Cuando los chicos acabaron con los últimos restos del
conejo, volvieron a agruparse alrededor del fuego a contar sus historias. Una de las que mas ganas tenia de escuchar
era la de Boris, nuestro joven amigo francés tan simpático, peligroso y
maquiavélico, esa noche fue su turno.
SAINT EMILION 2 AÑOS ANTES
Yo vivía en Burdeos y a mis 17 años era una promesa frustrada
del tenis Galo, aunque yo siempre pensé
que lograría llegar. Mi única
preocupación en el mundo, en aquella epoca, era jugar al tenis, mis padres tenían sobrados
recursos económicos, la epidemia se
extendía por el mundo y yo solo me preocupa del tenis y de Matilde, mi novia y compañera de
entrenamiento. Una joven de mi misma
edad, rubia, guapa y también con un gran futuro en el tenis, el unico defecto que tenía, es que su padre era nuestro entrenador, por lo que teniamos que llevar nuestra relacion en secreto.
Poco antes del fin, nuestro entrenador y a la vez torturador nos
ofreció a ambos participar en un campeonato juvenil mixto, con las
cualidades de ambos el torneo seria un paseo y el premio merecía la pena, el
desplazamiento hasta la pequeña ciudad de Saint Emilion, lo haríamos los tres y
aunque Matilde y yo cada vez soportábamos menos al tirano, el
viaje juntos lo compensaba.
Como de constumbre mis padres aceptaron, no les importaba que
viajara, sobre todo si era para disputar una campeonato de tenis, aun pensaban que podía ser una estrella.
Todo era como en otras tantas ocasiones,
salvo un pequeño detalle, el día anterior el entrenador visito en el
hospital a un amigo al que habían transplantado un organo. Hubo complicaciones y tras rechazarlo parecia que habia muerto, luego el tío tuvo una reacción extraña, se volvió loco y se puso a
morder a médicos y enfermeras, entre los mordidos estaba Richard, nuestro
entrenador, que cometió el error de meterse en medio e intentar calmarlo. Al final lograron reducir al tipo y llevárselo
con camisa de fuerza y bozal, pese a que momentos antes estaba al borde de la muerte y recien operado.
Ya en casa, la
herida que le había hecho su amigo empezaba a tener un aspecto muy feo y tuvo
que volver al hospital y pasar por urgencias a que se la vieran.
La mañana que debíamos viajar al torneo, el mister se
encontraba con mucha fiebre y la herida tenía un aspecto horrible, nos planteamos suspender el viaje. Al final la madre de Matilde accedió a
acompañarlos y conducir ella hasta San Emilion, lo hacia por nosotros, porque parece
ser que la relación con Richard tampoco era buena, era igual de cabrón en la pista que en casa.
Mi futura suegra era una mujer muy atractiva para su edad, su edad rondaba entre cuarentaycinco y cincuenta años. Siempre iba impecable y muy maqueada, las pocas veces que habíamos coincidido, no habíamos
pasado del saludo cordial. Aquella mañana
Amelie, que así se llamaba la madre de Matilde, me impacto, cuando la vi
provoco en mi una erección instantánea, vestía una minifalda de quinceañera y
una camiseta blanca ajustada que clareaba sus pezones, con un gran escote que su marido de no estar enfermo, nunca la habiera permitido llevar, pensé que en cuanto
llegáramos al hotel, lo primero que haría seria hacerme una paja pensando en
ella.
Durante el trayecto en coche, me toco viajar atrás, al lado
del mister, a pesar de los
antibióticos y analgésicos, seguía sudando mucho y empezó a delirar, la fiebre
no le bajaba. Yo fingia que me importaba y hacia el paripe para
aliviarle, sin dejar de prestar atención a las chicas, que eran las que de
verdad me interesaban. Amelie no paraba de girarse, mostrándome su escote y lo que había mas abajo, afortunadamente
Matilde iba a su lado y no podía ver como se me iban los ojos hacía las tetas y las
piernas de su madre.
Cuando llegamos a Sant Emilion lo primero que hicimos fue
pasar por el hospital, mucho antes que al hotel o al torneo a formalizar la
inscripción. En cuanto lo vieron, lo dejaron ingresado, a pesar de ello
nosotros fuimos primero al torneo y luego pasamos por el hotel. Nos dieron dos habitaciones, en una debían
dormir las chicas y en la otra nosotros.
Aunque segun se desarrollaban los acontecimientos y si todo salía como tenía pensado, iba a dormir poco.
A media tarde Amelie se marcho al hospital junto a su marido, nos dio instrucciones para
coger un taxi, que nos llevara al torneo si ella no volvía a tiempo. Así fue como me quede con Matilde a solas por
primera vez en una habitación de hotel.
Y como empezaron mi escarceos amorosos. Fuimos al torneo y en tiempo record
derrotamos a los rivales, ansiosos por volver a la habitación del
hotel a seguir los escarceos. En la habitación empezaron
los besos, luego le siguieron las caricias y los magreos, estábamos tan excitados
y calientes que cuando se la introduje por primera vez, ni siquiera nos acordamos del
preservativo, simplemente las cosas siguieron su curso natural y empezamos a
hacer el amor, ella tumbada desnuda en la cama con sus pequeños pechos blancos y sus
pubis precioso, y yo desnudo encima suyo besándola todo el cuerpo mientras mi
pene rompía su himen aun virgen.
Matilde y yo disfrutábamos inocentemente de las cosas que
poco a poco íbamos descubriendo de nuestra anatomía, cuando la puerta de la
habitación se abrió y Amelie nos sorprendió desnudos sobre la cama. No dijo nada, nos pidió que nos vistiéramos
y que yo marchara a mi habitación.
Fueron minutos de una terrible sensación de culpa y de preocupación por
Matilde, ¿Qué la diría su madre? ¿Cómo reaccionaria? Se me hicieron minutos eternos.
Una hora después llamaron a la puerta de mi habitación,
era Amelie, le abrí la puerta y la pregunte por Richard y por Matilde, me
contesto que Richard estaba peor, lo
tenían incomunicado en observación, el virus que lo había atacado actuaba de una
forma extraña y tenia a los médicos intrigados. Matilde había ido a pasar la noche al
hospital con el. Iba a pedirla disculpas,
cuando me fije que la blusa que llevaba era transparente y se podían ver perfectamente sus pechos, no
llevaba sujetador, además llevaba el pelo suelto y tenía los labios pintados,
todo eso no era normal, pero yo no me encontraba en situación de especular.
La madre de Matilde me hizo varias preguntas sobre mis
novias, mis relaciones sexuales y mis experiencias con mujeres mayores, yo
inocente de mi al principio pensé que se preocupaba por su hija, pero conforme
me hacia preguntas, se acercaba mas y mas a mi, llego a una distancia que casi rozaba
con mi pecho su blusa transparente, sus palabras fueron taxativas
– Bájate los pantalones -
Yo nervioso e
inocente obedecí, me baje primero los pantalones y luego los gayumbos. Ella se arrodillo ante mi, baje la mirada y
tenia mi polla dentro de su boca, lentamente empezó a hacerme cosas que yo no imaginaba que pudiera hacerlas una
señora decente. Me lamió, mordisqueo y
chupo la polla y los huevos hasta que me corrí en su boca, y sin inmutarse se
lo trago todo. Luego me dijo que era su
turno de disfrutar y tirando de mi pene me llevo a la cama, allí como si de un
juguete se tratara, me uso y me exprimió durante toda la noche. Cuando por fin se quedo dormida en mi cama,
yo no me podía creer lo que había pasado, me había follado a la mujer y la hija
del entrenador la misma tarde, mientras el se debatía entre la vida y la muerte
en el hospital.
Estaba tratando de asimilarlo, me sentía feliz pero a la
vez con cargo de conciencia, este podría haber sido el mejor día de mi vida, si
no hubiéramos recibido una llamada de
Matilde desde el hospital, contándonos histérica que no paraba de llegar
policía e interrogarla y no querían contarle nada de estado de Richard, no la
dejaban verlo, no sabia que hacer.
En el trayecto al hospital con Amelie no podía pensar en
otra cosa que no fuera volvérmela a follar y aunque pensé que eso no seria
posible, por las prisas y por el estado de Matilde. La lance varias insinuaciones y la puse la
mano sobre sus suaves muslos, como no reacciono negativamente subí la mano y la introduje dentro de sus bragitas, estaba
totalmente mojada. Ese fue el momento en
el que paro el coche en la cuneta y de un salto se subió sobre mí rozando sus
pubis contra mi pene. Los coches pasaban a
nuestro lado iluminando con sus faros el continuo subir y bajar de Amelie. Yo estaba tan nervioso que no era capaz de concentrarme,
lo que ella interpreto como que no estaba satisfecho, así que se giro. Coloco
su cara contra el salpicadero, su culo sobre mi cara, agarro mi polla y se la introdujo por el culo, mientras decía – era esto lo que quieras,
golfete -.
Para cuando llegamos al hospital nos encontramos a Matilde
llorando y rodeada de policías, Richard había
atacado a varios médicos y policías hace unos minutos y lo habían matado a balazos. Yo pensaba que todo esto era un sueño, este fin de semana superaba cualquier ficcion imaginable, pensé que no podría superar que ese hombre
hubiera muerto mientras yo me calzaba a su mujer y a su hija. Los médicos nos prohibieron verlo, estaba en
cuarentena, se trataba de un virus extraño y tremendamente agresivo. Así que poco después de llegar al hospital, nos llevo la
policía de vuelta al hotel, prohibiéndonos que nos moviéramos hasta que nos
avisaran.
Ya en ese momento
observamos que la situación no era normal en el hospital, seguían llegando coches de policía y no
cesaban de oírse disparos y gritos. El
policía que nos acompaño al hotel, nos dijo que era una epidemia mundial y Richard era solo una victima mas, los
casos no estaban solo aquí, sino en toda Francia y todo el mundo.
Aquella noche Amelie y Matilde me pidieron que me quedara
con ellas en su habitación, fue una situación extraña ya que ambas estaban muy
tristes y sin saber como paso me encontré besándolas y acariciándolas para
consolarlas. Esto derivo en toqueteo y
masturbaciones, y a mitad de la noche me encontraba haciendo el amor con madre
e hija simultáneamente. Por la mañana me despertaron haciéndome una
felación a dúo, estaba a punto de
correrme cuando un espelúznate grito en el pasillo nos corto el rollo a los
tres.
Me vestí tan rápido como pude y salí al pasillo a mirar,
era muy extraño, había muchas habitaciones con las puertas abiertas y rastros
de sangre por todas partes. Volví a
entrar en la habitación y mientras las chicas me preguntaban que había pasado,
yo llamaba a recepción intentando contactar con alguien. Después de unos minutos de infructuosos
intentos, encendí la televisión y pudimos ver horrorizados lo que estaba
pasando por todo el mundo. Imágenes
de caos, fuego y ataques de gente que atacaba a otra gente. Nos asomamos al balcón de la habitación para
confirmar que lo que veíamos en la televisión no era una película de ciencia
ficción. Desde el balcón vimos a gente
correr aterrorizada, coches accidentados sin que nadie acudiera a socorrer a
los accidentados y lo peor de todo vimos como unos infectados rompían el
escaparate de una tienda y entraban en su interior, acabando salvajemente con unas chicas que se escondían atemorizadas
en su interior.
Podíamos haber pasado todo el día en el balcón viendo
cosas que no pasarían ni en una película de terror, pero alguien empezó a
golpear la puerta de nuestra habitación.
Me acerque a preguntar quien era, y los golpes y gemidos se aceleraron con
mi proximidad, la puerta empezó a resentirse.
Rápidamente cogimos las raquetas de tenis a modo de arma defensiva y nos
dispusimos alrededor de la puerta temiendonos lo peor. Cuando la puerta se abrió nos topamos con
nuestro primer infectado, un hombre mayor de unos 60 años, vestido con un
pijama ensangrentado y señales de mordiscos en su cara. Amelie y Matilde tiraron las raquetas y
corrieron en dirección al baño, el infectado las persiguió pasando por delante
de mi, cuando casi me había sobrepasado le golpee con el canto de la raqueta en
la nuca, cayendo de cruces en mitad de la habitación. Le volví a golpear el graneo repetidas veces
hasta que tanto la raqueta como el cráneo cedieron.
Los tres salimos ipso facto de la habitación, corrimos a
la escalera y nos topamos en el piso inferior con tres infectados devoraban a
un chico vestido de camarero. Subimos al
piso superior, donde solo había una puerta para salir a la azotea. Una vez en la azotea pusimos todos los
objetos que encontramos detrás de la puerta a modo de barricada.
Desde allí vimos a mucha gente en las azoteas de sus
edificios aledaños, acorralados, esperando ayuda, esperando un helicóptero o bomberos, que
no terminaban de llegar, porque no quedaban. Nosotros
tuvimos la suerte de tener una cesta de las utilizadas para limpiar los
cristales del hotel, por donde pudimos bajar a la calle, aun recuerdo como al
pasar por una habitación del segundo piso, un infectado rompió la ventana intentando
cogernos, afortunadamente con el ímpetu y al no tener la coordinación de una persona
normal, cayo de cabeza al vacío estampando su cabeza contra el suelo, fue una
imagen de las que no se olvidan nunca. Cuando casi tocábamos el suelo un segundo
infectado salto por la ventana, cayendo en mitad de la cesta, lo que nos obligo
a saltar y que Matilde se produjera un esguince en el tobillo.
Yo cogí a Matilde en brazos y recorrí las casas y las
tiendas cercanas, en las pocas que contestaba
gente, nadie quiso abrirnos la puerta, todo el mundo tenía miedo y preferían
dejarnos en la calle a merced de los infectados, que abrirnos la puerta de sus
casas.
Avanzamos por la calle escondidos entre los coches, de
pronto oímos la sirena de un coche que se dirigía a nosotros, salimos a su
encuentro, era un vehiculo de policía que circulaba a toda mecha, esquivando
cuanto le salía al paso. El coche nos
ignoro y siguió calle arriba zigzagueando.
Recuerdo nuestra frustración al ver que no paraba y como me alegre
cuando se cruzo un infectado y el coche se lo llevo por delante perdiendo el
control y estampándose contra una esquina.
Corrimos hacia el coche, cuando llegamos encontramos a un policía en su
interior moribundo, el tipo tenia un visible mordisco en la cara, ese era el
motivo de su prisa y de ignorarnos, el tipo se sabia infectado e intentaba
llegar a un hospital. Recogimos su
pistola, su linterna, la radio y cuanto pensamos que podría sernos útil, pero
cometimos el error de parar demasiado tiempo allí. Cuando quisimos darnos cuenta, varios
infectados se acercaban atraídos por el ruido.
Le dije a las chicas que se ocultaran detrás del coche de policía y yo
empecé a disparar a los infectados con la pistola, vacíe el primer cargador en
el pecho de un tipo y no se inmuto, continúo caminando hacia mi. Era demasiado tarde para correr, coloque
otro cargador y cuando levante el arma el infectado estaba a un metro de mí, le
dispare a bocajarro en la cabeza, que estallo, el tipo cayo al suelo decapitado. A partir de ese momento todos los disparos
iban dirigidos a la cabeza de los infectados, que fueron cayendo poco a poco.
Cuando tumbe al último
me gire orgulloso hacia las chicas para recibir sus alabanzas, estaban
agachadas junto al coche de policía y no vieron a sus espaldas al agente vuelto
a la vida, acercándose a ellas, levante la
pistola de nuevo y cuando quise disparar había vaciado el cargador. Ellas giraron la cabeza y vieron al policía, Matilde salto ágilmente hacia delante en un acto reflejo, pero Amelie
no tenia ni los reflejos ni la forma física de Matilde y el policía la agarró. Recogí la porra del suelo y le golpee en la
cabeza, hasta que reventó y soltó a Amelie, pero ya era tarde, tenia arañazos y
mordiscos por todo el cuerpo. Agarre a
Matilde en brazos y corrí escuchando en la lejanía los gritos desesperados
de Amelie pidiéndonos ayuda, suplicando que no la abandonáramos, mientras Matilde lloraba en mi pecho.
Una calle mas abajo reventamos el candado de una moto, de
un disparo y le hice un puente. Conforme
salíamos de la ciudad, veíamos como una cantidad cada vez mayor de infectados,
se hacían dueños de las calles y atacaban a los viandantes indefensos. Luego les tocaría su turno,
a todos los que se habían escondido dentro de sus casas, uno a uno saldrían a
buscar comida o ayuda y en ese momento serian presa de la horda, irían cayendo irremediablemente,
esperando una ayuda que nunca llegaría.
La moto no tenía mucha gasolina, pero nos aguanto lo justo
para salir del centro de la ciudad, llegamos a una zona comercial en las
afueras, y se quedo tirada junto al IKEA, estaba cerrado y tranquilo. Encontramos un segurata llamado Sergi que nos contó que empezó
su turno el día anterior por la noche y nadie le había venido a relevar.
Llevaba 16 horas despierto y estaba muy cabreado. El tipo no
sabía lo que había pasado y estaba más despistado que Adan en el dia de la madre. Le contamos lo de la pandemia y la masacre
que estaba ocurriendo y el tipo fue hilando cabos, al final le entro el agobio
por su familia y monto en su coche con la intención de meterse en la ciudad y
rescatar a los suyos. El tipo nos dijo
que podíamos esperar dentro, que en la cafetería de personal encontraríamos
comida y bebida, que estuviéramos atentos para abrirle la puerta cuando volviera,
obviamente el tipo nunca volvió.
-
¿Y que paso con vosotros? - pregunto intrigado Salchi.
-
¿Nunca os he contado lo que me paso dentro del
IKEA? Eso si que fue una aventura, pero eso lo dejamos para el próximo
día. – Contesto Boris mientras cerraba
su saco de dormir.
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