lunes, 26 de marzo de 2012

EL MALETÍN


El campamento de refugiados de Atenas era lo más caótico que uno se podía imaginar.   Cientos de miles de personas peleaban día tras dia por sobrevivir.   La comida y la bebida eran la nueva plata y las armas y el combustible  mas valiosos que el oro.

Después de un rato vagabundeando por el campamento entre muertos y basura llegue a la conclusión que estaba mas seguro fuera del campamento que dentro, al menos fuera sabia lo que me esperaba.  Dentro podia encontrarme cualquier cosa, alguna enfermedad o algun desesperado que acabara conmigo en alguna esquina, si había que elegir  prefería jugármela fuera con los podrios

Justo antes de marcharme vi lo que parecía una taberna, donde ofrecían bebida y acompañamiento.     A cambio de un par de latas de conserva conseguí una cama, una chica y una jarra de algún tipo de alcohol destilado por ellos mismos, olía a matarratas.      Así que una hora mas tarde alli seguia, bebiendo tranquilamente y dejándome mimar por una preciosa latina muy culona y sobona. 

La paz termino cuando se abrio la puerta y como si fueran los dueños de la taberna aparecieron un par de tipos de esos que nada mas verlos sabes que van  a darte problemas.    Los tipos fijaron su vista en mí y se acercaron. - ¿Que haces con mi novia, hijo de puta¡¡¡ -   dijo el mas alto.  Era una declaración de intenciones, por alguna razón pensaban que yo era un pringado, daba igual lo que yo contestara, porque lo mínimo que iba a recibir de ellos era una paliza, de hay para arriba.  Lo mejor era llevar la iniciativa, quien da primero, da dos veces.

-     Tan mal esta el mundo que ahora las putas son novias de los maricones – le dije al tipo intentando provocarle.
-     Date por muerto hijo de puta – contesto el tipo abalanzándose encima mía con un cuchillo oculto en la mano.

No me costo esquivarle y con un rápido movimiento su propio cuchillo acabo clavado en su cuello.  El compañero dio media vuelta y se esfumo del local corriendo, yo tenia un subidon de adrenalina,  cogí a la puta de la mano y la arrastre a la habitación,  me habían entrado una ganas terribles de follarmela, cuando pase a la altura del tabernero le dije

-     Que alguien saque la basura, yo lo pago –
-     Espere¡¡¡ - me dijo el tabernero, quizá pueda ofrecerle un negocio. -  me di la vuelta y lo mire con curiosidad, que negocio podría ofrecerme este tipo.
-     Estoy organizando una expedición al norte, el sitio aun no puedo decirlo, es un trabajo de escolta bien remunerado. -  Se quedo callado, esperando mi contestacion.
-     No me gustan los trabajos de niñera –  Le conteste mientras la puta tiraba de mi brazo escaleras arriba.
-     Piénsatelo, pagan por adelantado.   Salen de aquí mismo, mañana a las 7 de la mañana,  querían a 10 hombres para escoltarles y tu has acabado con un uno de ellos,  si no vas los dos perdemos dinero.
-     Ok, manda a alguien a despertarme a las 6 de la mañana.- Acepte y le continue mi camino escaleras arriba detras de la mulata.

Ya en la habitación, la puta me llevo al cuarto de baño y me preparo un baño con agua caliente, yo pensaba que era por higiene, pero la muy puta en vez de limpiarme a mi, limpio mis pertenencias, cuando el agua estaba a la mitad de la bañera, ella no volvió a entrar, se piro con mis cosas.  Me fui a la cama con el calentón y la cara de tonto.

A las 6 de la mañana puntualmente alguien llamo a mi puerta, le grite que entrara aun medio dormido y una mujer abrió la puerta y entro.

-     Soy la mujer del tabernero, traigo  el desayuno-   No era una mujer especialmente guapa, tampoco era joven, de cerca de cincuenta, pero su largo pelo castaño y un escote sugerente la hacían atractiva.   Ademas del calenton con el que me habia acostado claro.

Se acerco a la cama y la agarre la mano, le mostré la erección que tenia y le lleve la mano hacia mi polla moviendo su mano arriba y abajo.  Cuando le solté la mano ella siguió sobándola, luego se agacho y siguió con la boca, no hizo falta decirla mas, no debía ser la primera vez y ella tenia muy claro como nos gusta que nos la chupen a los tíos. 

Una hora mas tarde bajaba con lo que quedaba de mi equipo por las escaleras y tope con la expedición, reunida, a pie de escalera me esperaba el  tabernero. 

-   Aquí esta el décimo hombre, ya estamos todos – grito el tabernero.   Yo no podía negarme, ahora estaba sin blanca, así que callé y me uní al grupo.  El grupo lo formaban varios mercenarios, todos tenían pinta de curtidos, un grupo de hombrecillos con pinta de científicos y  dos guapas mujeres, que sobresalían como flores entre los cerdos.   Había un tipo que no se separaba de los científicos y las chicas, parecia el que daba las ordenes, por la forma de comportarse, debía de ser un oficial de algún ejercito.  Cuando ordeno ponernos en marcha, obedicí y me coloque en el vehículo que me asignaron a la cola del grupo.

El grupo era numeroso, lo componían 16 personas, seis de ellos eran los clientes a proteger,  las dos mujeres, una de unos cuarenta, otra de veinte y pocos años, muy guapas las dos.  Los tres tipos con pinta de ratones de laboratorio, no sobrevivrian fuera solos mas de cinco minutos y el militar al mando que no paraba de dar ordenes y que habia puesto a los lobos a cuidar de las gallinas.  Era obvio que necesitaban mucha escolta, la cuestión era si había que protegerlos de los podridos o tambien de los mercenarios.   
La columna la componían 4 vehículos todoterreno,  en el primer vehículo iban 4 tipos que parecían vaqueros,  eran poco profesionales y se divertían disparando a todos los podridos que se ponían a tiroEl segundo vehiculo llevaba a un mercenario de origen asiático conduciendo y al tipo que parecía que mandaba a su lado,  las dos chicas viajaban con ellos atrás.   El tercero llevaba a otro mercenario conduciendo y a los tres científicos. En le cuarto estábamos el resto, ninguno hablábamos, ni disparábamos sin motivo, solo limpiábamos nuestras armas para tenerlas preparadas, mis compañeros de vehiculo eran bastante mas profesionales.

Poco despues me entere que querían hacer cerca de 3000 Km. en una semana, a través de Europa central, el destino no lo sabia nadie, pero la recompensa lo merecía con creces.  Ofrecian comida, alimento y una vida tranquila en un sitio donde no había llegado la infección.

  Al cabo de unas horas aparecieron las primeras dificultades.   Teníamos que atravesar un río cerca de Skopje la capital de Macedonia cuyo puente estaba derruido y aunque no era muy profundo,  todos teníamos que bajar de los 4X4 para que pudieran vadearlo sin problemas.    El río lo cruzamos pero hubo un detalle que no paso desapercibido para nadie, el único equipaje del que no se separaron ni un segundo el militar y las chicas era un maletín metálico.

Cuando nos quedamos sin luz del sol, el militar decidió parar en un viejo caserío de tres plantas,  aparentemente abandonado a pie de carretera.  Nos ordenaron a los cuatro de mi vehículo que entráramos y lo limpiáramos El sitio era seguro, pero no era una buena elección,  difícilmente se podría defender del ataque de una horda, tenia dos puertas una en cada extremo de la casa y ventanas sin barrotes en las habitaciones.   A pesar de esto el militar dio orden de apuntalar puertas y ventanas, como si eso pudiera frenarlos, nuestra única defensa, pasaba por pasar desapercibidos. Lo cual no es fácil con un grupo de dieciseis.

Sobre la medianoche un grito de mujer rompió el silencio, era en el tercer piso donde se habían acomodado las dos chicas y los tres friquis.  Mientras subíamos por la escalera oímos un disparo.    Cuando llegamos arriba la situación era muy tensa, por un lado los clientes, que rodeaban a la chica mas joven, que estaba despeinada y con la blusa desgarrada,  el militar tenia una pistola humeante en la mano, era el que había disparado.  En el suelo estaba el conductor del grupo de los vaqueros con un tiro en el pecho, enfrente todos los amigos del muerto apuntando con sus armas.   No hacia falta ser muy listo para saber lo que había pasado, ni como iba a terminar la cosa.

De repente otro disparo sonó, pero esta vez en la planta baja, le siguió un grito de – ZOMBIESSSSSSS¡¡  -   todos volvimos a bajar corriendo.  Cuando llegamos a la planta baja me encontré que estaban entrando zombis por todas las puertas y ventanas, la mansión era indefendible.  – Hay que intentar llegar a los vehículos – grito el militar jefe de la expedición abriéndose paso con la pistola con la que poco antes había matado al mercenario.  Estaba a punto de salir de la casa cuando un disparo le alcanzo en la espalda,  los  otros le iban a ayudar cuando un zombi se le hecho encima y le mordió el cuello,  al instante tenia varios zombis encima devorándolo.  Gire la cabeza, el tipo que le había disparado era uno de los vaqueros.

      Hacia arriba¡¡ - grite – Hay que parapetarse en la escalera y aguantar en los pisos superiores -   afortunadamente casi todos me obedecieron.

  Los teníamos más o menos  a ralla cuando otro de los vaqueros apareció con un cóctel molotov y se lo lanzo a la horda, los zombis no se inmutaron, pero la casa empezó a arder.  Conforme se acercaban las llamas, retrocedíamos, cuando llegamos al piso superior no encontramos a nadie, los científicos y los vaqueros habían escapado de la casa por una ventana  pegada a las ramas de un árbol y nos habían dejado tirados .     Saltamos por el árbol y corrimos hacia un bosque cercano iluminados por el resplandor de la casa en llamas.

 -  Hay que alejarse todo lo posible, la casa va a atraer a los zombis como la luz a los mosquitos. –  Mi grupo asintió y me siguió.


Después de varios minutos corriendo paramos para recuperar el aliento, no nos seguían podridos, éramos seis contándome a mi, no había ningún cliente ni ningún vaquero entre nosotros,  ordene subir a un árbol y dormir encima de las  ramas lo que quedaba de noche.

A la mañana siguiente todo parecía tranquilo, no se oía nada ni a nadie, decidí emprender la búsqueda del resto del grupo, pero  lo mas  prudente era alejarme de la casa que a estas alturas estaría infestada de zombis. Al poco de caminar  encontramos un río, decidí seguirlo.    Unos kilómetros río abajo unos gritos llamaron nuestra atención, nos acercamos sigilosamente y me encontré lo que menos esperaba.   El grupo de los clientes estaban en una poza bañándose y salpicándose como si de un campamento de boy scout se tratara, ajeno al peligro que corrían.    Entonces paso lo que tenia que pasar, los vaqueros alertados por el ruido aparecieron y pillaron a todos en el agua, los  encañonaron y  obligaron a las chicas a desnudarse.  La intención seguramente seria matar a los hombres y violar a las mujeres. Cuando estábamos a punto de actuar, aparecieron un grupo de zombis a su espalda, los pillaron de improviso y aunque vaciaron todos sus cargadores, solo acertaron a un par de los zombis en la cabeza antes de estar todos mordidos e infectados. 

Mientras los otros  seis metidos en el agua  con cara de circunstancias, sin moverse viendo como los podridos devoraban a los vaqueros, hasta que  uno de los zombis dejo al mercenario que estaba mordiendo y entro en el agua a por ellos, en ese momento algunos  reaccionaron y nadaron río adentro, pero una de las chicas se quedo petrificada sin reaccionar mientras el zombi se acercaba cada vez más a ella.  No teníamos tiempo de dar la vuelta, les grite que me siguieran y salte al sitio donde parecía que había mas profundidad, los demás saltaron conmigo.  Salimos del agua disparando nuestros fusiles y luego mis chicos cargaron contra los zombis que no habían caído en la primera descarga, terminando en una lucha cuerpo a cuerpo con los zombis en la orilla.

 Mientras la chica seguía inmóvil y zombi aunque torpemente cada vez estaba mas cerca de ella; le apunte con mi pistola dorada pero estaba atascada, me sumergí y agarre la piedra mas grande que encontré,  avance rápido hacia ellos, piedra en mano aprovechando que el zombi apenas se podía mover dentro del río e impacte con la piedra en su cráneo reventándolo.   En la orilla ya no quedaban zombis en pie así que me gire de nuevo hacia la chica.  Se trataba de la mayor de las dos, debía tener treinta y muchos años, rubia y delgada, quizás demasiado para mi gusto.   La ofrecí mi guerrera para que se tapara y la acepto con una sonrisa.

-     Esta bien este es el plan, seguiremos el río y luego la costa hasta Atenas.
-     Debemos volver a la casa -  me interrumpió la mujer – Hemos dejado allí algo de vital importancia. -  Eche un rápido vistazo al grupo y vi que ninguno llevaba el famoso maletín.
-     Volver a esa casa es un suicidio, nadie ira a esa casa.- La replique.
-     Nosotros iremos - dijo uno de los friquis, - haciéndose el gallito, muy decidido
-     Las cartas boca arriba, si queréis ayuda contárnoslo todo o buscaros la vida vosotros solos -  se miraron entre ellos y asintieron y la mujer mayor tomo la palabra.
-     Esta bien, para empezar nosotros somos científicos de la OMS estos son los doctores: Donegan, Sevi y Stuart.  Ella – dijo señalando a la joven – se llama Laura y trabaja para la OMS y yo soy la doctora Cristina Green.   En el maletín metálico que dejamos ayer en la casa están las pruebas, documentación y pasos que hemos seguido en los últimos meses para aislar al virus ZETA en nuestra sede del Cairo.   Meses de trabajo y quien sabe si la ultima oportunidad de atajar esta pandemia.   Nuestro destino es la sede de Copenhague, aun estaba a salvo y segura hace un mes. -  Todos escuchábamos atentamente.

Con las cartas sobre la mesa, todos éramos conscientes de la importancia de recuperar el maletín y ninguno se rajo.   Había que recuperar ese maletín a toda costa y la mejor manera era crear una distracción, si el fuego y el ruido habían llevado a los podridos al caserón, solo hacia falta buscar otra mansión, quemarla y esperar.  

El plan era el siguiente, nos dividiríamos en grupos.  El primer grupo buscaría la casa elegida, aproximadamente situada a un 1 km de la del maletín y la quemaría a la vez que intentaría hacer todo el ruido posible.  El segundo grupo buscaría un medio de transporte y avituallamiento para seguir camino. El tercero tendría la parte las peligrosa iría a la casa en busca del maletín.

Yo decidí ponerme  al mando del tercer grupo,  Cristina puso mucho interés  en venir conmigo a pesar de lo peligroso de nuestra parte.  Y aunque en principio me negué a ello, solo hicieron falta unas sonrisas y miradas para convencerme.  Después de verla desnuda en el río, no podía dejar de pensar en follármela y quizás si la dejaba venir se me presentara la ocasión, así que el tercer grupo solo estaría compuesto por nosotros dos.

Un par de horas después cada grupo estaba camino de su misión y Cristina y yo esperábamos en una zanja, a unos 150 m de la casa, parecía parcialmente quemada y la actividad zombi era parecida a una colmena, cientos de zombis entraban y salían de los restos. 

Debíamos esperar al momento que quemaran la otra casa para que los podridos dejaran esta y eso podría tardar aun unas horas. Así que pensé que la mejor forma de esperar era darse un revolcón, para que iba a esperar mas, ella estaba allí, sentada, preciosa, esperándome.   Me abalance encima de Cristina, ella se aparto y los dos caímos al fondo de la zanja quedando mi cuerpo encima del suyo, acerque mi boca para besarla y giro la cabeza, le metí la mano por debajo de la blusa y del  sujetador apretando su teta izquierda y peñiscándole el pezón, ella respondió clavándome  las uñas en el brazo, de donde empezó a brotar sangre.  Con mi mano libre intente dominar su brazo para que no me clavara las uñas, pero la distracción m costo recibir un fuerte mordisco en la cara, me separe de ella jurando en Arameo, cuando sentí un fuerte golpe en la cabeza.

Cuando desperté Cristina estaba enfrente de mí apuntándome con el AK a la cabeza.

-     ¿Ya se te ha pasado el calentón? Me dijo sin dejar de apuntarme.
-     Joder con que me has golpeado que me duele todo, abría bastado con un NO - la reproche, tocándome el chichón que tenia en la cabeza.
-     No te quejes,  tienes suerte de que te necesite, sino ahora estarías muerto y castrado, vasta de charla, hay que ponerse en marcha, ya no se ven zombis cerca de la casa, el plan a funcionado.

Cuando llegamos a la casa vimos los 4X4 que estaban totalmente carbonizados Cristina me devolvió el AK y mi katana, supongo que yo era su mal menor, aunque no se fiara de mi, no tenia otro remedio.  Entramos dentro de casa y como me temía aun quedaban   podridos en el interior.  Poco a poco se iban levantando y avanzaban hacia nosotros.  Yo estaba preparado y según llegaban los decapitaba con certeros mandobles de la katana.  Cristina se pegaba a mi como si fuera una prolongación de mi espalda, me estaba volviendo a poner cachondo.   Subimos las primeras escaleras en busca del maletín, no era tarea fácil,  la suma de oscuridad y sonidos que se oían escalera arriba hubieran hecho estremecerse a un jabato.   Llegamos al descansillo del primer piso, no vimos zombis, sin embargo se oían ruidos en todas las habitaciones, la verdad era que acojonaba, Cristina se acerco mas a mi, sus tetas rozaban mi espalda produciéndome una mezcla de terror y excitación.   En silencio y provocando bruscas paradas subimos las escaleras hacia el tercer piso, el rellano estaba limpio.    Cristina me indico con la mano cual era la habitación donde estaba el maletín, abrí la puerta lo mas despacio que pude, enfoque con la linterna al interior y vi la cara de un zombi a un metro apenas de distancia, instintivamente dispare la AK reventándole la cabeza, el ruido del fogonazo ilumino la habitación y por un instante pudimos ver que estaba llena de zombis.   Corrimos hacia el exterior, en el descansillo gire la cabeza y de las otras habitaciones empezaban a emanar podridos despertados por el ruido del subfusil.   Agarre a Cristina de brazo y la arrastre dentro de un pequeño cuarto de baño que había a nuestra espalda, cerré la puerta con llave y busque algo para atrancarla, solo había un retrete, ni siquiera lavabo tenia el pequeño aseo, era cuestión de tiempo que la puerta cediera.

Cristina me miraba aterrorizada esperando que la sacara de aquella situación.  Yo solo la miraba a ella, tenia los pezones en punta, no se si provocado por el miedo y yo no podía dejar de mirarlos, afortunadamente la puerta del baño de momento aguantaba los golpes.

-     ¿Qué haremos ahora? – pregunto Cristina agobiada agarrándome de la chaqueta.
-     Pues ahora tenemos tiempo de acabar las cosas que hemos dejado a medias – conteste aprovechando la proximidad para volver a lanzarme encima suya.
-     Pero tu eres tonto o ……..estas loco? O cielos estoy encerrada con un demente pervertido. – gritaba mientras se llevaba las manos a la cabeza y se alejaba de mi lo poco que podía.
-     Esta bien, deja de gritar.  Este es el trato, yo te saco de aquí a ti y a tu maletín y tu dejas que te joda a mi antojo y sin rechistar, tómalo o déjalo. – ella se quedo estupefacta mirándome a los ojos.
-     Sácame viva de aquí con el maletín y dejare que me la metas hasta por las orejas si hace falta.-  Su voz era una mezcla de escepticismo, indignación  y desesperación.

La dije que se colocara detrás mía y se tapara los oídos, apunte con el AK hacia la puerta a la altura de la cabeza y vacíe el cargador,  al instante un tremendo boquete se abrió en la puerta por el que se podían ver lo que quedaba de los zombis que estaban al otro lado de la puerta, cargue y dispare una segunda ráfaga que dejo limpia la puerta.  Esperamos unos segundos y otro zombi asomo la cabeza, yo cargue por tercera vez, era el ultimo cargador así que decidí ponerla en modo semiautomático y le dispare un tiro en la cabeza reventándolo y salpicando todas las paredes de restos.    Por fin dejaron de aparecer podridos al otro lado de la puerta, asome la cabeza por el agujero y comprobé que  no quedaba ninguno.  Salimos del baño saltando sobre los cuerpos amontonados en la puerta y entramos en la habitación del maletín, tampoco aquí quedaban zombis solo el maletín metálico en un rincón.   Cogimos el maletín y salimos de la habitación, íbamos a bajar la escalera cuando vimos un grupo de zombis que empezaba a subir torpemente.  Le quite el seguro a una granada de mano y la deje rodar escaleras abajo.

-     Es mejor salir por la ventana – La dije mientras entrábamos en la habitación por la que habíamos saltado al exterior el día anterior.

La granada exploto y toda la casa tembló, estaba muy deteriorada entre el incendio y la explosión, el tiempo apremiaba la casa podía venirse abajo de un momento a otro.   Lanzamos el maletín al suelo, luego saltamos nosotros al árbol que había junto a la ventana, cuando aun estábamos en el árbol la casa se colapso quedando solo un montón de piedras en ruinas.  Bajamos del árbol y cogimos el maletín, unos zombis nos vieron y se acercaban, decidimos que lo mejor era correr  y nos alejamos en dirección al bosque.

Después de correr un par de kilómetros paramos a descansar en lo que parecía una casa de labranza, mire a Crsitina y la dije.

-     Ha llegado el momento. Lo prometido es deuda. – la dije parado frente de ella con cara de lascivia.

Por un momento dude de sus intenciones, se levanto y a un metro de mi me miro fijamente a los ojos, sin dejar de mirarme se desabrocho la camisa, luego el pantalón quedando en bragas y sujetador delante mía, la hice un gesto señalando su sujetador y se lo desabrocho dejándola aire una espléndidas tetas, grandes con la aureola de los pezones oscura.  Bajo la mirada hacia mi pantalón, yo no me había dado cuenta pero tenia una tienda de campaña en el pantalón. 

-     Desabróchame el pantalón y arrodíllate, quiero follarte la boca –  La ordene autoritariamente y ella obedeció sumisa.

 Lentamente se arrodillo y la saco del pantalón, yo la cogí de la cabeza y le metí toda la polla en la boca, ella dio un par de arcadas.  Momentos después me corrí  en su cara, ella se levanto y me miro, con un segundo gesto la indique que se bajara  las bragas quedando  totalmente desnuda, aun no habíamos terminado.  

-     Ponte a cuatro patas, te voy a penetrar el culo – Yo estaba midiéndola y ella no se rajaba. 

Continúe poniéndola a prueba tratándola como un juguete sexual y para mi sorpresa, según pasaban los minutos ella se iba involucrando en el acto hasta el punto que término comportándose como una guarra,  pidiéndome que la siguiera follando, note que ella se ponía mas cachonda cuando la insultaba y la trataba como a una fulana, así que eche uno de los polvos mas guarros de mi vida y se la metí hasta por las orejas.

 Pasadas unas horas la tuve que obligarla  a vestirse para ir al punto de reunión con los demás.  A partir de ese momento su relación conmigo cambio radicalmente, accediendo a todos mis caprichos sexuales por voluntad propia de forma sumisa y complaciente.

Cuando llegamos al punto de reunión, no había nadie, calcule que por el incendio y la posición de las estrellas que debían haber pasado cerca de 4 horas de la hora límite y siguiendo mis propias instrucciones se habrían marchado.  Solo quedaba un papel sujeto por una piedra, me contenía una nota:

Ha pasado la hora tope de espera, no  podemos esperar más tiempo aquí,  a cada momento más zombis se acercan a nosotros, es demasiado peligroso esperar aquí.   Si lográis volver, dirigíos al puente de Punpa “Avia”. Allí podremos esperar más tiempo vuestra llegada. Os dejamos un Mini con las llaves puestas y algunas armas aparcado al final de la calle.  Suerte.

Levante la cabeza y vi el Mini, efectivamente allí estaba,  con las llaves, con gasolina y con armas.  Estaba totalmente nuevo, seguramente sacado de un concesionario sin estrenar, en el maletero un M-16 con varios cargadores, granadas de mano y algo de comida.  Cristina y yo nos miramos y arrancamos el coche rumbo a Serbia, eso si, sin ninguna prisa y haciendo varias paradas en el camino.

martes, 20 de marzo de 2012

ANNA


Anna era una adolescente curiosa, lo primero que te llamaba la atención de su físico era lo flaca y lo alta que resultaba para su edad,   luego te fijabas en su cara redonda y sus preciosos ojos verdes que te hipnotizaban,  su pelo negro y corto, como si fuera un chico y una sonrisa permanente que eran un torrente de frescor, a su lado no parecia que todo fuera tan malo.   Las vicisitudes por las que había pasado en los últimos meses la habían hecho madurar, hasta el punto que me resultaba difícil verla como una adolescente y muchas veces a trataba como a una adulta.

Llevábamos varias semanass juntos, al principio su desconfianza sobre mis intenciones la hizo reticente a relacionarse conmigo, pero conforme fue cogiendo confianza, empezó a abrirse y entablamos una buena amistad.   Luego, imagino que por la soledad pensó que había algo más entre nosotros y empezó a tontear para conquistarmeA pesar de mi rechazo continuo, ella provocaba contactos y rozamientos conmigo a la menor ocasion.  Sus insinuaciones eran cada vez mas frecuentes, ya no tenía ningún pudor y aprovechaba la más mínima ocasión para desnudarse delante de mí y provocarme.  Yo cada vez lo pasaba peor,  veíendo esas pequeñas y redondas tetitas que empezaban a florecer y ese perfecto pubis casi imberbe, tenía una erección continua.  Ella lo sabía y me ponía a prueba constantemente, lo que para mi era una tortura.

Un día, como de costumbre me  dispuse a cazar algo de comida, era una zona donde abundaban los conejos así que pare la autocaravana, cargué una escopeta y me puse a andar.  Anna se empeño en venir conmigo,  aunque para cazar era un estorbo, su charla constante y su risa me gustaba, me hacia sentir bien, así que la lleve.  No tarde en arrepentirme, el ruido que generaba hacia imposible sorprender a cualquier animal, incluso fingió tropezar y lastimarse el pie para que yo la llevara en brazos, lo cual aprovecho para incitarme, amarrándose fuertemente a mi., al final me intento besar y termino en el suelo de culo.

Cuando ya había dado por perdida la mañana y volvíamos a la caravana, oí el ruido de unos vehículos que se acercaban.   Anna y yo nos tumbamos detrás de un montículo para que no nos vieran.   Un camión militar paro a unos 100 m. de nosotros, era un camión  de transporte de tropas,  bajaron dos soldados y abrieron la puerta trasera.   Empezaron a descender civiles, hombres mujeres y niños fueron bajando poco a poco, en total una veintena, los soldados les ordenaron esperar y ellos formaron grupos.   Algunos aprovecharon para hacer sus necesidades, otros para charlar y uno  se puso a recoger hierbas y luego se lío un cigarro relajadamente.  

Pasaba el tiempo y como no ocurría nada, Anna aprovechó para manosearme, empezó acariciándome la espalda, lo cual me produjo un cosquilleo en todo el cuerpo, luego empezó a acariciarme mas abajo, una nueva ereccionComo yo no quería que la cosa fuera a mas, decidí que era el momento de salir y presentarse.   Pero justo antes de levantarnos apareció otro vehículo,  un Hummer militar.

Del nuevo vehículo bajaron un grupo de seis soldados y tras una breve conversación con los militares del camión, llamaron a los civiles.   Los civiles se agruparon delante de los militares esperando instrucciones.  Entonces los soldados levantaron sus armas y empezaron a disparar a bocajarro a los civiles.  Los acribillaron a balazos, hombres, mujeres y niños, les daba igual.  Anna iba a gritar, yo reaccione rápido y la tape la boca, un grito en esos momentos nos hubiera metido en un buen lío.    Cuando volví a mirar todos los civiles estaban abatidos y los militares los robaban sus pertenencias, se estaban repartiendo sus enseres.    Habían pasado de proteger a la población civil a saquearla.  Cuando terminaron montaron en los dos vehículos y se marcharon.

Anna y yo nos levantamos y corrimos hacia los desafortunados con la esperanza de encontrar alguno vivo.   Al mismo tiempo empezaron a aparecer zombis atraídos por el tiroteo y por el olor a sangre fresca.  Fuera como fuera ya no podíamos hacer nada y permanecer alli era muy arriesgado, así que la agarre del brazo y dimos media vuelta a pesar de su disgusto.  

El resto de la tarde y de la noche no dijo nada, tan solo soltó alguna lágrima.    Afortunadamente igual que supero el  periodo en el que estuvo cautiva, yo esperaba seguro que también olvidara el episodio de hoy y pronto volviera a ser la chica risueña y alegre de días atrás.

Al día siguiente cuando emprendimos camino, me contó que a ella le paso algo parecido,  confiaron en un grupo de militares que los traicionaron y en su caso acabo vendida como esclava.   No había terminado de contármelo cuando pasado un cambio de rasante apareció un control militar que nos cortaba el pasoEmpecé a reducir la velocidad y mire a Anna que se había puesto a temblar, intente tranquilizarla, la cogí de la mano y la dije que no iba a pasar nada, que se tranquilizara y se comportara con normalidad.

No pude disimular mi cara de ocho cuando vi que los militares que nos estaban dando el alto, eran los mismos que el día anterior habían disparado contra los civiles indefensos.

-     Buenos días, donde se dirigen – Nos pregunto uno de los soldados al tiempo que nos saludaba llevándose la mano al casco.
-     Dos dirigimos hacia el refugio de Atenas, hay algún problema – Le conteste fingiendo ignorancia.
-     Hay muchos zombis en la zona y es muy peligroso, tenemos orden de proteger a los civiles que encontremos, por favor bajen del coche – obedecimos, intentando no levantar sospechas.
Bajamos de la autocaravana con aparente tranquilidad, nuestra mejor baza era que no nos consideraran una amenaza y se confiaran, eso nos daría la oportunidad.   Solo habia cuatro de los doce que vimos el dia anterior.

Dos de ellos nos interrogaban, otros dos registraban la caravana, fue entonces cuando uno de los tipos abrió el armario y se encontró mi pequeño tesoro y el arsenal.   En unos segundos los tenía a todos los soldados reunidos en el interior del vehículo, felices por el tesoro que habían encontrado.   Le hice una seña a Anna para que se colocara detrás mía, poco a poco los dos fuimos retrocediendo alejándonos de la autocaravana y cuando calcule que la distancia era segura saque el detonador del bolsillo y pulse el interruptor.

 La explosión genero una gran llamarada que por uno segundo nos envolvió en un infierno de calor mientras el auto volaba a varios metros de altura, cuando estaba a unos tres metros de altitud una segunda explosión la destrozo dejando una lluvia de fuego y piezas metálicas sobre nuestras cabezas.  Cuando levante la cabeza estaba  todo en llamas y de los soldados solo pude distinguir trozos  informes totalmente calcinados.

Anna estaba acurrucada hecha un buruño, la levante del suelo y la abrace.  Ella me miro y advirtió una serie de pequeñas quemaduras en mi ropa que rápidamente se apresuro a curar.

-     Solo son unas pequeñas quemaduras, no te preocupes, ahora es mas importante escapar antes de que se acerquen sus compañeros o los zombis de la zona. -  Ella asintió con la cabeza y ambos nos alejamos corriendo tanto como pudimos.

Tras alejarnos unos kilómetros encontramos una ermita, la puerta estaba cerrada con un candado, lo abrimos y entramos, apenas tenia unos pocos metros, cuatro bancos y la imagen de una virgen.     Deje a Anna en el interior descansando y salí a cazar algo.  Cuando volví con una musaraña, ella estaba dormida en un rincón, estaba temblando así que hice una pequeña hoguera a su lado.   Mientras despellejaba la musaraña observaba su rostro y su cuerpo semidesnudo iluminado por la hoguera, aunque la había estado evitando, la verdad es que Anna  me ponía.   Metí la mano dentro del pantalón y empecé a masturbarme mirándola, de repente abrió los ojos, yo tan rápido como pude saque la mano del pantalón, era tarde, ella miraba fijamente mi entrepierna con cara de asombro. 

- ¿Entonces si que te gusto? - dijo llena de satisfaccion.

  Intente disimular y la pregunte.

-     ¿Tienes hambre? Por fin te has despertado. –  dije bajando la cabeza y moviendo la musaraña en el fuego nervioso.

Ella no me contesto, se levanto y se acerco a mi, se arrodillo delante de mi y me desabrocho el pantalón, mi verga salió al exterior grande y erecta,  pensaba que me iba a estallar, Anna me la sujeto entre sus manos y empezó a acariciarla.   Mi cabeza me decía que parase pero mi cuerpo no obedecía, estaba entregado y el tamaño de mi polla había crecido exponencialmente entre sus manos.  Estaba a punto de correrme cuando ella se la introdujo entera en su boca, un chorro de semen salió disparado dentro de su boca, otro chorro hacia su cara y las ultimas gotas sobre sus tetitas.

-     Si que estaba cargada - Me dijo con la boca y la cara llena de semen.

Yo no la conteste, había dado el paso y no había vuelta atrás,  la limpie la cara, luego mis manos la quitaron la poca ropa que llevaba, hasta que su tierno cuerpo quedo totalmente desnudo e iluminado por la hoguera.

-     ¿Eres virgen? – pregunte y ella negó con la cabeza. - ¿Quieres que pare? – volvi a preguntar y ella volvió a negar.

Avanzo un paso y subió sobre mi colocándose en la postura de la medusa,  tenia  las piernas totalmente abiertas encima mía,  quedando su pubis y mi pene en contacto.  Empecé a besarla el cuello, sus  pezones se pusieron erectos, rozando con mi pecho, mientras ella empezó un frotarse cada vez con más fuerza, estaba muy húmeda.  La agarre del culito y la apreté contra mi, notando como mi verga penetraba en su interior,  lo tenia muy estrecho y caliente, emitió un quejido, yo hice ademán de salir, pero ella me abrazo clavándome sus uñas en mi espalda y provocando que se la introdujera mas adentro. – Por favor no la saques ahora, me gusta mucho – me dijo con las voz entrecortada y sonrojada.   Dos apretones mas y ella se corrío momento en el que se puso a gritar en estado de éxtasis. – Más por favor, necesito más -.   La complací como ella me pidió estuvimos follando el resto de la noche, no recuerdo cual de los dos fue el que tuvo mas orgasmos, cuando acabamos cenamos la musaraña y dormimos placidamente hasta el día siguiente.

Por la mañana, Anna estaba desnuda calentando en las brasas lo que había quedado de la musaraña de la noche anterior,  yo disfrutaba de la vista.  Hasta que un ruido en el exterior nos puso en alerta.   Anna apresuradamente se vestío, yo cogí mi cuchillo y me aposte trás la puerta, si se trataba de zombis podríamos defendernos, si se trataba de los militares, con las armas que teníamos lo llevábamos clarinete.

Abrieron la puerta y vimos la silueta de tres personas a trasluz,  el primero era un hombre de unos cincuenta años, llevaban una escopeta  pero no vestía uniforme militar,  luego la que debía ser su mujer y por ultimo un chico joven, de unos veinte años, también portaba escopeta.

-     ¿Quién anda hay dentro? – pregunto el hombre mayor apuntando a Anna.
-     Lamolevk, Ivan Lamolevk, ella es Anna – Dije señalándola – Estamos de paso – levantamos los brazos y salimos al exterior.
-     No hace falta que levanten los brazos, no son prisioneros, esta es mi mujer Manuela y ese mi hijo Luis, mi nombre es Privo – según se presentaban, bajaban las escopetas lo cual me tranquilo bastante.

Se trataba de una familia que vivía en una pequeña finca cercana, con un huerto y unos cuantos animales que les daba apenas para subsistir a ellos únicamente.    Los domingos (yo no tenia idea de que fuera domingo) se acercaban a la ermita a rezar.

Nos invitaron a descansar uno o dos días en su casa, que era lo máximo que podían permitirse. De camino les contamos el rescate de Anna y el episodio con los militares.    Anna enseguida hizo muy buenas migas con la mujer, su carácter abierto y extrovertido, la hacían de trato fácil.  El chico joven cerraba el grupo y no le quitaba los ojos de encima a Anna, no me extraña, para ese chico ella debía ser poco menos que sus plegarias hechas realidad.

Ya en la cena Anna había notado el interés del chico por ella y ella no paraba de tontear con el, debía ir en su naturaleza, yo sentía algo extraño en el interior, no se si eran celos o simplemente la había cogido cariño y rechaza la idea de separarnos.   Sea como fuere el sonido de la alarma en el perímetro de la finca, nos sobresalto y me saco de mi comedura de tarro.  Nos asomamos por la ventana y vimos a un zombi caminar hacia la casa. 

-     No me explico como a podido pasar la alambrada – dijo Privo corriendo a por la escopeta.
-     Yo me ocupare de él, padre – dijo el chico, intentando hacerse el gallito delante de Anna.
-     Esta bien, pero ten cuidado -  le contesto a la par que se apostaba en una de las ventanas atento a cualquier eventualidad.

El chico cogió su escopeta y salió al exterior, la levanto y apunto al zombi, cuando estaba a unos diez metros disparo, acertándole de pleno en la cabeza.   Los sexos del podrido saltaron por los aires y cayo de bruces delante del chico.  Cuando Privo y yo salimos al exterior nos encontramos al chico leyendo un papel que el zombi llevaba colgado del cuello.

No deseamos haceros daño, entregarnos al responsable de la muerte de nuestros camaradas y nadie saldrá herido.   Si dentro de 24 horas no ha salido el culpable desarmado con los brazos en alto, no será un zombi si no cientos los que os visitaran.

Durante horas estuvimos discutiendo nuestras opciones, lo de los zombis no era un farol, yo ya había visto como un grupo de hombres pastoreaba a los zombis para atacar un pueblo, utilizando cebos humanos.  No me parecía justo el lío en el que había metido a esta familia y me ofrecí a salir.  Pero tantas veces como quise salir tantas veces como me lo impidieron.   Llegados a este punto la única opción era tomar la iniciativa.   

Primero preparamos la defensa de la finca,  tapando puertas y ventanas con muebles y creando un perímetro de gasolina para crear un muro de fuego que no pudieran atravesar.   Luego me prepare para una de las cosas que hacia mucho tiempo que no hacia, pero que se me daban extremadamente bien durante el tiempo que estuve en la Spetsnaz, “cazar hombres” Mono negro, linterna, cuerda, P-99 y Fairbairn, no necesitaba mas.

Privo sabia que la avalancha zombi se podía producir en cualquier momento sobre la casa y habían preparado un túnel que iba desde la casa hasta el principio del bosque, era un túnel de unos 500 m. una labor de chinos.    Salí por el túnel a la caza de esa gentuza, tenia claro que estarían cerca, vigilando la casa.   Primera hice una inspección rápida y silenciosa  para localizar su posición y establecer un plan de acción.  Localice a tres de ellos vigilando la casa, uno al norte detrás de un muro, otro al sur en un árbol y un tercero al este, cerca del cobertizo.   Luego al oeste esperando en la puerta principal había un grupo de otros tres hombres esperando junto a dos Hummer. 

Los tres hombres que estaban vigilando los elimine con relativa facilidad, uno a uno, utilizando el procedimiento estándar,  acercamiento sigiloso por la espalda y cuchillo en la carótida hasta dentro, 3 segundos exactos tardaban en morir, ninguno fue capaz de verme ni de alertar a los demás. 

El grupo de la puerta pensé que me iba a dar mas problemas, pero me facilitaron las cosas cuando el primero de ellos se alejo a mear, separándose de los compañeros, el pobre murió con la polla fuera.   Con los otros dos no tuve ni que acercarme, cada uno recibió un tiro en la cabeza a una distancia de unos 10 metros,

Me disponía a volver a la finca cuando escuche el ruido de un vehículo acercándose,  me acerque a la carretera y lo que me temía estaba a punto de materializarse.    Por la carretera se acercaba una furgoneta con todas las luces encendidas y un equipo de música sonando al máximo de volumen, era un tema de Iron Maiden.   Atados y casi a rastras en la parte posterior estaban dos personas moribundas y detrás a pocos metros la horda, cientos de podridos seguían a la furgoneta como si fuera una macabra procesión, unos corriendo, otros andando y otros arrastrándose,  todo el largo y ancho de la carretera debía estar infectada de zombis que irían llegando durante días o incluso semanas a la casa.

  La única solución que paso por mi cabeza  era que la furgoneta pasara de largo y siguiera camino para alejarlos de la zona.

Corrí carretera abajo hacia la furgoneta, conforme me acercaba pude ver a las dos personas que había en la cabina mirándome atónitos, sin entender quien era yo y que hacia corriendo hacia ellos.  Yo contaba con la ventaja de que ellos no podían parar ni desviarse de su camino.    Entonces el que ejercía de copiloto se asomo por la ventanilla con un M-16 y empezó a dispararme.    Yo apunte con la pistola mientras corría y le devolví el fuego, era una ruleta rusa, cualquiera de los dos podía acertar.    No se si por suerte o por puntería  yo le di primero y el tipo del M-16 quedo seco en su asiento. 

 Cuando alcance la cabina, el que conducía saco una pistola y me disparo; para esquivarla me tire al suelo y por poco no me aplastaron las ruedas,  desde el suelo levante la mano y dispare a la posición del conductor sin mirar, confiando en que continuara mi buena suerte.    El tipo dejo de disparar y la furgoneta hizo un cambio de sentido abandonado la carretera, metiéndose  campo a través.   Yo salte dentro de la cabina, uno de mis disparos le había dado en el tórax y el tipo sangraba como un cerdo encima de su compañero muerto.

Cogí el volante de la furgoneta apartando al tipo como pude, mire por el retrovisor, una legión de zombis ahora seguían la furgoneta campo a través.   Me sentía como el flautista de Hamelin encabezando una plaga.    Mientras conducía pensaba que haría dentro de unos pocos kilómetros, cuando se agotara la gasolina.  Yo podía correr mucho y rápido, pero ellos seguirían mi rastro incansables hasta que yo no pudiera más.   Eso si antes la furgoneta no se quedaba metida en una zanja o se caía por un barranco.  Cualquier cosa era posible en mitad del campo y de la noche.  Quizás eso fuera lo mejor, que todos acabáramos en el fondo de algún barranco.  

Trate de tranquilizarme y pensar, como podía acabar con ellos, quizás con fuego, quemando el bosque e intentando atravesarlo, no, era demasiado arriesgado e imposible cogerlos a todos.   Entonces la suerte se puso de mi lado y me tope con un río.   Los ojos se me iluminaron, solo hacia falta buscar un sitio suficientemente profundo para que los zombis no pudieran cruzarlo y la corriente se ocuparía del resto.

Quizás no eligiera el mejor sitio, pero acuciado por la falta de gasolina, la oscuridad y los podridos,  me introduje en el río por donde pude.  En cuanto el agua entro en el carburador la furgoneta murió.    Yo nadé hacia la zona mas profunda, durante muchos minutos estuve aguantando en mitad del río viendo como los zombis que intentaban llegar a mi eran arrastrados río abajo.   Cuando no pude aguantar más, nadé hacia la orilla contraria, salí del agua con síntomas de hipotermia y camine desnudo en la oscuridad.

Al amanecer por fin divise la finca, estaba helado, cansado y hambriento, llegue por el sur, allí seguía el tipo al que había clavado el cuchillo en la carótida, colgado del árbol, un hijo puta menos, pensé.  Llevaba unos prismáticos colgados del cuello, que por las prisas no cogí la noche anterior, se los quite, podían ser muy útiles.   Mire hacia la finca y vi como todos estaban en el exterior.  Luego Privo volvía a la casa y Anna y Luis se dirigían al granero, entonces ella se abalanzaba sobre el y empezaba a besarlo, yo baje los prismáticos, no me lo podía creer,  no por el hecho de que se gustaran, ya que los dos eran jóvenes y era lógica la atracción, si no por la rapidez, solo habia pasado un dia desde que folló conmigo y aprovechando mi ausencia se liaba con el Luisito.   Volví a levantar los prismáticos, seguían besándose como colegiales (en el fondo lo eran),  por un momento pensé en bajar y echarles un rapapolvo a ambos, luego decidí que lo mejor era poner tierra de por medio. 

    Baje al militar del árbol y le cogí prestado su uniforme mimetizado y su equipo de combate.   Cuando termine de vestirme volví a echar una última ojeada con los prismáticos a Anna para guardar una imagen metal de su belleza.     Estaban desnudos, haciendo un sesenta y nueve, - joder con los niños – pensé flipando.  Guarde los prismáticos, monte en un Hummer poniendo tierra de por medio.

lunes, 12 de marzo de 2012

ESTACION DE SERVICIO (version enviada por xwahili)


Intentaba apartarme de las grandes ciudades. Siempre que podía, dejaba a un lado cualquier atisbo de civilización. Y aunque el peligro zombie disminuía,  no dejaban de aparecer nuevos problemas.

Seguían cayendo los números en el cuentakilómetros de aquel decrépito coche, que amenazaba con dejarme tirado en cualquier momento. Me hallaba en pleno desierto, con apenas un sorbo de agua en el botellín de plástico, y sin nada que llevarme a la boca. El estómago me lo recordaba de cuando en cuando. Estaba claro que si quería llegar a algún sitio tenia que encontrar agua y alimentos pronto y, sobre todo, cambiar de vehículo.

Las estaciones de servicio en el desierto están muy desperdigadas entre sí, y es frecuente recorrer incluso un par de cientos de kilómetros entre una y la siguiente. Así que, cuando por fin vi el cartel que advertía que la próxima estaba ya a tan solo unos pocos kilómetros, sentí un enorme alivio.
- Uff, hubiera sido una cruel ironía del destino conseguir escapar sano y salvo de un Apocalipsis zombie para luego ir a morir de sed en mitad del desierto.

Divisaba ya los surtidores a pocos metros de distancia, por lo que aminoré la velocidad, mientras comprobaba que la escopeta y la pistola estaban preparadas para ser usadas. Caía la noche.

Observé las inmediaciones del área de descanso: A primera vista todo parecía en calma. Se trataba de un humilde complejo compuesto por tres edificaciones: Un motel, -de ocho o diez habitaciones-, un taller mecánico y un pequeño restaurante, además de la gasolinera. Detuve el coche delante de un surtidor al tiempo que echaba un vistazo hacia la oficina y el restaurante. No se veía un cristiano, ni rastro alguno de seres vivos… quizás estuvieran todos muertos ya, o tal vez quienes trabajaban aquí huyeran hacia sus ciudades cuando comenzó el desastre. Por si acaso, dejé el coche en marcha mientras repostaba.

Mi mirada se detuvo en el aparcamiento del motel. Me llamó la atención que allí había dos vehículos: Delante había una vieja camioneta Ford, pero detrás de ésta se intuía un 4x4. Así que me fijé con más detenimiento y efectivamente, había allí un flamante todoterreno, un Range Rover de alta gama. Un coche potente y poderoso, capaz de abrirse paso en prácticamente cualquier sitio. En otras palabras: Justo lo que yo necesitaba…… así que no me lo pensé dos veces, solté la manguera del surtidor y me dirigí hacia allí.

El Range Rover estaba cerrado, por lo que decidí entrar al motel a buscar las llaves. Acaricié el gatillo de mi escopeta calibre 12, cargada con cinco cartuchos doble cero, y abrí la puerta de la recepción. Me acerqué hasta la puerta de la primera de las habitaciones, la número 11. Giré el pomo y la puerta se abrió, así que entré. Allí tampoco había señales de vida, la cama estaba hecha y la habitación limpia y recogida. Recordé entonces que llevaba treinta y seis horas sin dormir y que estaba muy, muy cansado.

Evalué mentalmente la posibilidad de quedarme a dormir allí. Aquel sitio parecía seguro, no había rastro alguno de los podridos, y que coño: me apetecía mucho dormir en una cama decente. Además, seguro que también podría darme una ducha rápida y lavarme el pelo. Lo necesitaba.

Una vez que decidí pasar la noche allí, se hacía necesario hacer una inspección minuciosa de todo el complejo.  Me eché la escopeta a la espalda y empuñé la pistola y la linterna. Salí al patio y me dirigí al taller. Solamente algunas herramientas que podrían serme útiles me llamaron la atención, más tarde volvería a por ellas.

 El restaurante estaba cerrado, pero no me costó forzar la puerta. Estaba todo a oscuras, y olía a comida en mal estado, pero encontré una estantería con agua embotellada y varias latas de comida: Guisantes, judías, atún, sardinas, … más que suficiente para unos cuantos días. Abrí una lata de mejillones que devoré en cinco segundos y eché un trago de una lata de coca. También cogí una botella de whisky escocés, por si más tarde podía permitirme un rato de relax y un par de habanos secos que quedaban en una caja de Montecristo.

Ya solo me quedaba retomar la inspección en el motel. Era primordial encontrar las llaves del Range Rover, pero también debía revisar todas las habitaciones una a una, y elegir la más segura para dormir a pierna suelta.

En el pasillo había diez habitaciones, todas vacías y sin rastro de inquilinos. En ninguna de ellas encontré las llaves del coche. En un aseo encontré un frasco de jabón líquido que puse en mi mochila. Y en un armario empotrado había un par de mantas viejas y algo roídas pero que seguramente me serían útiles. Las cogí también y salí de nuevo al pasillo. Al final de éste había una puerta de ojo de buey y una escalera que llevaba hasta la terraza. Subí y me encontré con un tendedero y lo que parecía ser un cuarto trastero.

De pronto, escuché unos ruidos que provenían del interior del trastero. Podridos, sin duda, - pensé - los gruñidos no dejaban lugar a la duda. Me habían olido y empezaban a sobreexcitarse.  Debían ser tres, cuatro a lo sumo. Observé que la puerta estaba cerrada desde fuera. Evidentemente, alguien los había encerrado allí. Me acerqué hasta la puerta para comprobar que estaba bien cerrada cuando alguien habló a mi espalda:

-          ¡Deténgase, no toque esa puerta! – Una voz firme a la vez que dulce sonó a mi espalda.

Me giré sobre mis talones sobresaltado. La luz de la luna me mostraba la silueta perfecta de una mujer morena, alta y delgada, de larga melena que iba armada con un cuchillo de cocina. Tenía un precioso rostro. Rasgos finos, nariz perfecta acompañada de unos grandes ojos verdes y largas pestañas, que junto a unos labios generosos y pronunciados y unos pómulos ligeramente acentuados, la hacían muy, muy deseable….. Para más Inri, vestía unos leggings tipo vaquero, muy ajustados, y un jersey corto de cachemire color blanco, de cuello alto, muy ceñido, que consiguió desviar mi atención inmediatamente hacia sus firmes y espléndidos pechos.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Durante unos segundos no pude siquiera pronunciar palabra. Sentí que ella también se dio cuenta del deseo que acababa de despertar  en mi, y observé que bajó su cuchillo y desvió su mirada apenas un instante a mi entrepierna.

En ese momento, mi erección era ya muy evidente. Decidí romper el silencio.

- ¡Hola!, Tranquilízate, no tienes de que preocuparte, que no tenía intención de abrir, sino todo lo contrario, solo comprobaba que la puerta está bien cerrada y es segura…. ¿Sabes cuántos podridos hay ahí dentro?  Por cierto, … ¿Quién eres? - Llevo un rato dando vueltas y buscando a supervivientes y no había visto a nadie, pensaba que este lugar estaba desierto ¿Trabajabas aquí? – pregunté para iniciar conversación, si bien resultaba evidente que se trataba de una “señorita bien” a quien la Infección le había pillado de viaje en carretera.

- Me llamo Ana. Llegamos aquí hace dos días, íbamos camino de la costa.

- ¿llegamos? … ¿Quiénes? - pregunté

Ella dudó un instante…. – Ven por favor, sígueme, aquí no estoy tranquila, vamos a un lugar seguro y te cuento con detalle – dijo, mientras tomaba mi mano. …. La seguí como un corderillo, caminando tras ella sin poder dejar de examinar su excelso trasero, donde intuía que se dibujaban las líneas de su minúscula tanguita.

Bajamos nuevamente a la recepción del hotel. Tras el mostrador de recepción, había un pequeño recibidor y tras éste una cortina. Antes se me había pasado mirar allí,
- ¡menudo fallo! - Atravesamos la pequeña instancia y cruzamos la cortina. Detrás había una pequeña escalera que daba a lo que probablemente fueran las instalaciones de la portería. Efectivamente, entramos en un coqueto y pequeño pisito de soltero compuesto por dos dormitorios, un baño, y un pequeño cuarto de estar con cocina americana. Dos niños, gemelos, de apenas cuatro años, observaban absortos un DVD de dibujos animados. Apenas me prestaron atención.

- Estos son mis hijos, Paul y Lewis. Mi padrino es el dueño de este complejo. Como te decía, viajábamos toda la familia camino de la costa y al llegar aquí decidimos hacer un alto para descansar y saludarle. Nada más bajar del coche nos dimos cuenta de que algo no iba bien: Todos el mundo estaba presa de los nervios porque se rumoreaba que en la ciudad había llegado el caos. La televisión y la radio habían dejado de emitir noticias, todo era confusión. Tras nosotros llegó otro coche del que bajó una familia sospechosa de estar infectada. Entonces todo el mundo huyó despavorido, y solo nos quedamos nosotros y mi padrino.

Mi marido y Lucas, mi padrino, encerraron ahí arriba a la familia esa de podridos. Con los tres primeros no hubo problema, pero el cuarto se resistió y le clavó un cuchillo a Lucas en el estómago. Pedimos una ambulancia, pero no llegaba, y Lucas cada vez se encontraba peor, así que mi marido decidió llevárselo al Hospital…. Yo no quería quedarme aquí sola con los niños, pero él insistió en que este lugar sería el más seguro, …. Y bueno, eso es todo, desde entonces han transcurrido ya cuatro días y no solo no hemos tenido noticias de ellos, si no es que además tú eres la única persona que hemos visto en todo este tiempo. Los niños son muy pequeños y no saben nada, aunque echan de menos a su padre, pero yo ya estoy de los nervios.

- He de serte sincero, Ana. Los hospitales son estos días lugares muy peligrosos, hiciste bien en quedarte aquí. Y bueno, lamento ser tan brusco, pero dudo que tu marido y tu padrino estén vivos a estas alturas.

- No, no quiero martirizarme, Iván, no quiero seguir pensando en ello. Eso que dices ya lo pensado muchas veces, y no quiero volverme loca… dejémoslo estar. – Voy a acostar a los niños, y .… nada, si quieres puedes darte una ducha, tenemos agua caliente, jabón y champú. Te traeré ropa limpia – me dijo. Intuí una carga de deseo sexual tras esa frase, y su mirada lánguida y su voz entrecortada no hacían sino confirmarme mis expectativas.

Entré al baño, descorrí la mampara, y comprobé que efectivamente allí había todo lo necesario para tomar una buena ducha. Así que comencé a desnudarme y a amontonar mi ropa sucia en el bidet. Abrí el grifo del agua caliente, y lo dejé correr unos segundos. Antes de entrar en la ducha, tuve buen cuidado de dejar la puerta entreabierta, por si Ana quería examinar la mercancía ….

Cuando terminé de ducharme, cerré el grifo y abrí la hoja de la mampara, sujetando la toalla contra mi pelvis. Levante la mirada al espejo y, a través del vaho crucé mi mirada con la de Ana durante un instante. Sus ojos me observaban al otro lado de la puerta entreabierta. Pude ver como se ruborizaba mientras desaparecía de mi ángulo de visión, así que me puse la toalla en la cintura y salí del baño.

Los niños estaban ya dormidos, y Ana los había acostado en su cuarto y luego había apagado las luces. Sólo la televisión y la bombilla del cuarto de baño iluminaban ya la estancia. El deseo flotaba en el ambiente.

Me vestí con la ropa que me había preparado mientras ella hacía algo para cenar. Me había elegido unos calzones muy sugerentes, una camiseta negra que me estaba muy amplia y unos pantalones tipo militar. Me sentaba todo muy bien.

Durante la cena me dijo que quería ir al Hospital, pero que ella no sabía conducir. Su tono de voz era casi de súplica, pero lo cierto es que yo apenas prestaba atención a lo que decía, embobado como estaba mirando sus espléndidos pechos. Según pasaban los minutos, ya ni siquiera intentaba disimularlo.

Recogió los platos de la cena y los llevó al fregadero, mientras yo me senté rendido en el sofá, observándola hacer. Tomo una botella de vino y se acercó hasta mi, sentándose a mi lado y ofreciéndome un vaso, que acepté agradecido. Estaba muy cerca, y su olor me embriagaba de tal forma que provocaba en mi miembro una firme erección.

Ana bebió un sorbo de su vaso y, luego otro. Al cabo de unos pocos minutos, el vino hizo su trabajo, y sus mejillas empezaron a tomar color. De repente, pareció liberada de sus prejuicios, y, tras una pausa gatuna, maliciosa, comenzó a mirarme con deseo. Por fin, una sonrisa picarona asomo a su rostro mientras se atrevió a preguntarme:
 - Iván, dime… ¿Cuánto hace que no te acuestas con una mujer? – preguntó maliciosa…

No respondí. Pero a ella no pareció importarle. Dejó su vaso en el suelo y se arrodilló delante de mí. Sus manos se movieron rápidamente en mi cintura y en apenas un segundo me había quitado pantalón y calzón.  Ahí estaba mi miembro: excelso, eminente, inhiesto y duro, esperando que ella lo engullera, lo que hizo con una maestría que me sobresaltó.

Empezó a chupármela con una voracidad salvaje. Su caliente saliva, los vaivenes sobre mi polla y la avidez de su lengua no me daban tregua. - Detente un segundo, por favor – dije con voz entrecortada.

Sonrió y se incorporó unos segundos para desvestirse. Se quitó toda la ropa en un instante y volvió a la carga. Parecía que tenía la firme decisión de saborear mi semen... pero yo tenía otros planes, al menos de momento. Así que la tumbé en el sofá y la contemplé en su desnudez absoluta.

Era perfecta. Algunas mujeres en la distancia corta son menos apetecibles, pero este no era el caso. Ana tenía unos pezones muy oscuros que devoré con mi lengua, mientras su pelvis se cimbreaba pidiendo guerra. Palpé su chochito, húmedo y caliente, rasurado completamente apenas cinco o seis días antes, – calculé -, seguramente el mismo día que salieron de viaje.

Llegó entonces el momento de comerse una deliciosa almejita, lo que hice resueltamente. Ella empezó a retorcerse de placer, gimiendo sin parar, y su respiración se agitaba cada vez más.

De pronto, sin siquiera esperarlo, sentí su caliente flujo en mi boca, al tiempo que su cuerpo se contrajo y sus piernas se apretaron contra mi. Había tenido un orgasmo. – ¡Qué rápidez!, - pensé, ….. pero ya su voz me pedía volver al trabajo: - ¡¡Penétrame, fóllame ya, por favor!! – me suplicó.

Así que la tomé por la cintura y sobre el sofá la puse a cuatro patas. Inmediatamente ella separó sus rodillas, para dejar al descubierto su espléndido culo y claro, su oscura y chorreante almejita. De pronto, su mano derecha asió mi polla y la condujo directa a su chochito…. Así que solo tuve que empujar… ella había hecho el resto.

Comencé a moverme dentro de ella despacio, disfrutando de sus gemidos, y sintiendo su chochito ardiente en mi polla.  Durante un par de segundos pensé que me iba a correr enseguida, entonces me dije – “concéntrate chaval, o vas a dejar a este pivón a dos velas“ - … Así que se la saqué un segundo para darme una tregua, y aproveché el momento para pasar mi lengua por su culito….. ella se volvía loca, gemía y gritaba a punto de correrse otra vez.   Cogí resuello y la volví a penetrar, esta vez con más violencia, con vaivenes profundos, mientras veía como su cara se convertía en una lujuriosa mueca de placer,… en pocos segundos volvió a correrse….. Tuvo un largo y mojadísimo orgasmo que la duró casi un minuto,… hasta que finalmente sus piernas cedieron rendidas y se desplomó sobre el sofá.

Me quede un segundo allí, de pie, empalmadísimo,  ante esa belleza que acababa de caer sometida a mi virilidad…. Pero ella decidió explorar nuevas rutas. Tras un breve descanso en que aprovechó para chupármela con delicadeza, me musitó al oído: - Mi culito quiere polla, campeón. Fóllatelo, por favor, fóllatelo muy despacio … -¡Ahh, hacía muchísimos años que no tenía un orgasmo así ! - …. Termina el trabajo, mi amor.

Volvió a la posición anterior y se metió un dedito en el culo, para ir andando el camino. Luego volvió a cogérmela y esta vez orientó mi capullo a su orificio posterior, esperando a que yo la penetrara, lo que hice decididamente, aun a sabiendas de que resultaría de inicio doloroso para ella… claro, luego el barrillo de mi pene lubricó su culo e hizo el resto. Mientras esto sucedía, su mano derecha frotaba su clítoris con brío una vez más…. En apenas un minuto volvió a tener un nuevo orgasmo, aunque esta vez mucho más breve que el anterior….

Se volvió hacia mí, sonriendo, al tiempo que me soltó: – Tío, ¡eres la bomba, una máquina!… - siéntate en el sofá y relájate, por favor, me toca…. - te voy a hacer la mamada de tu vida – me susurró…

Volvió a la carga una vez más, su lengua sobre mi polla, aunque ahora de una forma muy, muy profesional, centrándose en pasar su lengua por las zonas mas erógenas, mientras levantaba su lasciva mirada hacia mi… A estas alturas yo ya estaba muy trabajado, a punto de correrme… Así que cuando su lengua  recorrió mis testículos de abajo a arriba para terminar engullendo mi polla repetidamente ayudándose de sus manos y presionando sus labios en mi glande, me corrí como una bestia. Un latigazo impresionante recorrió mi cuerpo …. un orgasmo que me dejó exhausto varios minutos, sin poder articular palabra… Aquello fue el polvo del año.

Al cabo, unos ruidos provenientes del exterior nos despertaron y consiguieron deshacer el hechizo, haciendo que volviéramos a la realidad. Me asomé con cuidado a un ventanuco y divisé a un podrido que merodeaba por la zona. Escudriñe el entorno con cuidado y no vi a ningún otro, así que decidí salir a darle lo suyo.

Me vestí rápidamente y cogí la escopeta y la Katana. Salí descalzo para no hacer ruido y le dije a Ana que cerrara con llave al otro lado de la puerta.

- Enseguida vuelvo, son dos minutos. – le dije, quédate tranquila.

Salí a la oscuridad, moviéndome sigilosamente al amparo de la noche. Doblé la esquina de la gasolinera y allí estaba, apenas a quince metros de mí, un podrido que en su día fuera un hombre de edad mediana, dando golpes a la cristalera del restaurante.

Salí a su encuentro. – ¡Eh, tú, ven a por mi! – le grité - … y corrí hacia el taller mecánico. El zombie salíó desatalentado tras de mí, caminando a buen ritmo.

Yo alcancé la entrada al taller, entrando rápidamente, y me quedé tras la puerta esperando a que apareciera el zombi. Sentí sus atropellados pasos acercarse sin cautela alguna hasta la puerta. Así que solo tuve que esperar a que sus brazos aparecieran ante  mí, luego, inmediatamente solté un mandoble cruzado de Katana. que le seccionó el cuello completamente. Su cabeza rodó como una pelota hueca hacia el interior del taller, sus ojos todavía estaban abiertos….

- ¡¡Agg, que ascó, coño !!-  me dije a mi mismo en voz alta, e inmediatamente arrastré su cuerpo lejos del recinto, hasta que calculé que estaba lo suficiente lejos de la casa para que no llegara el mal olor, dejándole en un hoyo y cubriéndole como pude con tierra. Luego me marché sin mirar atrás.

Cuando volví, Ana me estaba esperando en la puerta,

-          Gracias, tío….. si tú no hubieras estado aquí, no se que hubiera sido de nosotros.
-          No tienes que darme las gracias, además, me considero muy bien pagado - sonreí ladinamente. Ella me devolvió la sonrisa,  - vámonos a dormir -, me dijo, - es hora de descansar ….. ¿no crees?
-          Sí, Quizás - respondí.


Los primeros rayos de sol de la mañana me despertaron. Un perverso reflejo en el espejo del dormitorio fue el culpable. Pero ya dice el refrán que no hay mal que por bien no venga, así que, me levante unos segundos a hacer un pis y me volví a la cama con la intención de follarme a Ana. Ella estaba profusamente dormida, por lo que decidí comenzar a elevar su lívido masajeándola la espalda y restregando mi polla en su culito. En apenas unos segundos yo ya estaba completamente empalmado y ella comenzó a reaccionar positivamente a mi propuesta, arqueando su  cintura como gata en celo. Decidí no esperar. Separé sus piernas lentamente y la penetré sin más preámbulos. Al sentir la caliente humedad de su vagina, mi excitación se elevó exponencialmente. – Te gusta mi polla, ¿verdad? – la dije al oído… ella emitió un gemido de placer y se dejó hacer ….. Tras un breve coito, Ana tuvo un orgasmo muy caliente que me hizo correrme de inmediato dentro de ella. Fue magnífico.

Nos levantamos y aseamos y comenzamos a planificar el viaje al Hospital en busca de su padrino y del cornudo del marido. A eso de las diez de la mañana, levantamos a los niños. Mientras ella los dio el desayuno y los aseó, yo preparé el 4x4 para el viaje. Una borrasca oscura que parecía traer malos augurios asomaba en el horizonte. Probablemente llovería esa misma tarde. A las once en punto, partimos en dirección a la ciudad.

Los niños, que parecían ser muy tímidos y hablaban muy poco, jugaban a su aire con unos dinosaurios y unos transformers. De vez en cuando su madre los regalaba alguna carantoña, e intentaba establecer algún vínculo afectivo entre ellos y yo. Yo no quería desengañarla, pero aquellos niños y yo no teníamos buen feeling…. Bueno, el caso es que apenas crucé palabra con ellos durante todo el camino.

Tampoco tuvimos ningún contratiempo con los podridos. De ver en cuando me parecía divisar a alguno, pero el desierto es muy inhóspito incluso para ellos. Me gustaba aquel coche, era un Diesel de unos doscientos caballos, automático, y con tracción permanente a las cuatro ruedas. Un juguete, vamos.

Tras un par de horas de carretera, comenzamos a llegar a la civilización. Las señales indicaban que la ciudad estaba ya cerca, apenas a quince kilómetros, y los zombies, lógicamente, empezaron a dejarse ver. Comenzó a llover con bastante intensidad, y la visibilidad comenzó a ser bastante pobre.
Dejé la carretera secundaria que había sido mi compañera de viaje los últimos tres días por una autopista de tres carriles que nos llevaría directamente al Hospital. Por suerte, éste estaba en las afueras de la ciudad. Ana comenzó a sentirse inquieta, y los niños también. El mal tiempo no nos ayudaba precisamente, y los podridos, que cada vez eran más numerosos, tampoco.

Por fin apareció el hospital en lontananza. Reduje la velocidad y puse el cambio manual, me sentía más cómodo conduciendo así. Llovía cada vez con más fuerza.

Entramos en una rotonda que daba acceso al aparcamiento principal del hospital cuando vimos veinte o quizás treinta podridos aporreando lo que debía ser una caseta prefabricada, de esas que ponían en colegios y hospitales durante las reformas.  Evidentemente allí dentro había alguien, y el olor humano le había delatado.

Pedí a los niños que se echaran al suelo y a Ana que se cambiara al asiento trasero con ellos. Había llegado el momento de hacerle algún arañazo a aquel flamante Range Rover. Acerqué el 4x4 hasta la caseta lentamente, y toqué el claxon del coche para llamar la atención de los podridos. Enseguida comenzaron a venirse hacia nosotros…  durante unos segundos los dejé acercarse y aporrear las ventanillas del coche, su excitación creció muy deprisa, el olor de cuatro humanos debía ser insoportable para ellos….

Metí la marcha atrás unos cincuenta metros, para seguidamente poner primera y segunda velocidad y lanzarme a muerte a atropellar aquellos cuerpos flemáticos que en su día albergaron vida humana… Así lo hice una y otra vez, repetitivamente, hasta que por fin solo quedó un emplaste viscoso de carne y sangre por todo el asfalto….

Me bajé del coche y le pedí a Ana que se quedara dentro con los niños. - Vuelvo enseguida, no te preocupes, pero pon el seguro. Voy a echar un vistazo.

Ella obedeció de inmediato. Me dirigí a la caseta gritando “¿¿Quién vive?? ¿Hay alguien aquí con vida? - …Pero no obtuve respuesta alguna. La lluvia me estaba calando los huesos, y decidí abreviar, así que fui a la puerta y comprobé que, como suponía, estaba cerrada por dentro. Así que me retiré un metro y apunté directamente  con la escopeta a la cerradura. Disparé y de inmediato la puerta se abrió. Pasé dentro huyendo de la lluvia, pero el espectáculo que apareció ante mi era muy desagradable.

El cadáver decapitado de un varón ocupaba el centro del habitáculo. Su muerte se acababa de producir, apenas unos minutos antes, porque la sangre aún no se había coagulado. Ello explicaba la excitación de los podridos que cercaban la caseta. A su lado estaba los restos de un zombi, probablemente alguien que había sido infectado anteriormente y que había mutado estando allí encerrado. También su cabeza estaba seccionada, aunque solo parcialmente. Al fondo de la sala estaban los restos de una mujer, probablemente una doctora del hospital. Tenía toda la pinta de haberse cortado las venas voluntariamente, …. Un bisturí a su lado era la prueba palpable, y a su izquierda estaba la explicación a las cabezas seccionadas… Una Katana. samurai, pero…. ¿Cómo cojones había llegado una Katana. a aquel hospital?

Revisé los cadáveres buscando su documentación y teniéndome lo peor. El carnet de conducir del podrido decía que se llamaba Lucas Alcazar… la doctora era Amal Mashlab, tenía rasgos árabes. El decapitado, un hombre joven, Europeo, de nombre William Woolf. Tuve un mal presentimiento.

Finalmente volví al coche. Ana quitó el seguro y entré a salvo de la lluvia.
- ¿Qué sucede allí dentro? – me preguntó. En su mirada solo había miedo y desasosiego.
- ¿Cómo decías que se llama (el cornudo) tu marido? – pregunté con una mueca seria.
- Bill, .. bueno … William, claro, Su nombre de pila es William. William Woolf. 

Arranqué el coche, miré a Ana fijamente: - Venga, vámonos de aquí, …ya no hay nada que podamos hacer, aquí solo hay muerte por todos los lados…
Ella palideció un instante, y enseguida, sin darme tiempo a reaccionar, abrió la puerta del coche y salió corriendo hacia la caseta, necesitaba confirmar el mensaje.

Decidí dejarla sola. Al cabo de un minuto o menos, volvió sobre sus pasos. Su rostro estaba desencajado, pero ni una lágrima en su cara para que los niños no sospecharan que eran ya huérfanos de Padre.

- Vámonos ya, por favor – me dijo.

Conduje huyendo de la ciudad sin rumbo fijo durante unas horas más. La lluvia empezaba a retirarse y a ratos escampaba. Los niños se habían dormido y Ana parecía un espectro, el dolor y el cansancio habían mellado en ella y su belleza se resentía. No, no tenía buen aspecto precisamente.

Huía de la civilización otra vez, y empecé a dar vueltas a aquella situación en la que me encontraba. Por un lado, tenía a mi lado a una mujer preciosa, y me apetecía mucho disfrutar de su cuerpo y de su compañía. Pero había un lado oscuro: Los pasajeros del asiento trasero, y ese lastre no me agradaba precisamente. 

Avanzábamos hacia poniente. El sol se ponía tras unas lomas a mi derecha. El culo me dolía tras varias horas conduciendo y estábamos todos cansados. Los niños estaban insoportables. Los niños no me gustan, lo reconozco, tengo poca empatía con ellos, sus llantos me sacan de quicio. Necesitaba dejar de escucharlos y pensar en cómo salir de esta situación tan embarazosa. Alcanzamos una rotonda que señalizaba el camino a lo que me pareció que podría ser una finca, un hotelito o algo así.  Decidí dejar la carretera y avanzar por el camino de tierra, había llegado el momento de descansar.

Tras tres o cuatro kilómetros de camino, apareció lo que efectivamente tenía aspecto de ser una casona de campo, una finca de gente bien. Ningún podrido a la vista. La noche se echaba encima y no podíamos andarnos con remilgos. Aparqué en la puerta, cogí las armas y dije a Ana que se hiciera cargo de los niños y me siguieran.
Entramos al patio de la finca. Se divisaban dos edificios. Uno más pequeño que probablemente fuera la casa del servicio de los señores. El grande, de tres plantas, con todas las ventanas cerradas no me gustó un pelo. Además, no teníamos tiempo de investigar si era suficientemente seguro o no, demasiado grande y demasiado tiempo se nos iría en ello.

Entramos en la casita de los criados. No había luz eléctrica. Dos dormitorios, un baño, una cocina y un cuartito de estar. Todo olía a cerrado, allí hacía tiempo que no habitaba nadie. Una pequeña despensa llamaba la atención porque estaba totalmente vacía, igual que el frigorífico. La impresión que daba aquello es que los habitantes habían huido de forma planificada, llevándose alimentos y ropa. Las camas tenían solo las sábanas, no había mantas.
- Venga, todos a dormir, dije. – Saqué las mantas que cogí en el hotel la noche anterior, cerré la puerta atrancándola desde dentro y aseguré ventanas. Solo la luz de la linterna nos iluminaba. No desvistas a los niños, esta noche dormiremos vestidos… por si acaso.

Ana hizo las camas y acostó a los niños. Tardaron bastante en dormirse. Nosotros ocupamos el otro dormitorio, aunque dejamos las puertas abiertas. Como no hacía frío, eché la manta hacia atrás. Debí quedarme dormido enseguida, estaba rendido. Pero recuerdo que Ana se durmió abrazada a mí.

A la mañana siguiente, unos ruidos me despertaron. Me levanté rápidamente y vi como Ana abría los ojos. La puse la mano en la boca mientras la hacía gestos de que no hablara ni se moviera. Me acerqué sigilosamente a mirar a través de las lamas de una persiana. Mis peores presagios se confirmaron. Zombis, muchos zombis estaban entrando en la finca. Volví a la cama y le dije a Ana que preparara todo para intentar huir.

– Despierta a los niños con mucho cuidado y en silencio. ¡Qué no hablen o estamos perdidos! – No sabemos cuántos hay ahí fuera. – Esto tiene mala pinta.

Volví a la ventana mientras ella, muerta de miedo, despertaba a los niños. Comprobé la munición: Si no fallaba ningún tiro, podría cargarme al menos a treinta podridos. En el coche había más munición, pero quizás no pudiéramos llegar a él.

De pronto uno de los niños empezó a llorar. – ¡¡Oh, no!! – Aquello fue nuestra perdición. Ya no teníamos nada que hacer.  En pocos segundos los podridos nos oyeron y empezaron a aporrear puertas y ventanas.

- Bien, escucha, Ana, esto vamos a hacer. Tú cogerás a un niño en brazos, el otro irá conmigo. Toma esta pistola. Tienes que disparar a los podridos a la cabeza, apúntalos siempre a la boca o a la nariz. Debes conservar la calma y disparar suficientemente cerca para no errar el tiro. Camina siempre detrás de mí, y dispara solo a los que se acerquen peligrosamente. Del resto me encargo yo. Nuestro objetivo es llegar al coche. Si cuando lleguemos fuera no fuera posible llegar al coche, hemos de correr camino abajo hasta el arroyo que estaba a un kilómetro de la casa. Corre con todas tus fuerzas, porque nos va la vida en ello. ¿De acuerdo?

- Entendido, venga, vamos allá, abre la puerta y salgamos de aquí – me contestó.

Abrí la puerta, y disparé sucesivamente a los tres podridos que se abalanzaron sobre mí. El crío que llevaba en brazos no dejaba de gritar. Era complicado manejar la escopeta con una sola mano, pero me las arreglaba.  Eché un vistazo rápido al entorno de la casa. Bueno, la situación no parecía tan mala como había presumido antes. Apenas había veinte podridos.

- Corre, venga, salgamos de aquí – dije a Ana.

Salimos pitando hacia las puertas, atrayendo a los zombis hacia nosotros, como si fuéramos imanes. Cuanto más cerca de la puerta principal estábamos, más zombis había. Un disparo, dos, tres …. Todos iban cayendo, uno tras otro …. Ana disparó su primer tiro y falló, me volví a ayudarla y abatí a un podrido a menos de un metro de ella. Estaba presa de los nervios. El coche estaba todavía a veinte metros y había muchos podridos. –

-¡¡Corre, corre, sal fuera ya, al coche!! – grité, la cosa estaba muy fea.

- Cruzamos la puerta después de abatir a otros tres podridos más. Ana a uno y yo a dos, teníamos ya el coche apenas a diez metros y lo peor parecía haber pasado. Me separé de ella dos o tres metros, apunté a un podrido que nos cortaba el camino.  La escopeta se había encasquillado, durante unos dude.

- Rápido, dame la pistola - dije mientras giraba hacia ella – Pero cuando me di la vuelta, un podrido se había echado encima de Ana y de Paul. Sus zarpas habían hecho presa en la cara del crío, desgarrándole la carótida. 

Ana se giro  y por fin disparo al zombi, primero  en el pecho sin inmutarse y luego en la frente, cayó fulminado.

- ¡¡¡Ay, mi niño, ni niño!!! – Paul, Paul!! -gritaba Ana - ¿Estas bien? –

Pero el pobre Paul había recibido un zarpazo mortal de necesidad. Su carótida había sido seccionada brutalmente. Todo en torno a él era sangre, yacía en brazos de su madre agonizando.

Yo tenia la escopeta encasquillada y los podridos a punto de agarrarme cuando Lewis saltó de mis brazos corriendo hacia su madre aterrorizado, no pude sujetarlo.  Los podridos lo atraparon, en unos segundos se convertiría en su aperitivo.  Varios zombis empezaban a morderlo y a tirar de sus piernas y brazos, el gritaba y llamaba a su mama.

Aquella madre herida levantó su perturbada mirada, totalmente perdida. Ana ya no era aquella dulce y preciosa mujer. Había perdido la razón, de un momento a otro los zombis se la echarían encima. Levanto la pistola y disparó a Lewis en la frente (aun no se si apuntaba al niño o a los zombis) y luego cayo de rodillas, levanto la pistola y se pegó un tiro en la sien. Entre ambos disparos no transcurrieron dos segundos. Me quede paralizado, sin poder reaccionar…afortunadamente para mí los podridos tenían alimento y yo unos segundos de margen.

Agarre la escopeta por el cañón y le aticé al zombi que se interponía entre el coche y yo, al fin llegué al Range Rover, abrí el coche, por fin. Entré dentro y eché el seguro.  Arranqué aquel poderoso motor y salí pitando marcha atrás….

- Ufff, que poco ha faltado – suspiré .