lunes, 24 de diciembre de 2012

NAVIDAD Y LAS BRUJAS DE LA NOCHE



-         ¿Qué coño es ese ruido? – Pregunto Martos extrañado.

-         Son villancicos, los niños y las mujeres están cantando villancicos, ¿te suena de algo la navidad? – Contesto sarcásticamente Salchi.

-         No me jodáis, que me están dando ganas de potar -  Dijo Martos echando una gran risotada.

-         Pues es peor todavía Le hemos prometido a Maya que la traeríamos regalos para los niños, para que el gordo borracho de rojo se los dé y todo el mundo sea feliz en navidad – Saltó Boris, chocando la mano con Salchi.

-         No me jodáis, llega una cara bonita, os hace dos carantoñas y perdéis el culo, para salir ahí fuera a buscar regalitos, pues yo no voy – dijo taxativamente Martos.

-         Me temo que si que vas, nos ha ordenado el Coronel que acompañemos a los aprovisionadores, es Nochebuena y no quiere perder a nadie.  Salimos en media hora en busca de provisiones y si se puede algún juguete para los niños -  dije poniendo fin a la discusión.

-         Ja, ja – rió Martos, si encontráis algún juguete ahí fuera, yo me visto de Santa Claus y se los reparto. -



La incursión estaba compuesta de seis vehículos.  Primero un GTK-Boxer brindado abriendo paso medio kilómetro por delante.   Luego un Hummer abriendo la columna, seguido de tres camiones de transporte y cerrando la columna íbamos nosotros en nuestro Willy con Martos manejando la MG-42 y el resto con los rifles montados atentos a la aparición de cualquier sorpresa.



El ruido que originaba el GTK despertaba y alertaba a los podridos, entonces cuando llegaba el resto del convoy  se acercaban furiosos a atacarnos.  Nosotros los ignorábamos y solo si alguno se acerca demasiado un certero disparo en la cabeza, lo dejaba seco en el acto.  O simplemente dejábamos que persiguieran el convoy, conscientes de que a su velocidad no nos alcanzarían nunca, es posible que este fuera el origen de las molestas hordas.



El trayecto a nuestro destino fue tranquilo, ya que los pocos obstáculos que encontramos en la carretera, los retiró el vehiculo de avanzada o los pudimos esquivar  saliendo momentáneamente del camino.   Para mas seguridad, poco antes de alcanzar nuestro objetivo, páramos para montar un poco de ruido con unas explosiones y  fuego, que tuviera distraídos a los podridos y no nos jodieran el aprovisionamiento.



Nuestro destino era un acuífero de varios lagos rodeados de juncos donde una gran cantidad de aves habitaban en libertad, nuestro principal objetivo eran los Gansos, un ave parecida a los patos, que vive en manadas cerca de zonas húmedas.    Debíamos capturar los suficientes para comer todas las navidades, pero sin esquilmarlos para otras futuras ocasiones.   Afortunadamente a nosotros cuatro, no nos toco cazarlos, nuestra función consistía en generar una zona de seguridad alrededor de los lagos, para que los que estaban capturando a los gansos no se llevaran una sorpresa desagradable con los podridos.



Salchi y Martos como siempre, se picaron entre ellos a ver quien reventaba más cabezas de zombis, esta vez con un bate de béisbol.  Los pocos podridos que asomaron la cabeza, la perdieron rápidamente.   Creo recordar que el tanteo cuando nos marchamos de las lagunas estaba de siete a cinco a favor de Martos que era realmente hábil con el bate.  Si el pique hubiera sido a mamporros, seguro que Salchi habría ganado sin dificultad.



En el convoy, de regreso reinaba el buen royo, volvíamos a casa sin ninguna baja y con los camiones llenos de gansos, la mayoría vivos, pues alguien había tenido la genial idea de  intentar criarlos en cautividad.   De improviso la suerte nos abandono y el segundo camión repentinamente se averió en mitad de la nada, el resto del convoy se detuvo.  Tenía una avería muy común, se había partido el cable del embrague, la reparación era relativamente fácil si se tenía un cable de repuesto, lo que no era nuestro caso.  



No podiamos dejar el camión abandonado, por un lado estaban los podridos, que atraídos por el ruido de los gansos no tardarían en aparecer y por otro, no queríamos prescindir de  un camión, era un recurso básico y no queríamos perderlo.  Tomamos la decisión de que el convoy seguiera adelante y volviera a la base con su carga.  No debiamos arriesgarnos a perderlo todo.  Boris y yo  buscaríamos con el Willy algún taller, desguace o sitio donde pudiera haber un cable de embrague.  Salchi y Martos mientras se quedarían en el camión protegiéndolo, tenían instrucciones claras para abandonar el camión si la cosa se ponía fea y lanzar rápidamente una bengala para avisarnos y volver a buscarlos.       



Según me alejaba del camión y veía a Martos y Salchi en la distancia, mas arrepentido estaba del plan, las navidades siempre había sido época de desgracias en mi familia, además estaba convencido de que no iban a lanzar la bengala, antes muertos que pediendo ayuda.   Así que instintivamente pise el acelerador, teniamos que volver lo antes posible.



-         Esto no ha terminado, solo vas dos arriba – dijo Salchi levantando un bate en cada mano.

-         Dicen que perdiendo se aprende, pero salchichón, tú no te cansas de aprender nunca – respondió Martos con su característica risotada.

-         Si, si ríete pero ya veremos quien es el que se ríe cuando lleguemos a la base – Salchi salto del camión con los bates en ristre, oteando en todas las direcciones y maldiciendo la ausencia de podridos.

-         Tómatelo con calma Salchichón, de aquí a que vuelvan vas a tener muchas oportunidades de reventar cabezas de podridos. -  Dijo Martos tras saltar del camión y encendiéndose un cigarro.

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-         Mira ahí esta el desguace, quizás tengamos suerte -  Dijo Boris indicando con la mano un cartel que indicaba el desvío.

-         Mejor, dentro de poco anochecerá y no veremos nada, no quiero arrepentirme de haber dejado a esos dos solos. – Contesté con el semblante serio.



El desguace, resulto ser un mega desguace, posiblemente uno de los más grandes del país,  grandes bloques de coches se amontonaban formando torres de varios metros de altura.    Y en su interior deambulaban decenas de podridos perdidos en el laberinto de hierro.



Estaba empezando a ponerme nervioso cuando Boris oteó los restos de varios autobuses.



-         ¡Mira Ivan, esos autobuses nos pueden servir! -  Grito Boris .

-         ¡¡Por fin!! – Suspire con satisfacción.



En una hábil maniobra coloqué el Willy paralelo a los autobuses y de un salto me planté frente al primero, a la par Boris montaba la MG-42 para cubrirme.  Yo esperaba ser lo suficientemente rápido y que no tuviera que utilizarla, pero eso era una utopia, a los pocos segundos de cacharrear con el autobús ya sonaban los primeros disparos,  al principios ráfagas sueltas, cortas y certeras, luego poco a poco se volvieron mas continuas.  En un momento que levante la cabeza pude ver como un torrente de podridos salían de todas partes, incluso del interior de la chatarra.



-         ¡Ivan se ha encasquillado! No puedo contenerlos mas, tenemos que marcharnos – sonó la voz de Boris con un tono de pánico que nunca antes había escuchado.



Me gire con el cable del embrague en la mano, ya solo tenia que saltar al Jeep y salir pitando.   Mire a mi alrededor y por un segundo me quede paralizado, estábamos cercados por docenas de podridos, yo solo tenia un cable de embrague para defenderme.   Boris aporreaba la ametralladora y maldecía, sin coscarse que estaban apunto de agarrarlo los podridos.



En ese momento una lluvia de balas cayó sobre los podridos, Boris y yo nos refugiamos entre el autobús y el willy, con una pistola y un cable de embrague como única protección.    Luego llego el silencio, ya no debia quedar ninguno, nosotros por si acaso seguíamos refugiados,  hasta que una voz femenina gritó.



-         Salir del agujero con las manos en alto, si no quereis que os metamos un tiro en el culo – nos miramos y levantamos la cabeza al unísono, buscamos con la mirada sin ser capaces de ubicar su posición.



Boris y yo obedecimos y salimos con las manos en alto, estaba claro que si querían acabar con nosotros, ya lo hubieran hecho.    Al instante apareció una figura de la sombra, ambos nos quedamos boquiabiertos cuando la vimosUna chica alta, morena, con un llamativo chandal amarillo, una K-47 en una mano y una katana en la otra, al acercarse pudimos apreciar su belleza, sus ojos azules.



-         No quiero haceros daño, pero me quedare el Willy como pago por haberos salvado la vida – dijo la chica señalando al Jeep.

-         ¿Si quieres podemos hacer un trato?, primero nos dices tu nombre y luego puedes quedarte con el Willy si nos acercas hasta donde están dos amigos esperándonos, ellos tienen un camión averiado y debemos reunirnos con ellos lo antes posible, luego podéis quedaros con el Willy – Les hice la oferta consciente de que el tiempo corría en nuestra contra.

-   Mi nombre es Beatrix, podeis llamarme Bea y si con el Jeep viene incluida la MG trato hecho – dijo la chica con una bonita  sonrisa de satisfacción.



  Dijo ser una de las brujas de la noche.  Lo que provoco una batería de preguntas por nuestra parte,  ¿Quiénes eran las brujas de la noche? ¿Por qué había pluralizado? ¿Cuántas eran?   Ella, en vez de contestarnos silbó y de la oscuridad aparecieron lo que al principio pensé que eran mas podridos, pero estaba equivocado, eran otras chicas, tres mas, vestidas de látex negro brillante,  tan guapas como Bea.

Una se llamada Sai era rubia con unos atributos pectorales realmente fuera de lo común, otra Maria, morena seguramente latina y la ultima era Holly una chica de color que parecia una montaña humana, haria buena pareja con Salchi.    Boris y yo empezamos a presentarnos y a babear con la belleza y el escultural cuerpo de las cuatro chicas cuando el cielo quedo iluminado por una bengala.  Era el momento de salir corriendo.

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-         Y con este empatamos a 28 – dijo Salchi limpiado el bate del liquido negro, que le había salpicado la cabeza a una podrida vestida de “Prada”, a cual acababa de abrir la cabeza como si fuera una sandia.



-         Salchichón empiezo a tener hambre, ¿que te parece si les dejamos una nota en el caminon y exploramos a ver si encontramos algo que meternos en la boca? -  Pregunto Martos frotándose la barriga.



-         De sobra sabes que no podemos abandonar el camión, no quiero que Iván me de la charla – contesto resignado.



-         Y si aparecen en la oscuridad una horda de cientos de podridos, ¿Qué hacemos, nos quedamos en el camión? -  Pregunto Martos.



-         Pues los metemos y seguimos contando – Contesto Salchi a la broma de Martos.



-         ¿Pues sabes que te digo? Que te quedas tú, ala métele a esos podridos que vienen por la carretera – dijo Martos señalando a la horda, que se aproximaba, y recogiendo el equipo apresuradamente, antes de ponerse  a correr.



Salchi escalo al techo del camión, miró y solo salio de su boca un - ¡¡¡Coño!!! – después salto  apresuradamente y arranco a correr tras su amigo, tras ellos, la horda de podridos emergía de la oscuridad.   Cuando los muertos alcanzaron al camión, se despecharon agusto con las pobres ocas, fueron despedazadas y devoradas.  Esto afortunadamente los entretuvo un rato, pero no lo suficiente para que los podridos se olvidaran de ellos y empezara la cacería.  



Conforme pasaban los kilómetros, iban bajando el ritmo, desde hacia rato solo andaban, soltando cualquier cosa que los lastrara y produjera que los zombis les recortaran terreno, primero las mochilas, luego la ropa,  solo las armas conservaron mientras corrían en la fría noche.  



Aun así los zombis les seguían los talones.  Ellos no los veían, pero sabían que estaban cerca y que se echarían encima de un momento a otro.   Empezó a nevar, la noche era oscura y muy cerrada. Los gemidos se oian cada vez más próximos, al frente, la carretera la nada, despues mas carretera, detrás la jauría incansable.  Era el momento de lanzar la bengala y esperar que llegara la caballería.



Una vez lanzada la bengala, Martos paro a fumarse un cigarro.   Salchi le  animaba a seguir, pero Martos ya había decidido que la persecución había terminado, no huiria mas, era hora de que la presa se convirtiera en cazador.



-         Ya, se acabo el huir, estamos haciendo el gilipollas – dijo Martos expulsando el humo del cigarro.

-         Bueno, paramos un rato y luego continuamos huyendo o damos la vuelta y los metemos.  Si tenemos suerte, lo mismo están suficientemente dispersos a lo largo de toda la carretera y podemos con ellos – Contesto Salchi, con la voz entrecortada por la fatiga -  Además yo necesito entrar en calor y solo se me ocurre una forma - Añadió levantando el bate.



No paso mucho tiempo desde que pararon hasta que aparecieron los primeros podridos, saliendo de la oscuridad.   Martos y Salchi los esperaron preparados con los rifles y los batesDispararon hasta que la munición se agoto, luego con sus bates en ristre empezó un baile macabro, sin música pero con muchos muertos, en el cual ambos se movían acompasados, protegiéndose mutuamente y dandole a los podridos, que poco a poco caían inertes a sus pies, tapizando la calzada de cuerpos.



 Poco a poco, deshacían el camino recorrido, soltando mandobles a diestra y siniestra, no daban oportunidad a los zombis.  Cayeron de todos los tamaños y edades, muchos de ellos ya mutilados y harapientos, que estaban más cerca de dar compasión de que ser una amenaza.    Así al tran tran y concentrados en acabar con los podridos, avanzaron, hasta que para su sorpresa se toparon de nuevo con el camión de los gansos, habían deshecho el camino apenas sin darse cuenta,  ahora solo quedaba terminar con un grupo de podridos que aguardaban entorno al camión, devorando y peleando entre ellos por lo poco que quedaba de los gansos.



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El Willy freno en seco delante del camión, por un momento me temí lo peor, la parte trasera estaba destrozada y varios podridos manchados de sangre y plumas deambulaban alrededor cubiertos de sangre.    Boris debió de pensar lo mismo que yo y la MG escupió su furia, en forma de balas, destrozando completamente a los podridos y lo que quedaba de camión.



-         ¡¡ Alto el fuego Cabrones ¡!! Que tenéis vosotros mas peligro que los podridos – Grito Salchi en la oscuridad de la noche.

      

Boris y yo saltamos del Willy y corrimos a su encuentro, fundiéndonos los cuatro en un aliviador abrazo,  rápidamente notamos que estaban exhaustos, justos de fuerzas, habían sido varias horas de lucha sin cuartel.  No creo que nadie mas en el mundo  lo hubiera  logrado.



-         Joder, que susto nos habéis pegado – dijo Boris ofreciéndoles su petaca.

-         Susto, cabrones, nosotros peleando con los podridos y vosotros con esos pivones – Contesto Martos visiblemente perplejo por la presencia de las chicas e intentando colocarse decentemente la poca ropa que le quedaba.

-         Bueno, me alegro que halláis  encontrado a vuestros amigos.  Nosotras hemos cumplido con nuestra parte y nos abrimos – Grito Bea desde el Jeep, indiferente ante nuestra perplejidad.

-         ¿No nos iréis a dejar aquí tirados? – pregunto Boris con gesto incrédulo.

-         ¡¡Pero si ese es nuestro Jeep!! – dijo Martos extrañado, ignorante de nuestro trato con las chicas.



Las chicas se miraron entre ellas y empezaron a cuchichear, cuando terminaron Sai se acerco a nosotros y dijo.

-         Si no se entera nadie y sin que esto sirva de precedente, ya que no significa nada, hemos decidido acercaros por la mañana hasta el polígono de Colé, allí sabemos que hay un camión de transporte abandonado.  No creo que ese trasto arranque, pero es todo lo que podemos hacer por vosotros. – Después de hacer su oferta, el silencio reino, durante unos largos segundos, todos me miraron expectantes.

-         ¿Por la mañana y que coño vamos a hacer, hasta por la mañana? – pregunte intrigado.

-         Pasaremos la noche en uno de nuestros refugios, son unas bodegas abandonadas cerca de aquí – contesto Maria animándonos a montar en el Jeep con la mano, ante la cara de tontos que se nos había quedado a los cuatro.



En condiciones normales, no hubiéramos aceptado, las posibilidades de que cuatro tías macizas te invitaran a pasar la noche con ellas, eran diminutas lo mas seguro es que fuera una trampa.  Pero quien sabe, a lo mejor por que era nochebuena o quizás por la sonrisa picara que tenían las chicas en el Jeep.   El caso es que los cuatro corrimos al Willy como si nos fuera la vida en ello. 



Bea conducía y yo iba sentado a su lado, detrás iban los seis como sardinas en latas, apretados unos contra otros y sin embargo ninguno se quejaba, al contrario por la cara y las risas que se escuchaban la conclusión es que les agradaba la situación.

Unos pocos kilómetros después nos salimos de la carretera y cogimos un camino secundario.    Me extraño la cantidad de viñedos que poblaban ambos lados del camino, Bea se percato y me informo que era una famosa zona vinícola,  estuvimos hablando de vino gran parte del camino y al final se comprometió a enseñarme la bodega y hacer una cata de vinos conmigo.



El sitio era perfecto estratégicamente hablando, estaba en lo alto de una colina, solitario, semiperdido en el campo, un gran muro lo rodeaba e impedía el paso de cualquier podrido despistado que llegara hasta allí.   Y al utilizarlo solo ocasionalmente, no atraía a las grandes hordas de podridos.   Dentro del muro solo había dos edificios, una casa rustica de dos pisos y una nave de unos 100 metros de largo por 30 de ancho.



Las chicas nos enseñaron la casa.  En el piso inferior tenia un salón, una gran cocina y un par mas de habitaciones.  En su día acogedora,  ahora solitaria y fría, a pesar de ello un lujo para nosotros, acostumbrados al maloliente refugio donde  pasábamos afinados  tantas horas.      El piso superior solo tenia dormitorios, limpios, con grandes camas.   Estábamos repartiéndonos las camas, cuando las chicas nos ofrecieron una visita guiada por la bodega, con cata incluida. Estábamos muy cansados, pero no tanto como para que dejáramos pasar la ocasión de ponernos ciegos de vino y quien sabe si de algo mas.



La bodega estaba dentro de  la nave, a primera vista solo se veían grandes barriles de roble, seguramente fermentando el vino en su interior eternamente.   No habiamos terrminado de visitar la bodega cuando ya habíamos dejado en el camino varios cadáveres, en este caso de botellas que se habían cruzado en nuestro camino.    Creo que tanto nosotros como ellas empezamos a beber más de lo razonable, lo cual desemboco en cánticos, bailes y abrazos de consuelo mutuo.    Espontáneamente habíamos empezado a besarnos con las chicas, y entre beso y beso sus trajes de látex iban dejando al descubierto su piel, sus senos, sus muslos.   No tardaron en caer nuestras ropas junto a las suyas, encontrándonos los ocho desnudos y excitados,  follándonos todos, los unos con los otros en una orgia que hubiera firmado el mismo Calígula.



Las cuatro chicas estaban de toma pan y moja, buenísimas y por lo que deduje hacia mucho tiempo que no echaban un buen polvo.     A los pobres Salchi y Martos que apenas tenían fuerzas, les trataron como a peluches y a las primeras de cambio quedaron KO por el cansancio.  Boris y yo continuamos satisfaciéndolas, hasta que al final yo termine con Bea y Maria, haciendo el amor.     La orgia de vino y sexo se prolongo por casi toda la noche.  Por la mañana los rayos del sol me despertaron acostado en una cama junto a ellas, sin tener la menor idea, de como llegue allí, ni como finalizo la noche.   Ellas estaban desnudas abrazadas a mi y aun dormídas.  De fondo el crujir de una cama, alguien que había despertado con mucha energía, despues me entere que eran Salchi y Holly.



Luego en el desayuno, nos juntamos y las chicas nos ofrecieron quedarnos con ellas una temporada, tenían comida, armas y medicamentos, así como varios lugares como este donde refugiarse.   Y aunque la oferta era muy tentadora, nuestro compromiso con el resto de supervivientes de la base era firme e inquebrantable.



A mediodía del día de navidad, llegamos al polígono como nos habían prometido, alli nos esperaba un camión abandonado y un montón de podridos deambulando, llamaba especialemente la atencion uno disfrazado de Santa Claus, con las barbas teñidas de rojo por la sangre de algun pobre diablo.
- !!!Esé es mío¡¡¡ -  Gritó martos, después lo descerrajo un disparo en la cabeza.
   Ya no paramos de escupir balas, sin descanso, hasta la que la MG al rojo vivo dijo, basta.  Luego a punta de pistola o mejor dicho de AK limpiamos la zona de amenazas, ipso facto.

    Ese día el diablo se había puesto de nuestra parte,  el camión tan solo estaba sin batería y sin gasolina, por lo que un pequeño apaño con nuestro viejo camión, lo puso en marcha.      Pero esa no era la ultima alegría, cuando abrimos la parte trasera, descubrimos que la mercancía que transportaba ese camión, eran juguetes.  Saltamos felices y nos abrazamos unos a otros sin que las chicas comprendieran el motivo de nuestro entusiasmo, después les contamos que nuestra alegría era por la cantidad de niños de la base, que haríamos felices al presentarnos el día de navidad con los regalos.

Nos despedimos de las chicas seguros de que nos las volveriamos a encontrar.    Martos se puso el disfraz de Santa Claus del podrido a regañadientes, como había prometido  y los cuatro volvimos a la base a pasar el resto del día de Navidad en paz con nuestros amigos.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

VILLA CERTOSA

- ¿Salchichon es cierto que conociste a Berlusconi? – Le preguntó Martos a Salchi rompiendo el incomodo silencio que reinaba en aquellas alcantarillas.
- Lo conocí y además me cepillé a alguna de sus chicas – respondió Salchi orgulloso al ver la cara de sorpresa que habíamos puesto.

Recordáis que os conté como nos rescataron del aeropuerto de Milán a mis hombres y a mí los militares, pues de Milano nos facturaron a Porto Rotondo en la isla de Cerdeña, para proteger un lugar llamado villa Certosa ¿Os suena?  Yo en cuanto escuche el nombre me imagine de qué se trataba el destino. Antes de que empezara la epidemia, era el foco de atención de los periodistas por ser el picadero del primer ministro Berlusconi.   Una villa cercana a la playa con 4500 metros cuadrados de terreno y más de 25 estancias entre las de invitados y las del personal de servicio.   Se decía que Berlusconi la tenia llena de putas de lujo y los mandatarios de todos los países hacían cola para visitarle.

Cerdeña era una isla de difícil acceso.  En un principio, las autoridades se apresuraron a cerrar el aeropuerto lo que había evitado la llegada masiva de infectados, también actuaron contundentemente con los barcos que llegaban, hundiendo cualquiera que no pasara los controles médicos y policiales,  con esto habían conseguido mantener alejada la plaga y mantenerse ajenos a lo que acontecía en el resto del mundo.    El problema era que el aislamiento también provocaba escasez,  los disturbios y las protestas eran cada vez mas frecuentes y nuestra misión era reforzar la seguridad.

Cuando llegamos nos asignaron a la vigilancia de la villa, teníamos que defender el perímetro exterior de agresiones o incursiones de los lugareños.  Nos prohibieron terminantemente  acercarnos a las estancias donde se encontraba Berlusconi y sus invitados.  Hacíamos nuestra vida en un edificio anexo a la puerta principal, allí teníamos nuestras habitaciones, nuestro comedor y nuestras sala de descanso.      Hacíamos turnos de ocho horas y yo era el responsable del turno de tarde.

Pocos días antes había visto como el mundo se iba al garete, luchando por salvar mi vida en Milán mientras aquí en Cerdeña, seguían con su rutina diaria como si el resto del mundo no tuviera nada que ver con ellos.    No eran conscientes de la suerte que tenían de seguir vivos, simplemente pensaban que tenían los mismos derechos y protestaban con concentraciones alrededor de la finca.  Las protestas para pedir comida, fármacos o cualquier otra cosa se convirtieron en diarias.  

A menudo teníamos que emplearnos a fondo contra la gente, golpeándolos y expulsándolos a palos de las cercanías de la finca.    Un día la cantidad de gente reunida en la puerta era superior a lo habitual, rondaba el millar de personas, los gritos y abucheos llamaron la atención de los invitados de la villa que se pusieron bastante nerviosos al ver tanta gente y tan crispada intentando derribar las verjas.

   Desde dentro de la casa se ordeno utilizar armas de fuego si era necesario para detenerlos, a los cabrones no se les paso por la cabeza compartir los recursos de los que disponían para calmar a la gente.   Ante el cariz de la situación decidí actuar, antes de que algún guardaespaldas ligero de gatillo o algún policía local nervioso provocaran una masacre.     Procedí a colocar mis hombres tácticamente, rodeando a los manifestantes, pero asegurándome de dejarlos una escapatoria.   Luego ordene  lanzar botes de hubo y a cargar contra la gente.   Como era habitual, en el caos y desconcierto de la situación corrían hacia la escapatoria que habíamos dejado, disolviéndose sin peligro.   Luego detuvimos a los cabecillas y no les quedo otro remedio que volver a sus casas.   Aunque yo sabia que la próxima vez que volvieran no seria tan fácil pararlos.

Berlusconi y sus invitados observaron asombrados la operación desde el interior de la finca.   Les impresiono tanto nuestra facilidad para manejar la situación que me hizo llamar, para felicitarme.  Esa misma tarde acudí, más por curiosidad que por los halagos.   Nunca había pasado del camino que separa la villa del cuerpo de guardia, la vigilancia en el interior la ejercían sus guardaespaldas personales y nadie de la policía local o de mi grupo entraba nunca a las dependencias interiores.  

La primera sorpresa que me lleve en mi camino a la finca, fue la abundancia de recursos, tenían un gran establo lleno de caballos, animales de granja, huertos y multitud de árboles frutales para autoabastecerse.  Se veía claramente que la escasez era algo ajeno a aquella finca.   Ya en la puerta me recibió el jefe de seguridad de Silvio, era un tipo calvo con cara de pocos amigos, un gilipollas que no paraba de decirme que debía y no debía hacer allí dentro.   Pasamos por multitud de lujosos salones donde solo había personal de servicio,  Berlusconi y sus invitados se encontraban en una zona con piscina y pistas de tenis, padel, golf y otras instalaciones todas ellas llenas de chicas guapas jugando o animando.  Los camareros iban y venían con bandejas llenas de canapés y bebidas.  Por segundos me pareció estar dentro de una película, me pellizque para confirmar que lo que veía era real.  Observe que los invitados masculinos eran todos hombres mayores, ricos o poderosos, quizás ambas cosas, mientras que las mujeres eran todas chicas jóvenes y guapas.  No vi ninguna mujer que tuviera una sola arruga y su cuerpo no fuera perfecto.

Silvio me esperaba tomando una sauna turca, entre vapores vi que llevaba tan solo una toalla blanca, sudaba como un pollo y  estaba flanqueado por cuatro bellezas,  una rubia, otra morena, otra parecía castaña y la ultima una preciosidad de ébano llamada Imán, cubiertas tan solo con un bikini mínimo,  le secaban el sudor y lo masajeaban.  El guardaespaldas carraspeo y el me invito a acercarme a su lado, deje mi ropa en un cambiador y entre con tan solo una toalla a la cintura.    Me invito a sentarme a su lado y me estrecho la mano, luego me soltó el típico discurso sobre lo profesionales y necesarios que éramos,  lo orgulloso que estaba de todos mis hombres y terminar diciendo que no se olvidaría de mi recompensarnos cuando todo esto pasara, que continuara igual,  me esperaba un brillante futuro.   Cuando le hable de la conveniencia de ayudar a la gente, me miro como si le hablara en chino.  No sabía si darle una hostia o dos.  Diez minutos antes había dispersado a la gente golpeando viejos, mujeres, heridos y magullados, muchos de ellos famélicos o enfermos,  desesperados por el hambre.   Mis hombres aun me obedecían, pero yo sabía, que muchos se planteaban si seguir en su puesto o pirarse a casa.  Y eso sin entrar en el debate moral sobre lo que hacíamos, que nos hacia sentirnos viles y miserables.

Yo le daba vueltas a mis pensamientos, conteniendo mi rabia, cuando el, indiferente a cuanto le dije,  se levantó y salió de la sauna tranquilamente, sin oportunidad de réplica me quede a solas en la sauna con las chicas.    Tan solo un gesto a las chicas antes de salir, haciendo ademán para que se quedaran conmigo.  Cuando se alejaba pude ver a Berlusconi y al calvo descojonándose de risa, yo me preguntaba el motivo, entonces una mano se poso en mi hombro, me gire  y descubrí la causa de las risas.  Las chicas se habían quitado el mini bikini y estaban como vinieron al mundo, luciendo su cuerpo espléndido, terso, bronceado, posiblemente los cuerpos mas perfectos, acompañados de las caras mas hermosas que había visto en mucho tiempo, desnudas a mi alrededor, volví a peñiscarme por segunda vez.
Me tumbaron en la sauna y arrancaron mi toalla, quede totalmente desnudo y erecto, empezaron por besarme todo el cuerpo, luego sin mediar palabra, una me introdujo las tetas en la cara, otra empezó una mamada, las demás me manoseaban y besaban lascivamente.  La soltura con la que se desenvolvían era sorprendente, eran profesionales y sabían como hacer gozar a un hombre.   Los primeros besos y magreos me pillaron de improviso y me corrí como un colegial.  Luego me limpiaron y me invitaron a que me vistiera, las mire y  las conteste que yo no dejaba las cosas a medias y que aquello acababa de comenzar.  Una a una, las fui penetrando con mi porra (la de carne), ellas poco acostumbradas a un hombre joven y vigoroso, gimieron y gozaron como perras multiorgásmicas.   Cuando acabamos nos vestimos y las chicas me acompañaron sumisas y complacientes a la salida.

De camino a la salida el sonido de un helicóptero nos sorprendió a los cinco.   Se acercaba y se disponía a aterrizar en el helipuerto que tenia la finca.    Todo el mundo se dirigió hacia allí y nosotros hicimos lo mismo, formando un círculo alrededor de la pista vimos que se trataba de un NH-90 con la bandera Belga.  Aterrizó y se abrieron las puertas, primero descendieron un par de militares y luego lo hizo el rey de Bélgica, Balduino creo que se llamaba.  A continuación un montón de tipos trajeados visiblemente nerviosos.  Por ultimo sacaron del aparato a personas heridas, con laceraciones y la ropa impregnada de sangre.  Llamaron mi atención el piloto y copiloto del helicóptero que eran mujeres, dos hermosas chicas, el Balduino ese no era tonto. Cuando el murmullo de la gente me hizo volver la mirada de nuevo al helicóptero, estaba sacando en camilla a alguien visiblemente infectado, lo llevaban sujeto entre varios hombres que a duras penas podían controlarlo.

No pude ver mas, el calvo visiblemente molesto por mi presencia allí, ordeno a un par de sus hombres que me escoltaran hasta la puerta, no me dejaron ni despedirme de las chicas.  De camino al edifico de control, intente advertirlos del peligro que suponía la posible infección de los recién llegados, no me hicieron ni puto caso.  Se supone que me habían agasajado y follado, por lo debía de estar contento y calladito, pero por mi cuerpo solo corría mala hostia y ganas de abanicar a conciencia a esa panda de cabrones elitistas e ignorantes.

Lo primero que hice al reunirme con mi unidad, fue poner vigilancia hacia el interior de la casa, tanto de hombres y perros como de cámaras.    Era posible que los infectados no llegaran del exterior, si no del interior, estábamos metidos entre dos fuegos.   Mis hombres me miraron atónitos y no me quedo otro remedio que contarles la parte del helicóptero y los infectados, rápidamente fueron conscientes del peligro y me obedecieron montando defensas hacia el interior.

Pasada la medianoche, escuchamos disparos en el interior de la casa, mis temores se hacían realidad.  Coloque a mis hombres en alerta y di orden de que no saliera nadie que pudiera estar infectado, si mis sospechas eran ciertas, ahora debíamos de proteger a los habitantes de Cerdeña de los moradores de la finca, las tornas se habían dado la vuelta.   Hacia la una de la mañana empezaron a llegar personas corriendo, aterrorizadas,  intentando abandonar la finca, sus testimonios confirmaban mis temores, la situación se había descontrolado en el interior y grupos de infectados merodeaban sin control a la caza de la gente.

Formé un grupo con mis mejores hombres, con el mejor equipo antidisturbios y armados hasta los dientes.  Nos dirigimos a la villa, hacia las estancias.   De camino nos fuimos topando con un reguero de personas que escapaban de la finca, reconocí a una de las chicas de la sauna, le pregunte por las demás y simplemente bajo la cabeza y se marcho.  Poco mas tarde nos cruzamos con los primeros infectados, teníamos la experiencia de Milano, sabíamos que solo servían los disparos en la cabeza y no servia de nada la compasión, uno a uno cayeron con el cráneo reventado.   Especialmente doloroso fue cuando apareció la preciosa chica rubia que me había follado en la sauna.   Les dije a mis chicos que yo me encargaría de ella,  se acerco a mi y con las manos por delante, se abalanzó sobre mí, pude ver sus ojos grises, vacíos, sin vida, la boca ensangrentada por alguna víctima y la ropa hecha jirones.   Levante mi Beretta 92  y la reventé la cabeza.

Cuando llegamos a las estancias, descubrimos que la situación era incontrolable, muertos e infectados componían un mosaico infernal, miembros humanos y sangre estaban desparramados por doquier.  Conforme avanzábamos por los salones y las habitaciones disminuía el número de supervivientes y aumentaba el número de infectados.  Llegando un momento, en el que no teníamos claro quien era el cazador y quien la presa.    Estaba a punto de ordenar regresar con el puñado de personas que habíamos conseguido rescatar, cuando un tiroteo nos alerto de la cercanía de más humanos vivos.  Nos dirigimos hacia el origen de los disparos, pronto dimos con  la fuente, eran Berlusconi y sus guardaespaldas armados con semiautomáticas y disparando  aquemarropa contra los cuerpos de los infectados que inmutables volvían a levantarse.  Tuvieron suerte de que apareciéramos, si no hubieran agotado su munición, sin hacerles nada a los infectados y hubieran terminado sucumbiendo.

Entre el grupo de Berlusconi había muchas caras familiares, estaban Imán y Luisa, que en cuanto me vieron se lanzaron a mis brazos,  estaba el rey de Bélgica acompañado de sus dos guapas pilotos,  se llamaban Corine y Natalie y no me vais a creer pero eran lesbis. (Iván me interrumpió soltando una fuerte carcajada)

- ¿Por qué te ríes? Cuenta bribón. -  Pregunté a Ivan interrumpiendo el relato.
- Pues si que las conocí, semanas mas tarde en un portaaviones, cuando termines tu historia te daré detalles de cómo se lo montaban – le dije a Salchi que me miraba estupefacto unos segundos antes de proseguir el relato.

Con el grupo reunido y armado, nos fue relativamente fácil neutralizar a los podridos que nos iban saliendo al paso.  Así, poco a poco, nos acercamos  al edifico de guardia donde nos esperaba una desagradable sorpresa.  Una vez mas los habitantes de la isla se habían congregado a las puertas de la villa para protestar por su precaria situación.   Silvio se adelanto y empezó un discurso que lejos de apaciguar a la gente la enervo si cabe mas.   Fue entonces cuando un infectado vestido de camarero llego desde las estancias hasta nosotros y sus guardaespaldas al verlo, abrieron fuego contra el, cayendo abatido bajo una lluvia de balas.

La gente pensando que estaban matando a los suyos.   Se abalanzaron sobre la verja derribándola, miles de personas accedieron al interior con el deseo de saquear la villa, en busca de comida y medicinas, matando a todo aquel que se interponía en su camino, de poco sirvió advertidles del peligro del interior, los pobres habían firmado su sentencia de muerte al derribar las verjas.   

Los que reaccionamos mas rápidamente, corrimos de nuevo hacia la villa.  Apenas éramos una docena, un vistazo atrás para ver si nos seguían los demás y ver como la gente se ensañaba con los que atrapaban.  A Berlusconi y sus hombres los estaban linchando,  no se quien era mas despiadado si el colectivo o los infectados.  A pesar del bullicio y los gritos, los aullidos de dolor de los que caían en sus manos, sobresalían sobre cualquier otro y nos espoleaban a correr aun más rápido en dirección a la casa, sabiendo que en ese momento los infectados eran el mal menor.  

En mitad de la carrera Natalie nos informo que el helicóptero estaba preparado para despegar, si llegábamos hasta el, estábamos salvados.  Las prisas y el pánico nos pasaron factura,  fueron la causa de que no pusiéramos la atención necesaria.  Primero un tipo calvo, que creo era un famoso diseñador y luego Bill Gates, cayeron a manos de los podridos.  Nadie paró a ayudarlos,  sabíamos que ayudarlos suponía arriesgarte a infectarte y a que la horda de gente nos alcanzara, nos seguían muy de cerca.

Cuando llegamos al helicóptero entramos en el interior y mientras Corine y Natalie hacían las comprobaciones y lo arrancaban,  en el exterior del aparato se amontonaban infectados primero y saqueadores después, ignorantes del peligro iban llegando hasta el helicóptero solo para terminar siendo víctimas de los infectados.  Cuando el rotor alcanzo el máximo de sus revoluciones, el exterior era una auténtica batalla campal, todos mataban o morían, fue una instantánea que no olvidare nunca. 

Al final despegamos, solo que con un polizón, un infectado se había agarrado como una lapa al exterior del helicóptero.   Me toco a mí, abrir la puerta en pleno vuelo para despegarlo del fuselaje, no podíamos llevar un infectado a nuestro destino fuera cual fuera, ni arriesgarnos a que cayera en alguna zona donde un inocente pagara por nuestra culpa.  Así que cogí mi porra (la de goma)y le metí en toda la cabeza hasta que el cabrón salió volando.    Con la mala suerte de que fue directo al rotor trasero del helicóptero.  El infectado termino triturado y yo caí al vacío victima del bandazo que pego el helicóptero.   Desde el agua pude ver como el aparato se alejaba, ni siquiera hicieron ademán de volver a rescatarme, simplemente se fueron y yo tuve que volver a nado a la isla.

- Bueno por lo menos en la isla estabas a salvo – Interrumpió Martos del relato.
- De eso nada, para cuando llegue a tierra ya estaba media isla infectada – conteste.
- ¿Y que hiciste? – pregunto Martos animando a Salchi a proseguir.
- Eso lo contare después de que Iván desembuche como conocía a Corine y Natalie - 
- Eso ya lo conté hace mucho tiempo, las conocí en el portaaviones Francés Charles De Gaulle  -

lunes, 15 de octubre de 2012

FLASHBACK DE SALCHI



No recuerdo haberle visto nunca de mal humor.  A pesar de las adversidades, los peligros y las desgracias, Salchi siempre tenía una sonrisa y una pequeña anécdota o historia para entretenerte y animarte.   Con estas pequeñas narraciones poco a poco habíamos ido conociendo gran parte de sus batallas, pero no fue hasta aquel día, cuando nos relató toda su historia.

Michelo que así se llamaba en realidad, Salchi para todo el mundo, vivía en Milán,  pertenecía al “III reparto mobile di Milano Antisommossa”  un poli antidisturbios para que nos entendamos todos.  Llevaba una vida tranquila, solo aderezada por los partidos de los fines de semana donde eran habituales las peleas entre los tifosi y por alguna que otra manifestación esporádica, donde como el decía, tenían carta blanca para “abanicar” al personal.

Todo cambio cuando llegaron los podridos.  Los primeros casos, aislados, esporádicos, recayeron sobre la policía normal, cojitrancos de la calle.  Pero como los podridos eran muy agresivos.  Arañazos y mordiscos a los agentes eran habituales, después de varias infecciones de agentes, ya nadie quiso acercarse a ellos.   ¿Entonces a quien le toco? A los perfectamente pertrechados antidisturbios, con sus cascos y protecciones los infectados tenían pocas opciones de causarles daño.

Aunque en un principio nadie en el cuerpo comprendía porque ellos tenían que ocuparse de tipos enfermos, a la larga fue una suerte, ya que esto nos preparo para lo que vino después.  Así fue como descubrimos que para tumbarlos, solo había una forma, reventándoles la cabeza.   A los primeros podridos los golpeábamos en piernas y troncos como habitualmente hacíamos con los manifestantes, pero esto no servía para nada, nos acababan doliendo los brazos y ellos seguían incansables intentando mordernos.   Hasta que un día accidentalmente un golpe se escapo a la cabeza de uno de ellos y después de soltar un liquido negruzco, cayó redondo.  Ese golpe lo cambio todo.

Fueron días en los que nos convertimos en ejecutores,  los primeros casos los capturábamos y los enviábamos al hospital,  eso fue derivando conforme aumentaba la frecuencia de su aparición,  no había cura, eran demasiado peligrosos, se les retiraba y se rellenaba un parte de muerte accidental.   Aunque en ese momento se nos critico mucho y hubo mucha polémica, el tiempo nos acabo dando la razón.

El día Z, cuando cambio el mundo, esa mañana durante el relevo, la unidad nocturna nos informo que el numero de podridos en la ciudad era alarmantemente alto.   Nuestro comisario me envío con mi unidad urgentemente al aeropuerto, las fuerzas de carabinieri del aeropuerto no daban abasto ante la llegada masiva de gente.   Todo el mundo quería coger un avión y marcharse lo más lejos posible de una ciudad condenada.  De alguna forma todos sabíamos que la epidemia era imparable, los podridos estaban tomando la ciudad.

A primera hora de la mañana partimos al aeropuerto.  Las furgonetas nos tuvieron que soltar a un kilómetro de la terminal, cientos de coches bloqueaban la entrada, el caos circulatorio era terrible.    Todo el mundo intentaba llegar al aeropuerto y algunos habían abandonado sus vehículos, para seguir el camino a pie primero, corriendo después. Todo esto había bloqueado el acceso al aeropuerto.

Llevaba toda la vida viviendo en Milano y nunca había visto tal cantidad de gente acumulada en el aeropuerto, mucha gente histérica, mujeres, niños, ancianos corriendo desesperados de un lado a otro.   Gente que ofrecía fortunas por un billete de avión.  Peleas, robos y el ser humano, en su más mísera expresión, peleaban por coger un avión y salir de allí y no les importaba pisotear o aplastar a los demás.

Mis hombres y yo nos colocamos en fila, formando un cordón en la zona de los detectores de metal que daban acceso al duttyfree, durante horas lidiamos y contuvimos a la marea de gente que intentaba acceder a la zona de embarque, solo unos pocos elegidos pudieron atravesar nuestro cordón, los que poseían un billete de avión,  otros muchos fueron los que intentaron atravesarlo y se quedaron en el intento, solo cumpliamos ordenes.

A media mañana la cosa cambio, empezaron a llegar podridos de la ciudad, lo que provocó una reacción de pánico sobre la gente, que al verse atrapados por los podridos, se lanzaron sobre nosotros buscando una salida desesperados, la gente nos atravesó como el mar a una muralla de arena, nos arrolló pisoteando e hiriendo a varios de mis hombres.

Los que quedamos, pasamos de las ordenes y nuestro objetivo paso a ser frenar a los podridos.  Ya no eramos un obstáculo en el legitimo afán de las personas por montar en un avión y sobrevivir.  Nuestra prioridad era construir una barricada, con la que parapetarnos y frenar a los podridos que iban llegando cada vez en mayor número hasta el aeropuerto.  Eso daría el tiempo suficiente a la gente para embarcar en algún avión o buscar otra salida.  Creo que eso permitió salvar miles de vidas.

A media tarde una llamada de mi jefe, me insto a que dejara lo que estuviera haciendo y me reuniera con el coronel de carabineros y el director del aeropuerto en las oficinas centrales, nos necesitaban para una misión de máxima prioridad.  Dejé a mis hombres en la barricada, frenando a los podridos y fui solo al encuentro del director.

Me esperaban en una sala de reunión, cuando entre me lleve una sorpresa, no estaban rodeados de un gabinete de crisis, ocupados intentando organizar la evacuación de la gente, estaban rodeados de un grupo de millonarios y famosos, todos ellos salían habitualmente en la t.v. o tenían tal cantidad de pasta que eran de sobra conocidos.  Entre ellos estaba Laura Stromboli una famosa presentadora, la mujer más guapa que había visto nunca, morena con el pelo largo y cara de ángel.   Me empezaron a hablar y me costo unos segundos dejar de mirarla y prestarles atención.

Por exceso de confianza o por otras circunstancias se habían quedado en tierra, sin avión, pero como suele pasar, la gente que tiene dinero,  tiene recursos. El director del aeropuerto les había conseguido un avión para ellos.  Solo que con el caos que reinaba por todo el aeropuerto no podían llegar hasta el, ni siquiera con sus múltiples guardias de seguridad tenían posibilidad de abrirse paso.  Para eso me necesitaban, querían que trajera a mis hombres y les abriéramos paso hasta su avión.

En un principio intentaron imponérmelo como una orden, pero ante mi rotunda negativa, empezaron a negociar.   Lo primero que me ofrecieron fue dinero, muchísimo dinero.  En cualquier otra situación, lo hubiera cogido y hubiera vivido el resto de mi vida como un millonario, pero el mundo se iba al garete y el dinero ya no valía nada.  Luego me ofrecieron un puesto en el avión,  los bastardos quería que los llevara al avión pero dejarme fuera, hijos de puta.   Volví a negarme y me preguntaron si lo hacia por mis hombres, conteste que no. Mis hombres y yo sabíamos que hoy íbamos a morir en el aeropuerto, nos quedaríamos  en nuestro puesto mientras quedara una persona a la que defender.  

 Les desee buena suerte y me di la vuelta, quería volver con mis hombres lo antes posible.  Entonces una mano se poso sobre mi hombro y una bonita voz me susurro.
-     ¿Agente puedo hablar con usted en privado? – como me temía, era la voz de Laura.

Como un crío con su primer amor, empecé a temblar y la conteste tartamudeando afirmativamente.   Ella agarro mi mano y me llevo a un aseo cercano a la sala de reuniones.   Era pequeño pero muy lujoso, debía de ser un aseo privado del director del aeropuerto.   Estaba claro que aquello era una encerrona, pero quien podía negarse a una de las mujeres más guapas del mundo flirteando contigo en el baño.  

Ella empezó a susurrarme con su sexual voz, lo guapo y fuerte que era,  yo estaba paralizado y ni siquiera me di cuenta de cómo se bajo la cremallera de su vestido, cayendo a sus pies sobre el suelo.  Ella quedo desnuda a tan solo un metro de mi,  en ropa interior, con un conjunto de lencería negro que provoco en mi una erección, por un segundo pensé que me estallaría el pantalón.    Entonces se arrodilló, se soltó el pelo y desabrochándome la bragueta del pantalón, saco la polla y la masajeó, luego se la introdujo entera en la boca.   Me pellizqué para confirmar que aquello no era un sueño.  Me quite el chaleco y todo el equipo atropelladamente, mientras ella sonreía por mi torpe comportamiento, pero sin dejar de chuparme y lamerme durante un segundo.    Ya no tenia excusa, había sucumbido a la tentación, así que decidí que a lo hecho pecho.   Le quite la poca ropa que le quedaba, tenia unas tetas espléndidas con los pezones muy oscuros y puntiagudos.  El pubis rasurado, dejando tan solo un rectángulo de vello oscuro.  Me senté en la taza y la subí sobre mí a horcajadas.  Ese era el polvo de mi vida, en el que seguramente seria el  último día de nuestra vida.   Fueron pasando los minutos, me la follé por delante, por detrás y en posturas que en cualquier otra circunstancia no me hubiera siquiera planteado proponerla.  
Ella, fuera por el motivo que fuera, no me negaba nada de lo que la pedía.  Cuando por fin finalizamos ambos nos vestimos.   Ella estaba despeinada y con el traje manchado, mirándome y esperando.   Yo simplemente moví la cabeza afirmativamente.   Me abrazo de alegría, contenta, tenía mi promesa de que los escoltaríamos hasta su avión.  Y no paraba de intentar convencerme para que montara con ellos en el avión.

Salimos del aseo y volvimos a la sala de reuniones, allí seguían todos, no se habían movido, quizás un poco mas nerviosos.  Yo pase por delante de ellos y tan solo les dije.
-     Esperen aquí, volveré con algunos de mis hombres e intentaremos llegar a ese avión. – dicho esto todos empezaron a abrazarse dando saltos de alegría.

Eche una ultima mirada a Laura, que guapa era, no me lo podía creer. Luego salí por la puerta de seguridad, haciéndome paso entre los gorilas que la custodiaban.   
Al otro lado de la puerta, un rápido vistazo me hizo ver que había perdido demasiado tiempo, la luz del día se había ido y empezaba a anochecer en el exterior.    Ya no había gente corriendo por todas partes, tan solo un grupo de personas arrodilladas alrededor de alguien herido o enfermo.  Me acerque para interesarme por su estado, cuando atraídos por mi presencia se levantaron.  Mi sorpresa fue mayúscula al ver que eran podridos, estaban devorando a un pobre guardia jurado.   El grupo se lanzo sobre mí como una jauría de fieras hambrientas.   Desenfundé mi pistola y vacíe el cargador, tres de ellos cayeron, los otros dos estaban demasiado cerca como para que me diera tiempo a volver a cargar, el primero en llegar recibió un puñetazo de karate “oi zuki” en el pecho que lo catapulto a varios metros de distancia.   Al segundo lo derribe de una patada y en el suelo le destrocé el cráneo a base de golpes.   
Luego volví a por el podrido que quedaba y después de recibir mas porrazos que un saco de boxeo, acabo en el suelo soltando liquido negro por la boca, habían tenido suerte de pillarme de buen humor.

Corrí hacia mis hombres, sentí un gran alivio cuando vi que aun seguían aguantando tras la barricada, continuaban equipados y parapetados frenando a los podridos que llegaban por la carretera.   Además un gran número de civiles estaban tras ellos, bajo su protección, con muchos niños, no querían separarse de mis hombres que eran en lo único que los separaba de caer en manos de los  podridos.

Organicé a mis hombres haciendo un cuadrado, a la manera de las antiguas cohortes romanas, dejando en el centro a los civiles y utilizando los escudos y las porras para mantener alejados a los podridos que iban llegando.  Cuando llegamos a las oficinas del aeropuerto, los ricos vieron que llegábamos con numerosos civiles y no les hizo mucha gracia, pero era lo que había, o íbamos todos o se buscaban la vida para llegar al avión.   Al final tuvieron que pasar por el aro.

Volví a organizar a mis hombres alrededor de todos los civiles, pero el número de personas era tan grande que ya no podíamos guardar formación cerrada sin dejar espacios.    Además según avanzábamos por la terminal, personas rezagadas y escondidas se unían a nosotros ante el convencimiento de que éramos el último autobús.   Luego, los que quedaran se las tendrían que apañar solos contra los infectados.

Al llegar al Duttifree, nos topamos con un gran numero de infectados, conforme nos vieron aparecer se abalanzaron sobre nosotros.  Mis hombres formaron una barrera y tirando de pistolas y de porras los frenamos, el problema es que no paraban de llegar, parecía que toda la puta ciudad se había infectado y estaba allí para jodernos, eran como hormigas, cada vez aparecían más y más podridos.  
Al final tuvimos que aceptar que por allí no podíamos atravesar el aeropuerto, el tiempo corría en nuestra contra y el cansancio de mis hombres acabaría por pasarnos factura si no hacíamos algo.  Teníamos que buscar otra manera de llegar al avión.

      El director del aeropuerto conocía otro camino.  Debíamos meternos por las cintas transportadoras del equipaje, un sitio con poco espacio de maniobra y donde los podridos podrían aparecer de la oscuridad sin tiempo para reaccionar, pero no había otra opción.  El Coronel de Carabinieri y un par de sus hombres se ofrecieron voluntarios para guiarnos y abrir camino, eran los que mejor conocían las dependencias.  
Yo iba con mis hombres a retaguardia, aguantando a los podridos que nos perseguían.  

Acabábamos de entrar en la zona de equipajes, con miles de maletas tiradas, abandonadas,  cuando todo el mundo empezó a gritar delante de nosotros.   Había varios trabajadores infectados en la zona que se lanzaron sobre el grupo.  Nosotros no podíamos ayudar, bastante teníamos con mantener a raya a los que nos perseguían.    Escuchamos muchos disparos y gritos, estaba a punto de mandar algunos hombres, cuando me informaron que no era necesario, los Carabinieri y los guardaespaldas habían acabado con ellos. Seguimos avanzando y a cada poco se sucedían los gritos primero y luego los disparos.  Al llegar nosotros a la zona de los disparos, ya solo quedaban los cuerpos de los infectados y de los civiles que se habían llevado por delante, poco antes de la salida estaba el cuerpo del Coronel de Carabinieri,  al final, después de todo, había muerto heroicamente.  
Desde las cintas transportadoras accedimos directamente a las pistas, con el inconveniente de que teníamos que atravesar medio aeropuerto hasta llegar al hangar, donde nos esperaba el avión.

Atravesar las pistas fue una locura, un grupo de más de cien personas juntas, al descubierto era un reclamo demasiado llamativo y el aeropuerto demasiado grande.   Montamos en dos autobuses de transporte, repeliendo y atropellando algunos podridos que iban apareciendo.  Al llegar al hangar, apareció una horda de podridos atraídos por el movimiento y el ruido de los autobuses, era muchos, imposible que pudiéramos frenarlos.  Cundió el pánico y todo el mundo arranco a correr desesperada hacia el avión.    Yo me quede con mis hombres haciendo una línea de defensa entre los autobuses y el avión, consciente de que no podríamos pararlos, pero si podríamos entretenerlos lo suficiente como para que la gente llegara al avión y escapara.   

Algunos como Laura, se despidieron antes de correr al hangar. Me dio un beso y me dijo que no me dejara matar, que entre nosotros había nacido algo muy bonito y otras gilipolleces por el estilo.   Como no soy hombre de cerrarme puertas, le conteste que no se preocupara, que pensaría en ella (eso era cierto) y que la buscaría. 
Al final entre lágrimas logré que se marchara. También recuerdo como algunos de los guardaespaldas y civiles decidieron quedarse a nuestro lado en un gesto de valentía.  No obstante sin protecciones como llevábamos nosotros era un suicidio así que les ordené que corrieran al hangar y se encargaran de los podridos que sobrepasaran nuestra línea.

A mis hombres solo pude decirles unas breves palabras por la apremiante llegada de la horda.
-     Compañeros,  la situación de esta gente es desesperada, no los abandonaremos.  Ha llegado el momento de repartir estopa, de meterles la porra por el culo, de rematar a esos cabrones y abrirles el melón hasta que no les queden ganas de volver a levantarse. Mucha suerte, nos veremos en esta vida o en la otra. – dicho esto, cada uno nos colocamos en posición defensiva.

Llegó la horda y la frenamos con nuestros escudos, no pudieron romper nuestra línea a pesar de ser cientos. Lástima que al tratarse de campo abierto no tardaron en cercarnos, obligándonos a replegarnos dentro de los autobuses para aguantar sus envites.  
  
En mitad de la batalla, uno de mis hombres señalo al avión, estaba saliendo del hangar y se disponía a coger la pista de despegue.   Los cabrones de los políticos no nos habían esperado y despegaban sin nosotros.  Algunos de mis hombres salieron de los autobuses y corrieron persiguiendo al avión, dando la espalda a la horda y cayendo uno a uno.  Los que quedamos luchando, viéndonos abandonados y superados hicimos un ultimo esfuerzo, así que volví a arengar a mis hombres.
-     !Ya no hace falta que los retengamos mas tiempo, vamos a meterles caña, llevaros los podridos que podáis por delante¡ -  y dicho esto, todos nos pusimos a gritar como posesos, disponiéndonos a lanzarnos contra los podridos en una carga suicida.

Esta ultima carga suicida acabo con casi todos ellos, también con nosotros, estábamos muertos, tan solo quedábamos tres en pie y los podridos seguían llegando de la terminal, nos refugiamos dentro del autobús y a duras penas podíamos evitar que entraran. 

 Creíamos que nuestro momento había llegado, cuando el milagro apareció en forma de un helicóptero de combate A129 Mangosta del ejercito, volando sobre nosotros y con su fuego de cobertura barrió a todos los podridos que rodeaban el autobús, los destrozo literalmente.  

Todo termino, la pista estaba sembrada de cadáveres.  De mi unidad de antidisturbios solo quedábamos tres vivos, de los cuales uno tenía heridas o mordeduras que le causarían la muerte poco después.  

Procedimos a rematar a los podridos que aun se movían y esperamos la llegada de otro helicóptero de rescate.

-     ¿Y volviste a ver a Laura, “al pivon”? – pregunto Martos interrumpiendo la historia.
-     Claro que si, pero eso ya es otra historia que os contare otro día – Dijo Salchi mientras se introducía en el saco de dormir.