miércoles, 13 de febrero de 2013

EL BUHONERO II PARTE





-         Buenos días amigo, que contento se te ve hoy – le dije al teniente Joyce que había madrugado como yo para hacer un poco de ejercicio.

-         Je, je – rió – tengo mis motivos, hoy es catorce de febrero, el día de los enamorados y he quedado con Issy esta noche, no me digas que no es motivo para estar contento – respondió Joyce, la verdad es que la doctora Issy debía de ser de las tías mas buenas que podías encontrar en el campamento.

-         Me temo que ella no será tan fácil como crees, conozco por lo menos un par de tíos más que están detrás de ella – no era cierto, pero me gustaba picarle.

-         Si, pero seguro que ellos no tienen un as en la manga como yo.  Mira ayer estuvimos de patrulla en la 42 y paramos una furgoneta con unos tipos que se dedicaban al trapicheo.   La verdad es al principio me dio mala espina pero luego el  cabrón del buhonero resulto ser un tipo majo. – Joyce paró de contar y abrió su mochila, luego me enseño una pulsera de oro de las que valía un par de sueldos de antaño.

-         Y lo mejor de todo ¿sabes cuanto me costo?, un paquete de tabaco – se contesto el mismo – casi me dio pena aprovecharme de ese viejo cojo –

-         ¿Cojo?, ¿ese buhonero no tendría una cicatriz en la cara y acento Español? – pregunte mientras volvían a mi mente oscuros recuerdos.

-         Si, Nicolas tenia acento español, ¿lo conoces? ¿tu que le has comprado? – pregunto indiferente volviendo a guardar la pulsera en su estuche.

-         Joyce esto es importante, ¿ese Buhonero viajaba solo? – le pregunte temiendo su respuesta.

-         No, viajaba con otro tipo y con sus hijas, pero apenas pudimos verlas un momento ¿Por qué lo preguntas?

-          Es un traficante de esclavas -  contesté.  Luego salí corriendo con el rostro descompuesto recordando nuestro anterior encuentro.



Desperté a Martos, Salchi y Boris, y sin apenas explicaciones les ordene que recogieran armamento y provisiones para estar unos días fuera.   Cuando estábamos en el Hummer, me preguntaron donde íbamos con tanta prisa, a cazar una rata, respondí.  Una hora más tarde los cuatro salíamos del campamento pertrechados con 300 kilos en provisiones y armamento y con el propósito de rastrear y cazar al buhonero y eso por nuestra cuenta y riesgo, sin informar a nadie de nuestras intenciones.



En el camino les explique quien era el buhonero y porque era tan peligroso.  Un  psicópata que  violaba y torturaba sistemáticamente a quien caía en sus manos, traficaba con mujeres, drogas y armas.   Era peligroso pues no le daba ningún valor a la vida y utilizaba a podridos y humanos en su beneficio,  se movía en este nuevo mundo apocalíptico, como pez en el agua.   Les relate mi ultimo encuentro con el y como había logrado escapar vivo.



A última hora de la tarde de ese mismo día lo alcanzamos, conducía despacio en dirección oeste, hacia las montañas.   Cuando empezó a oscurecer pararon en un antiguo motel de carretera.    De la furgoneta bajaron dos tipos, uno con una larga melena a los Bob Marley se quedo vigilándola y el otro, el buhonero escopeta en mano inspecciono el lugar para asegurarse que no había podridos, cuando termino volvió a la furgoneta y abrieron la parte trasera, tres chicas bajaron atadas las unas a las otras por una cuerda.  Eran chicas jóvenes y se las veía muy asustadas.  El buhonero entro con ellas en una de las habitaciones del motel y el otro tipo se quedo limpiando la furgoneta.



El plan era sencillo, Martos y Salchi se acercarían con la intención de comprar algún objeto como había hecho el teniente Joyce.  Boris y yo les cubriríamos desde una posición cercana con el Mauser y la mira de precisión.   Si era factible los capturarían vivos y si no, un tiro y a casa.



El Hummer se acerco lentamente para no generar alarma, el tipo rápidamente se puso a la defensiva empuñando un M-16 y alertando al buhonero.  Detuvimos el Hummer a 50 metros y bajamos lentamente dejando las armas en el interior.



-         Hola, somos amigos de Joyce, nos ha dicho que vosotros podéis proporcionarnos objetos valiosos – tomo la palabra Salchi, lo cual tranquilizo al tipo y este bajo el fusil.

-         Claro, soy el peluca, acercaros aquí, tengo de todo – dijo el tipo señalando la parte trasera de la furgo.  – que susto me habéis pegado cabrones-

-         Lo que nosotros buscamos es farlopa y mojar el churro – le dijo Martos al tipo mientras le estrechaba la mano como un rapero.

-         No hay problema, ¿De donde habéis sacado un Hummer troncos? Podríais conseguir mucho dinero por el – dijo señalando al vehículo -  nosotros vamos a Bacara a unos negocios, allí podríamos vender el Hummer por una fortuna. –  insistió con los ojos llenos de codicia enfocados en el vehículo.

-         Enséñanos las putas y lo negociaremos – respondió Salchi al sorprendido traficante.   El tipo dudo unos instantes y después llamo a gritos al buhonero.

-         ¡!Nicolas¡¡ mandarme a un par de chicas, para mis nuevos amigos  - dijo riendo.



Se abrió despacio la puerta del motel y salieron dos de las tres chicas,  se acercaron dubitativas hasta nosotros y miraron al traficante, este hizo una seña afirmativa con la cabeza y ambas dejaron caer su ropa dejando sus blancos cuerpos desnudos frente a Salchi y Martos.



-         ¿Qué os parece mi mercancía?  ¿Seguro que no queréis hacer un cambio?  Y lo mejor es que aun son vírgenes je je – dijo el traficante orgulloso de los dos pivones que mostraba y por los que sabia que ganaría una fortuna.



Las dos chicas estaban temblando y tenían los ojos llenos de ojeras.   Su piel era muy blanca y su cabellos trigueros, estaban bien formadas y sus cuerpos presentaban el esplendor de la juventud.    Yo desde la distancia al igual que Boris admirábamos a las chicas, un error de principiantes que casi nos cuesta un disgusto.



-         ¡!!!Cuidado¡¡¡ – Se escucho un grito de mujer desde el interior del motel



Un segundo después una ráfaga de disparos salió de  una ventana.  El aviso había llegado justo a tiempo para que Salchi y Martos reaccionaran, saltaron sobre las chicas y se protegieron arrastrando sus cuerpos debajo de la furgoneta.   El peluca  cogió la M-16 y se acerco a ellos confiado para ejecutarlos.   Boris reacciono, hizo el primer disparo y la bala le impacto en la frente del peluca cayendo a plomo en el suelo, Boris se había habituado con los podridos a disparar a la cabeza siempre, y raro era la ocasión en que fallaba el disparo.



Entonces sin saber de donde, empezaron a aparecer podridos, posiblemente aletargados en algún rincón del motel, los disparos los habían despertado y avanzaban ansiosos hacia la furgoneta.   Salchi y Martos los vieron llegar y cogiendo a los dos chicas en volandas, corrieron con ellas hasta el Hummer, siempre cubiertos por Boris, que contaba cada bala por podrido eliminado.



Mientras Salchi y Martos escapaban en el Hummer con las chicas, el buhonero salía cojeando del motel arrastrando del pelo a la última chica con una mano  y con la otra disparando a los podridos que se cruzaban en su camino.    Al final logró alcanzar la furgoneta y escapar aprovechando la confusión.



Cuando hubo pasado todo, las chicas nos contaron que eran hermanas las tres, se llamaban Sara, Sonia y Selena, habían sido raptadas de un campamento días atrás, donde estaban refugiadas con el resto de su familia.  Sara, era la que nos había avisado y la cual aun seguía en poder del buhonero.



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Pasamos un par de días persiguiendo al buhonero.  A Boris y a mi la persecución nos pareció eterna, sin embargo Martos y Salchi se pasaron los dos días magreandose con Sonia y Selena.   Tanto besito y tocamiento empalagoso me recordaron porque odiaba tanto el día de San Valentín. Además su hermana, los había salvado y aun continuaba en manos del Buhonero y cada vez que parecía que no tenía escapatoria, volvía a escabullirse.  

El juego del gato y el ratón llegó a su fin  cuando  se dirigió hacia El Salobral, un peligroso barrio chabolista infectado de podridos, nosotros nunca nos acercábamos allí, había pocas o ninguna cosa de interés y muchos podridos esperando.  Y menos un dia como aquel, en el que el cielo amenazaba tormenta.  ¿Qué coño se le pasaría por la cabeza al buhonero para meterse allí?



Eran calles de tierra blanda sin asfaltar, se convertían en una trampa mortal cuando caían cuatro gotas de lluvia y todo se embarraba, los vehículos quedaban atrapados a merced de los podridos.   Las chabolas estaban construidas de plástico, madera y chapas de aluminio metálicas, muchas se habían derrumbado con el viento taponando las calles, lo que hacia imposible saber que te ibas a encontrar al girar una esquina.  Colocadas sin ningún orden ni sentido, formaban un laberinto de varios kilómetros por donde deambulaban miles de podridos.   Solo un loco entraría ahí dentro.



Pasamos mucho rato decidiendo que hacíamos, lo prudente era esperar a que salieran de esa ratonera, pero nos arriesgábamos a que la abandonara por una de sus muchas salidas y le perdiéramos la pista de nuevo.   Si no hubiera visto a Salchi y Martos tan predispuestos a entrar, no hubiera tomado la decisión.  Pero a ellos les volvían locos los retos y El Salobral era la polla de los retos.



Boris se coloco en la M-50 del Hummer y entramos tan rápido como nos lo permitía el terreno, ósea a unos 20 km/h, no creo que mas.    Fuimos avanzando buscando las calles mas anchas y en mejor estado, lo cual nos permitió avanzar unos cientos de metros hasta encontrar un muro en mitad de una calle que nos hacia imposible avanzar.   Mire el retrovisor con la intención de meter marcha atrás y dar la vuelta y me tope con una horda de podridos que nos seguía.   Le había dicho a Boris que no disparara si no era estrictamente necesario, no quería atraer hacia nosotros a todos los putos podridos del lugar, así que había dejado que nos siguieran en procesión tras el Hummer.    Y ahora que estábamos casi parados aparecían hasta de debajo de las piedras.



Le pedí amablemente a Boris que disparara ¡!ya¡¡ y  que nos despejara el camino.  Empezaron los fuegos artificiales mientras yo daba la vuelta al vehículo, la M-50 empezó a escupir balas.   Muchos de los podridos quedaron literalmente partidos en el lugar donde los había pillado la ráfaga.   Luego el vehículo los paso por encima y los aplasto.   Muchos se agarraron al exterior y Martos y Salchi abrieron las ventanas de sus respectivos lados y tuvieron que desengancharlos uno a uno.  Como si fueran sanguijuelas pegadas a nuestra piel así se agarraban al vehículo, incluso después de recibir un tiro en la cabeza algunos continuaban agarrados.   Por un momento pensé que quedaríamos atrapados.



Cuando por fin pude acelerar un poco y los dejamos atrás, Boris dejo de disparar.  Entonces empezamos a escuchar disparos a no mucha distancia de allí.  Parecía que le buhonero también tenia dificultades.



-         ¿Cuándo lleguemos a quien ayudamos, al buhonero o a los podridos? – Soltó la gracia Martos.



El origen de los disparos era la furgoneta de los traficantes,  estaba cerrada a cal y canto y cientos de podridos la rodeaban y la golpeaban.  Si seguían vivos estarían en el interior y bien jodidos.



-         Pues para ser tan bueno, el buhonero se ha dejado pillar muy fácil, ¿no? – dijo Boris desde la parte superior del Hummer.

-         Dan ganas de dejarlo ahí metido – replico Salchi.

-         Sacamos a la chica y a él lo dejamos que se apañe con los podridos – dije taxativamente,  sin un ápice de duda ni remordimiento.



Avanzamos con el Hummer disparando toda la artillería que llevábamos incluidos cohetes M19 y granadas de mano.  Teníamos poco tiempo, en unos segundos debíamos acabar con los podridos, sacar a los de la furgoneta y pirarnos antes de que la cosa fuera a peor.  La potencia de fuego con la que golpeamos, convirtieron los cientos de zombis que golpeaban la furgoneta, en un montón de  miembros calcinados esparcidos por el suelo, una escena de película de zombies.



   Sabíamos lo que hacíamos y estábamos acostumbrados a hacerlo. Teníamos una precisión y coordinación que la firmarían los Delta, los GEOS o los SAS.      Mientras Boris acababa con los que iban  apareciendo como un goteo, Salchi abría la furgo, cubierto por Martos.



-         Ivan, el pájaro a volado, aquí solo queda la chica asustada en un rincón -  Dijo Salchi

-         Aquí delante, solo hay unos cuantos petardos quemados – dijo Martos desde la cabina de la furgoneta.

-         Nos la ha vuelto a jugar.  Subir a la chica al Hummer y vámonos echando leches – les contesté preocupado por el numero creciente de podridos que seguían llegando.



En ese momento empezó a llover, un torrente de agua caía del cielo, mis peores presagios se cumplían, si había algo peor que meterse en el salobral, era meterse en un día de lluvia.   Aquello se iba a convertir en un lodazal y el Hummer quedaría atrapado con nosotros dentro.    Arranqué tan bruscamente que temí que Boris cayera de la torreta.    Los chicos disparaban en todas direcciones, a todo lo que se movía, yo conducía rápido pero sin locuras, quedarnos atrapados ahora seria la muerte.    De pronto cuando la tierra se ablando lo suficiente, para que empezaran a emerger podridos del suelo, enterrados o atrapados en la tierra, el agua los había liberado.



- Iván estoy casi seco de munición, como sigas dando vueltas mucho rato mas !estamos jodidos¡¡  -  dijo Boris desde la torreta.

- Esta bien, agarraos lo mas fuerte que podáis -  dije consciente de que había que jugársela.



Pegue un volantazo y enfile el Hummer hacia una chabola.   La atravesamos sin impacto, como un cuchillo afilado atraviesa la mantequilla.    Al otro lado de la chabola!!Bingo¡¡ una puta salida del salobral.



Pasados unos kilómetros de El Salobral, por fin pudimos detenernos.  Las chicas salieron del Hummer y las tres se fundieron en un abrazo. Salchi y Martos los flipaban reviviendo la experiencia, Boris y yo intentábamos darle un poco de agua a Sara y tranquilizarla.   Era una chica alta, delgada y estaba muy sucia, vestida con harapos que dejaban entrever sus voluminosos atributos, era joven y tenia una sonrisa amplia.  Como las otras hermanas no paraban de fliterar con Martos y Salchi, Boris puso un especial interés en Sara se notaba por la forma dulce de tratarla que había filling.



-         Me llamo Boris ¿Cómo estas? ¿Qué necesitas? – La dijo con una sonrisa, a la par que estiraba la mano ofreciéndola su cantimplora para que bebiera algo de agua.

-         ¿Qué ha pasado con el buhonero, donde esta? – Grite yo, levantando un poco la voz, por la impaciencia y la impotencia de ver que se había vuelto a escapar.



La muchacha nos miró con ojos de asustada y no dijó nada.   Pensé que aun estaría bajo los efectos del Shock y le deje a Boris que se ocupara de ella, lo mejor seria darle algo de comer y ropa, la chica no paraba de temblar.    Cuando Boris hizo el ademán de colocarle una manta por encima, la chica se giro escondiendo el brazo, Boris y yo nos miramos a los ojos, ella ocultaba algo.    La sujetamos de los hombros y empezó a gritar.   Los demás se acercaron corriendo para ver lo que  pasaba.    Yo la levante la manga de la guerrera y los seis vimos el mordico, redondo y morado de un podrido.    Estaba sentenciada, todos se pusieron a llorar y a gritar, no paraba de repetir que no quería morir.  Uno por uno nos suplico que la ayudáramos, pero eso era imposible, sabíamos que ya no tenía solución.   Los chicos se acercaron a ellas y cada uno abrazo a una intentando consolarlas y calmarlas.



Luego con una gran entereza, ella asimilo su situación y nos contó todo lo que sabia del buhonero.  Eran hermanas, habían sido raptadas por el buhonero y ahora las llevaban a un mercado de esclavos en las montañas, llamado Bacara, a unos siete días en la furgoneta hacia el este.   Nos contó lo furioso y preocupado que estaba el buhonero por nuestra persecución.  Al final como venganza había dejado que la mordieran los infectados y luego abandonado en la furgoneta para atraernos a una trampa mortal.   Casi lo consiguió.



Esa misma noche la fiebre le subió y empezó a delirar, lo único que pudimos hacer fue darle un poco de morfina para que no sintiera dolores, poco mas tarde murió.  Boris nos pidió que le dejáramos a el.  La cogió entre sus brazos y la disparo son su P-22 a la cabeza, la bala la atravesó, entrando por una sien y saliendo por la otra. 



Luego se levanto y dijo.



-         ¿Qué hacéis ahí mirando? Vamos a enterrarla y a seguir la caza de esa  basura.



Los seis montamos en el Hummer y sin cruzar palabra pusimos rumbo a Bacara.

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