiro en la cabeza.

Cuando pedí explicaciones a los militares sobre su aptitud con los infectados, me contestaron que era la única forma de acabar con ellos    Apareció un infectado nuevo en el foro y el militar que me dio las explicaciones le disparo un balazo en el pecho y aun así continuaba avanzando a la misma velocidad, parando solo con un segundo balazo en la cabeza, en aquel momento me pareció increíble.

Luego los militares nos mandaron con un grupo de supervivientes reunidos en un autobús y nos despacharon al barco con la excusa de que no tenían efectivos suficientes para protegernos.     El trayecto de regreso al transatlántico parecía el escenario de una película de terror: accidentes, fuegos, gente huyendo, etc.  Todo se desmoronaba y nosotros solo podíamos mirar como  testigos mudos, a través de los cristales del autobús.

En el puerto había muchos militares armados impidiendo el paso a una multitud que quería acceder a una vía de escape.  A nosotros nos abrieron paso y entramos, el puerto parecía otro mundo, tranquilo sin gente huyendo en todas direcciones.  Ajenos a la catástrofe, dos miembros de la tripulación esperaban sonrientes con mantas y café nuestra llegada. 

En el barco me esperaban Iker y las chicas, que se negaban a creer lo que les estaba contando,  pero los incendios en la ciudad, perfectamente visibles desde el barco y el testimonio de los que iban llegando eran irrefutables.  Subimos a la ultima cubierta a ver si podíamos ver algo mas,  desde allí divisábamos la entrada del puerto, la multitud que se agolpaba en las puertas, ya se contaban por cientos, en un momento determinado empezaron a oírse disparos, no sabemos si sobre los infectados o sobre los que intentaban acceder al puerto.  

El caso es que empezaron a llegar personas corriendo al barco, algunas de ellas sangrando ostensiblemente por heridas de balas o de los infectados.  Cuando el Capitán se percato de la situación ordeno a los miembros de la tripulación que entraron en el barco y soltaran amarras, coincidiendo con los primeros infectados que perseguían a personas que corrían desesperadas.   Aquello era surrealista la civilización se iba al garete y a mi lado la gente tiraba fotos y grababa vídeo, entusiasmados, ajenos a la realidad.

Una hora después el capitán y el director del crucero nos reunían a todos los pasajeros en el salón de actos.   No podían comunicarse con nadie de su compañía y no sabían como proceder,  la radio y la televisión informaban que todas o casi todas las ciudades estaban en la misma situación que Nápoles.   A pesar de ello, una parte de los pasajeros y de la tripulación decidieron bajar del barco y buscarse la vida por su cuenta para regresar a sus hogares, con sus familias.   Esa misma noche el capitán mando soltar algunas de las barcazas salvavidas, sus ocupantes tomaron diferentes direcciones unos a Nápoles otros hacia Sicilia, poco a poco se fueron alejando del transatlántico.

Los días que siguieron el capitán navego de puerto en puerto, solo para descubrir que era imposible desembarcar en ninguna ciudad, ni Marsella, ni Livorno, ni Mónaco, ninguna ciudad era ya segura.   Luego dejamos de recibir señales de televisión y radio, nuestra único contacto con el exterior eran algunos móviles vía satélite que  solo servían para recibir malas noticias y que termino confiscando el capitán.    Además algunas de las personas que subieron al barco en el ultimo momento estaban empeorando rápidamente de salud y uno estaba apunto de morir.

Con los días, el lujo, se había convertido en suciedad por todo el barco, la amabilidad de los tripulantes ahora era desprecio e insultos, la situación era muy tensa y a medida que empezaba a escasear la comida, se veía venir que la cosa no iba a terminar bien.  Claudia, la despampanante italiana ya no se prostituía por dinero, se acostaba con los camareros y cocineros del barco a cambio de comida u otros favores.   Para colmo un herido había muerto y otra chica estaba moribunda.

Al final ante la presión, el capitán cedió y decidió entrar en un puerto, necesitaba repostar y reaprovisionarse para un viaje hacia el norte, las noticias que llegaban es que los países nórdicos la epidemia era mucho menos grave.   El puerto elegido fue el de Gibraltar un puerto militar inglés que daba acceso al mar Atlántico.   Yo tenía claro que desembarcaría allí e intentaría llegar a casa por mis propios medios. 

Esa era nuestra última noche en el barco, decidimos juntar toda la comida y bebida que nos quedaba y hacer una cena de despedida en la suite más grande del transatlántico, a estas alturas, estaban casi todas a nuestra disposición.  Además de las mexicanas, invitamos a Heidi ya que éramos sus únicos amigos y no quería separarse de mi. Comimos y bebimos durante horas, luego Iker empezó a besarse con las chicas.  Como noté que Heidi estaba incomoda con la situación, me ofrecí a acompañarla a su camarote, eso si pensando en volver lo antes posible para participar en la ultima gran orgía.

Al llegar al camarote,  me ofreció pasar, instintivamente la bese en la boca, ella metió su lengua dentro de la misa y deslizo su mano dentro de mi pantalón, tirando de mi al interior del camarote, pero antes de que pudiera cerrar la puerta, apareció Fransua corriendo y gritando por el pasillo. Era un simpático miembro del equipo de animación del barco.  Nos pidió ayuda,  el doctor del barco se había vuelto loco y estaba mordiendo a una camarera.   Era el maldito virus, ahora lo teníamos dentro del barco.   Eche un rápido vistazo al camarote de Heidi y agarre un kettlebell que debió ser de su novio.   Corrimos con Fransua hacia donde había visto el ataque, un salón que estaba en la misma cubierta, pero en la otra punta del barco.

Al llegar, nos encontramos con que varios miembros de la tripulación forcejeaban contra el, intentando reducirlo sin éxito, el medico mordía y arañaba como si se tratara de una fiera y a pesar de ser cuatro hombres adultos los que lo intentaban, no podían con el.     Según me acercaba descubrí como un quinto hombre se retorcía de dolor en el suelo, doliéndose de una oreja que la llevaba colgando y que le sangraba abundantemente, también la camarera estaba tirada en el suelo sangrando,  atendida por una compañera  se convulsionaba violentamente.   Alcé el kettlebell y le arree en la cabeza al medico, salpicando un líquido negruzco a los que le rodeaban y cayendo fulminado al instante.

Heidi iba a atender a la camarera y la agarre del brazo impidiéndoselo, cuando se giro para pedirme explicaciones, la camarera se levanto súbitamente y ataco a la mujer  que derrodillas intentaba socorrerla.    Heidi y yo salimos corriendo del salón, la infección ya estaba descontrolada.  Empezamos a subir escaleras hacia la suite donde habíamos dejado a Iker follando con las mexicanas, con la intención de avisarlos.   A mitad de camino asumimos que llegar a la cubierta de Iker era imposible, había infectados por todas partes y los pocos que quedábamos en el barco huíamos aterrados buscando un escondite.     Un marinero con un trozo de carne colgando de su cara y los ojos grises nos vio y se lanzo a nosotros como una fiera.   Tuvimos el tiempo justo de meternos dentro de la sala de masajes y cerrarla por dentro.   En el tiempo que tarde en explorar la sala, se juntaron  dos infectadas mas golpeando la puerta, eran dos de las chicas mexicanas, estaban desnudas y su piel ya no era bronceada sino grisácea, tenían señales de heridas y mordiscos en las tetas y otras partes de su cuerpo, me temía que de un momento a otro lo que quedara de Iker también se pondría a golpear la puerta así que cogí a Heidi y la lleve al interior.

Estábamos atrapados, era cuestión de tiempo que rompieran la puerta.  Heidi me pregunto que íbamos a hacer, yo le conteste que solo se me ocurría una cosa.  Agarre el kettlebell y golpeé la ventana de cristal hasta que cedió.    Las luces de los incendios  nos mostraban el camino a tierra, no se si África, España o alguna isla pero prefería enfrentarme a la oscuridad y el frío del agua y lo que me pudiera encontrar en tierra, a lo que sabia que había en el barco.   Heidi y yo nos besamos, luego cerramos los ojos y saltamos al agua. 


- Ya puedes terminar tu historia, el conejo esta asado – interrumpió Salchi.
- Pero coño, deja a Martos que termine su historia. – protesto enfadado Boris.

A la mañana siguiente llegamos nadando sanos y salvos a la costa, a un lugar llamado Benzú, pero eso ya es otra historia, vamos a comer el conejo que se enfria y si tardo mas, Salchi me muerde a mi.